Fiebre de futbol mundialista y reformas pendientes
El futbol se parece a la adolescencia.
Es muy carnal, muy del corazón.
Manolo Preciado
Carlos Alberto Pérez Cuevas
En plena fiebre futbolera generada por el Mundial de Futbol Brasil 2014, se genera una vez más la pasión por el balompié y la máxima ilusión y esperanza de que México llegue a la final y sea el campeón del mundo; sin duda, como cualquiera de los más de cien millones de mexicanos anhelaría que nuestro país fuera campeón no sólo en Brasil y en el futbol sino en muchas otras disciplinas y áreas; campeones en erradicar la pobreza y en la generación de empleos, campeones en educación y desarrollo, por ejemplo.
Como todos, me gustaría que la selección mexicana llegue al tan anhelado quinto partido, de ahí a la final y de paso golear a la selección de Brasil, Alemania o al actual campeón España; desgraciadamente no puedo pensar así, porque no creo en el éxito sin esfuerzo ni en la victoria casual, sin ser aguafiestas, no debe haber ilusos para que no existan desilusionados.
No es por ir en contra pero bien dice el dicho popular que “el que se quema con leche hasta al jocoque le sopla”; y es justo ello lo que sucede después de tantos intentos que generaron ánimo y esperanza de triunfo, que después se fueron por la coladera, luego vienen las lamentaciones porque no nos preparamos lo suficiente y no vimos que la fuerza y equipo de otros era mucho mejor que el nuestro; y esto sucede porque el futbol en el país es un negocio jugosísimo que sólo saca ganancias y dividendos económicos sin importarles clubes, jugadores o aficionados; como dice Juan Villoro, el futbol en México se convierte en un negocio de papitas, refrescos y pastelitos.
Vivimos un ciclo en el que todos sabemos el resultado de dolor y tristeza, pero mientras tanto nos evadimos en esperar que suceda un milagro; y al final no sucede; porque las cosas se hacen igual que siempre y el resultado invariablemente es el mismo. Pobre afición que en verdad anhela, sueña y se prende de la mercadotecnia que te pide ser un seleccionado más, leal y apasionado, y que en cada juego de futbol se convierte en director técnico y jugador, la afición no está mal.
Están mal los que aprovechan estos legítimos sentimientos populares para lucrar y sacar provecho; me refiero a los políticos que, sabiendo cómo están las cosas de la euforia por el Mundial, aprovechan para pactar en lo oscurito y sacar las reformas pendientes y meternos goles, que más tarde nos costarán más caras, así parece que están programando los periodos extraordinarios de sesiones de los legisladores en las Cámaras y madrugar al distraído público mexicano; aquí en nuestro país, pan y circo al pueblo aunque sea temporal porque el gobierno aprovechará dos momentos de total distracción de los ciudadanos respecto de los temas políticos o económicos del país generados por el futbol, el primero de gran euforia y el segundo de total desilusión.
@PerezCuevasMx
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