Tras las elecciones parlamentarias europeas, el cambio de escenario es obligado, el proyecto europeo neoliberal se transfigura y emerge una Europa dividida entre países ricos y pobres en un contexto de crispación y desencanto. La ultraderecha crece en los países ricos y la izquierda antisistema en los países pobres. En medio quedaron los partidos “oficiales” (conservadores y socialdemócratas) que siguen sosteniendo el poder, pero que cada día pierden más y más adeptos.
Luego de que el 25 de mayo pasado se llevaran a cabo las elecciones al parlamento europeo, los resultados fueron contundentes. La ultraderecha xenófoba y la extrema derecha, creció con claridad e incluso en algunos lugares ganó como en Francia, Reino Unido y Dinamarca, obtuvo cifras importantes en otros países como Hungría, Letonia entre otros. Mientras que la izquierda antisistema (con matices y diferencias), irrumpió con fuerza en Grecia, España, Italia y Portugal, conformando el otro extremo político del escenario.
Quedó claro que existe un profundo rechazo, cada vez más evidente al proceso de unión que hasta ahora se ha impulsado, el cual sólo ha privilegiado al capital financiero, desmantelado el Estado de bienestar y aumentado el desempleo y la pobreza con base en una política económica de austeridad que polariza, divide y exacerba la xenofobia.
La crisis económica y las políticas neoliberales que desde Bruselas se han respaldado para salvar la banca, han provocado que la Unión Europea esté siendo fuertemente cuestionada en diferentes sectores, tanto en los países ricos del norte que son los acreedores, como en los del sur que son los más endeudados y donde se han aplicado con severidad las políticas de austeridad que mantienen altos índices de desempleo, aumento de la pobreza y la desigualdad.
El aumento del desempleo, sobre todo en la juventud, las privatización de la salud y la educación, han sido los principales componentes que han crispado a amplios sectores de la sociedad. Así, de forma esquemática, mientras en los países ricos del norte, la crisis ha hecho más notorio el crecimiento del descontento contra la unidad europea, el aumento del nacionalismo, el racismo y la fortaleza de los partidos y movimientos de extrema derecha, en los países del sur, se percibe que el desencanto ha explosionando e impulsado a los partidos de izquierda y grupos alternativos.
Los efectos ya se han dejado sentir, en Grecia, Siryza ya está en la antesala del poder, pero también la extrema derecha creció con fuerza; en España, Podemos sorprendió a todos y se convirtió en la tercera fuerza política, es más las encuestas ya ubican a este movimiento como una amenaza real al bipartidismo tradicional y en Portugal, la alianza entre comunistas y ecologistas, triunfó con contundencia.
La sacudida ha sido fuerte y los sectores de poder lo han registrado, el malestar es creciente y la radicalización mayor, sin embargo, pareciera que todo sigue igual. Dice el dicho que la cuerda se rompe por lo más delgado y pareciera que hoy en Europa, hay varios hilos a punto de romperse.