Patricia Gutiérrez Otero
Antaño se vivía sin petróleo y sus productos. Su extracción masiva fue una caja de Pandora. Si tan sólo se hubiera limitado su uso a lo esencial, otro gallo cantaría, pero el ser humano no sabe ni quiere controlar la avidez.
La reforma energética conlleva peligros que van más allá de que sea nuestro o no. Lo que se abrirá es la posibilidad de extraer el petróleo a gran escala y de manera no convencional, es decir, la riesgosa extracción en aguas profundas y la extracción del gas shale por medio del fracking o fracturación hidráulica, que consiste en inyectar en el subsuelo agua a presión mezclada con sustancias químicas para liberar el gas que se encuentra atrapado en la roca.
El fracking es utilizado ya en Estados Unidos y ha sido fuertemente impulsado por Obama, donde ha causado desastres como contaminación de la tierra, desertificación, agua incendiada, pero también enfermedades y otros. Los pobladores afectados han recibido compensaciones privadas, pero han perdido sus vidas. Algunos casos ya han llegado a tribunales como el de la familia Parr: “El pasado 22 de abril, casualmente el Día de la Tierra, un tribunal condenó a la empresa a indemnizar con 2,9 millones de dólares (2,1 millones de euros) a la familia porque considera que sus dolencias están relacionadas con las operaciones de fracking de los pozos de Aruba” (El País, 1 de mayo de 2014).
El fracking se lleva a cabo en lugares poblados, puede ser a algunos metros de tu casa, de ahí el porqué de la alteración de la ley de poder expropiar las tierras de los campesinos en la reforma energética. Es urgente conocer los efectos sobre la tierra, el subsuelo, la salud humana y animal, y las cosechas para oponerse a la reforma energética de Peña Nieto, véase, por favor, el siguiente link: http://earthjustice.org/features/campaigns/fracking-across-the-united-states.
La gente en México sabe a medias que si se aprueba la ley de la reforma energética ésta se “privatizará” (signifique esto lo que signifique), pero no todas las implicaciones que están en letra chiquita o ilegible o que los medios no dan a conocer. Ni siquiera el señor López Obrador, defensor de la lucha contra la privatización del petróleo, habla de ello, no sé si por ignorancia, por desinterés o porque no estaría en contra de ello (lo que no creo) ya que forma parte de la modernización, tampoco se ha manifestado en contra el gran y vital movimiento del EZLN, quizá porque lleva su propio ritmo, ignorando que los actos que se llevan a cabo fuera de él los afectarán también a ellos, como a todo el planeta.
En todo caso, es vital que la gente conozca y luche contra esto. Las consecuencias no son a mediano plazo, sino a corto. Es necesario evitar la extracción en aguas profundas y la fracturación hidráulica (fracking), pero también el uso desproporcionado de los recursos naturales, incluido de manera preponderante el petróleo y el gas; pero también evitar su reemplazo con el uso de falsas energías limpias: la energía nuclear, los agro combustibles (como el etanol) y las grandes hidroeléctricas, eólicas y solares (en otra entrega hablaremos de ello).
En realidad, y a fondo, si somos honestos con nosotros mismos, estaremos de acuerdo que tenemos que cambiar el mapa mental que les vendieron a nuestros bisabuelos, abuelos y padres, porque no sirve: the american way of life. La modernización ligada con el liberalismo económico ni nos hace felices ni ha terminado con la miseria. Insisto, debemos aprender a controlar el gusano de la avidez, y enrollarlo hacia atrás para encerrarlo en su caja.
Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se respete la Ley de Víctimas, que se revisen a fondo y dialógicamente todas las reformas impuestas por el gobierno, que se detenga la reforma energética.
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