Con la aprobación por el Ejecutivo japonés a inicios del pasado abril de una disposición para la exportación de armamento, parecen renacer los aires militaristas del llamado país del Sol Naciente y que condujeron en su época al desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.

Pese a la oposición del 62 por ciento de la población nipona a la venta de armas, el gobierno del primer ministro, Shinzo Abe, incrementa el poderío bélico de ese territorio, aliado de Estados Unidos, de acuerdo con denuncias al respecto de personalidades y grupos sociales en toda la nación.

Un intento de rearme causará un cambio de reglas de juego en la región, afirmó el profesor de política en la Universidad de Waseda, Tetsuro Kato.

En igual sentido se pronunció el jubilado Kazuo Shimamura, quien apuntó que lo sufrido en la Segunda Guerra Mundial, con dos bombas atómicas lanzadas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, resulta suficiente para mantener intocable la Carta Magna y evitar futuras aventuras bélicas.

Otros actores, como expertos de la Universidad Rikkyo, en Tokio, consideran que una de las dificultades enfrentadas por el plan belicista de Abe radica en que la deuda pública supera casi dos veces y media a la economía nacional.

Al explicar esa disposición, el secretario general del gobierno, Yoshihide Suga, señaló recientemente que con la medida se podrán realizar envíos de material militar a estados insertados en las vías marítimas por donde Japón importa productos como petróleo y gas.

La directiva, que permitirá también a Tokio remitir equipamiento a países en operaciones de vigilancia, forma parte de la estrategia de defensa y seguridad puesta en práctica por la administración conservadora de Abe.

El texto sustituye directivas aprobadas en 1967 que impedían a Tokio vender armamento a naciones sujetas a bloqueos por resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Otro de los acápites establece que sólo se permiten las exportaciones si el equipamiento bélico contribuye a la seguridad internacional.

El gobierno de Abe intenta, por otro lado, reformar la pacifista Constitución del estado asiático, aprobada en 1947, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en que ese país resultó vencido junto a sus aliados fascistas.

Para la concreción de ese plan se debe modificar el artículo nueve de la Carta Magna, impuesta por Estados Unidos, que establece la renuncia expresa de Japón a la declaración de una guerra y rechaza el concepto de fuerzas armadas tradicionales.

Tal acápite de la Constitución podría transformarse ya que el gobernante Partido Liberal Demócrata cuenta en ambas cámaras de la Dieta (parlamento) con los dos tercios necesarios para su aprobación. Luego, la modificación debe ser sometida a un referendo.

Al opinar sobre la proyectada legislación para exportar armas, Natsuo Yamakushi, líder del Partido Komeito que forma parte de la coalición partidista gobernante, valoró que, en caso de aprobarse tal modificación en el parlamento, debe preservarse una filosofía pacifista.

Yamakushi, como otras figuras políticas niponas, considera además que deben observarse rigurosas normas para evitar que las armas exportadas por Japón caigan en manos de terceros países.

Previo a la eventual aprobación de la ley, el Ejecutivo nipón aumentó el presupuesto militar para el período 2014-2019 a 174 mil millones de euros, cifra superior a los 165 mil millones de euros invertidos en esa esfera entre 2009 y 2013.

En los tres meses del actual año fue creado el Consejo de Seguridad Nacional, como órgano que refuerza el papel del primer ministro en materia de diplomacia y defensa.

Crecientes vínculos militares entre Estados Unidos y Japón

Cuando en la península coreana crecen las tensiones políticas por diversos conflictos, entre ellos los territoriales, y aumenta la influencia de China en la región del Pacífico, Japón y Estados Unidos fortalecen aún más sus nexos militares.

Una de las pruebas de esos crecientes lazos es que el gobierno nipón evalúa la pronta aprobación de un plan a fin de vender a Estados Unidos componentes para misiles elaborados en Tokio, lo cual constituirá la primera exportación de armamento bajo la nueva disposición del Ejecutivo nipón.

De acuerdo con el Ministerio japonés de Defensa, esas piezas, fabricadas por Mitsubishi Heavy Industries, consisten en sensores de generación PAC-2 destinados a misiles tierra-aire Patriot.

Washington, que dispone de bases militares en territorio japonés, traslada a Okinawa, por otro lado, medios de combate sofisticados como aviones antisubmarinos, cazas invisibles y vehículos aéreos no tripulados.

Con la introducción incluso de drones en territorio nipón, la operación persigue fortalecer la presencia militar de Washington en las sureñas islas japonesas.