Libertad de expresión
Teodoro Barajas Rodríguez
Hace muchos años, el gobierno de Miguel Alemán Valdés impuso el día 7 de junio para celebrar la libertad de expresión, dicho festejo fue en realidad para el mandatario en turno, a quien muchos periodistas lanzaban interminables lisonjas como si se tratase del inventor de tal derecho fundamental. Los comunicadores se comportaban como cortesanos de la presidencia imperial.
No conocemos un gobierno al que le agrade la crítica, aunque en el discurso haga sendas apologías del ejercicio de la prensa como pilar para vigorizar la democracia y la diversidad.
En los últimos años, la violencia contra diversos periodistas ha pintado de muerte el escenario, algunos fueron levantados para jamás retornar, Michoacán figura como una de las entidades que reportan hechos lamentables en contra de comunicadores, en dichos expedientes el elemento obvio es la impunidad.
En Veracruz también se han perpetrado crimenes contra periodistas, en el norte del país algunas redacciones han sido destruidas por los señores del crimen organizado, la nota roja se ha limitado para evitar represalias. En Morelia algunos reporteros fueron agredidos por grupos de autodefensas, los comunicadores hacían su trabajo.
Bien lo dijo Heberto Castillo, icónica figura de la izquierda mexicana, que en México la libertad de expresión se ejerce en el café, la cantina y la cárcel; dicho comentario es de 1977, de aquel tiempo a la fecha no hay grandes variaciones aunque la dinámica social sí se transformó.
En la actualidad, las redes sociales han ocupado un espacio exponencial, el debate es permanente, desde opiniones juiciosas, equilibradas, hasta la calumnia, el exabrupto reiterado o la pestilencia derivada de expresiones cobardes gestadas desde al anonimato. De todo se puede leer en ese inmenso espacio virtual.
Este 7 de junio no hay motivos para hacer una fiesta, los discursos gubernamentales suelen ser iguales que en el pasado, dicen que respetan la libertad de expresión, incluso afirman preferir los excesos a los candados, bla, bla, bla. Es un déjà vu.
Se registran avances en materia de la información, México tiene alternancia y la diversidad es incuestionable, sólo que los viejos fantasmas están presentes y la impunidad ocupa un lugar preponderante, falta mucho por hacer.
En Michoacán suceden masacres cotidianamente, mucha gente se coloca cerrojos para no hablar, se autocensuran porque el temor galopa y no tiene color de partido sino el del oprobio de una realidad que les tocó vivir que resulta asfixiante.
La libertad de expresión se ha convertido en utopía, los saldos estadísticos de agresiones a comunicadores se han incrementado, por ello no hay motivos para celebrar, aún hay personas, políticos que desearían que se impusiera el pensamiento único, colocar una barda para que no transite el libre debate.
Muchos son los obstáculos, sólo recordemos que sin libertad la vida no vale nada. La libertad de expresión es un derecho humano que se debe ejercer a plenitud aún en medio de grandes tormentas.
