Alberto Híjar Serrano

El proyecto del Polyforum ampliamente debatido en lo que va del año, empezó en 1965 como intervención pictórica del auditorio del Hotel de México construido en el Parque de la Lama, un enorme espacio verde privado. Manuel Suárez, fabricante de asbesto, acordó con Siqueiros las pruebas necesarias con este material que mezclado con cemento, resulta repelente al salitre, la humedad, los hongos y el asentamiento de los tableros que pesarían 450 kilos cada uno. La construcción ocupó 550 metros cuadrados que al fin se ampliaron a 4 mil 600 metros cuadrados en los que Siqueiros decidió realizar la integración de la arquitectura, la escultura y la pintura con dimensión urbana que calificó como “cuarta etapa del muralismo” que empezó como pintura nueva en arquitectura vieja, siguió con murales al aire libre desde Los Ángeles 1932, luego la integración plástica en los grandes conjuntos característicos del alemanísmo y al fin, todas estas experiencias acumuladas darían lugar a un proyecto sin par.

Las necesidades técnicas fueron resueltas en un taller-fábrica en Cuernavaca donde los grandes y pesados paneles corrieron con un sistema de poleas sobre un canal en el piso. A un lado, la gran maqueta, atrás un laboratorio de prueba de materiales, un salón para las reuniones del colectivo y al lado, un taller de fotografía. Luego de un año, Siqueiros pidió a Manuel Suárez la construcción de una torreta desde donde los visitantes podrían mirar a los trabajadores sin interrumpir las faenas. Tan intensas eran éstas que Siqueiros llamó Tallera al lugar por lo demandante y celoso. Una casa pequeña de dos pisos con alberca y jardín albergó a Siqueiros y a Angélica Arenal durante la fase definitiva del ya llamado Polyforum Cultural Siqueiros construido entre 1971 y 1972. Fue inaugurado por el Presidente de la República Luis Echeverría Álvarez a quien Siqueiros homenajeó al colocar las iniciales LEA en la azotea del edificio, paso obligado en las maniobras de aterrizaje de los aviones en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez.

Manejado como lo que es, propiedad privada, el Polyforum tiene el teatro circular más grande del Distrito Federal y tuvo tiendas y oficinas en ese segundo nivel subterráneo. Un feo restaurant está a un lado y un amplio pasillo perimetral alberga exposiciones. El interior se alquila o se presta para reuniones diversas. La plataforma circular del salón principal de “La Marcha de la Humanidad” es giratoria, mientras la voz de Siqueiros narra lo que va iluminando un sistema sincronizado de luz y sonido. Hace unos seis años la administración restauró la mitad de los paneles exteriores con expertos del INAH.

Mantener todo esto cuesta alrededor de un millón 200 mil pesos mensuales que mantienen en números rojos a la administración. Hace poco más de dos años, ésta decidió mover el edificio entero para construir una torre empresarial que serviría como una especie de telón al Polyforum elevado de su nivel habitual. El proyecto fue sometido a la Dirección de Arquitectura y Patrimonio Nacional del INBA que convocó a expertos conocedores de la obra viable de movilización luego de una prueba de deslizamiento de un edificio en Paseo de la Reforma. Un rumor de desaprobación corrió en los pequeños círculos de interesados en el patrimonio nacional. El cambio de gobierno hizo que el proyecto volviera a discutirse y gracias a la prensa y a las televisoras, ha crecido la alarma por el peligro que podría correr el valioso edificio. Sin conocimiento de causa y con su habitual oportunismo, la Asamblea de Representantes del Distrito Federal ha lanzado una declaración demagógica para impedir la destrucción del edificio, una organización de vecinos clama en el mismo sentido y solicita recurrir a la UNESCO para la declaración de patrimonio de la humanidad y en INBA y el gobierno del D.F, han precisado la preservación del monumento bajo su protección.

Entrevistado por diversos medios, he declarado que los veinte hijos de Manuel Suárez y en especial el Doctor Alfredo Suárez Ruíz que está al frente de la administración del Polyforum, no están locos como para destruir su patrimonio principal que es patrimonio nacional que puede ser declarado patrimonio de la humanidad. El proyecto de desplazamiento ha sido desechado y el tamaño del terreno permite construir la torre de negocios en el extremo donde hay una tiendota gringa, junto al World Trade Center que al instalarse, destruyó la tercera parte de la barda perimetral de chatarra y la Fuente de los Monstruos de Mario Orozco Rivera. Nadie dijo nada entonces. Quizá a la par y sustituyendo el bar y el restaurante con un estacionamiento, se podría resolver este servicio a la fecha insuficiente.

Lo cierto es que el INBA carece de capacidad para atender la preservación del patrimonio nacional. El INAH se ocupa mal del prehispánico y colonial y al INBA le toca vigilar del siglo XIX a la actualidad. En el esplendor del vandalismo territorial turístico y mercantil capitalista, la ciudad de México se llena de enormes conjuntos comerciales y torres de negocios y de departamentos de lujo para acelerar el colapso de los servicios urbanos y la wallmartización de la vida cotidiana con la consiguiente aniquilación de miles de pequeñas y medianas empresas. Ante tal desastre, el Polyforum puede convertirse en un caso ejemplar si de común acuerdo entre el INBA, el gobierno del D.F. y la administración Suárez, se constituye un Consejo para programar actividades y para dotar de presupuesto oficial para el mantenimiento del edificio. Las silenciosas y omisas Comisiones de Cultura de la Asamblea de Representantes del D.F. y de la Cámara de Diputados tienen una oportunidad histórica singular para probar que sirven a la Nación.