Élmer Mendoza

ZP bajó de la camioneta, no apagó el mo­tor, y caminó despacio, alerta. YT fue a su encuentro haciéndole ver que no había peligro. Se saludaron de mano. Compita, que bueno que se animó a venir. Siempre voy a donde tengo que ir, compita. Es su fama. Es bueno oírlo de usted. Pues al grano: sé que usted está patrocinando a esos plebes, los de uniforme rojo. Y usted a los de negro. Usted se ha robado dos viejas de mi colonia. Las mismas que usted de la mía. De acuerdo, el caso es que los plebes quieren que paremos la bronca, y me piden que nos pongamos de acuerdo. Lo mismo me pidieron a mí, esos pinches delicados. Eso es, qué le parece si nos jugamos todo a un partido. ¿Si usted gana? Me devuelve las mujeres, si es que quieren regresar, deja de andar matando taqueros en el barrio y me da chance de trabajar a gusto durante un año; si pierdo dígame qué quiere. Si pierde quiero que me entregue al Cheroqui. ¿Sólo eso? Eso y lo dejo trabajar un año sin molestarlo.
Aunque era una buena oferta, YT no quería traicionar a su mejor guardaespaldas. Si lo hacía, era como quedar desnudo por el resto de su vida. Sin embargo, había invitado a ZP y los futbolistas esperaban ansiosos. Estaban hartos de enterrar parientes. Cerraron el trato con un apretón de manos y se fue cada quien con su equipo. El Cheroqui, recibió a su jefe. Qué, ¿se hace la machaca? No quiso regresar las viejas, así que ve pensando en conchabarte otra. Callaron, el rostro del sicario se puso duro superficie de aerolito. Para mí, sin ella, esta vida no es vida, compita. Lo sé, pero aunque le rogué no quiso ceder; creo que también se enamoró de la chaparrita. Pues si no la regresa vamos a valer madre. ¿Tanto? Ya dije. Está bien, nomás espera que se termine el partido.
Ganaron los de rojo. Los de negro aceptaron la derrota sin protestar, agotados y sucios. ZP y YT se despidieron en el centro del campo. Usted me dice cuándo y dónde le pago, compita. Esta noche en la puerta trasera del panteón Jardines del Humaya. A las nueve.
Al llegar a su camioneta ZP se volvió para responder al Cheroqui que lo increpaba. Ey culero, regresas a la chaparrita o te va a cargar la chingada. Cheroqui, ven acá, se escuchó la exclamación de YT, que caminaba apresuradamente hacia ellos. Pinche puto, expresaba el sicario acertando un par de veces en el cuerpo de ZP a la vez que sentía la mordedura de una bala en el pecho. Sangre en la boca. No ha nacido el cabrón que me baje una vieja, pendejo, balbuceó al caer a unos metros de ZP que se hallaba moribundo sobre el polvo. Los futbolistas los rodearon. Esa vieja será mía o de nadie, murmuró el Cheroqui y se quedó quieto, mirando el sol del mediodía. Carajo, expresó YT, que comprendió que no le quedaba otra que perder la tierra. ZP también estaba muerto. Cinco sicarios disfrazados de jugadores sacaron sus armas pero no pasó de ahí.
De la camioneta cuyo motor tenía casi dos horas ronroneando, descendió el cristal de una ventanilla. YT descubrió a la chaparrita al volante. Mirada fría, brillante, verde. Los futbolistas reconocieron su belleza. Ella hizo una seña a YT para que subiera y cerró la ventanilla polarizada, luego abandonaron el campo a velocidad moderada. Dicen que ella desahogó con el hombre las penas que le causaba la pérdida de dos amores a los que había querido a morir. Aseguran también que en cuanto abandonaron el campo la chaparrita mató a YT y arrojó el cuerpo a los cocodrilos. En la Col Pop afirman que se fueron juntos, que viven en Los Ángeles y que son felices. Lo cierto es que jamás se les volvió a ver.