Bernardo González Solano
Tal parece que en Irak se ha perdido el control de la historia. Propios y extraños están enmarañados en un tremendo desbarajuste que puede propiciar la división del país. De la antigüedad al siglo XXI. El líder terrorista del grupo Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) —que se achicó a simplemente Estado Islámico (EI)—, Ibrahim ibn Awad (más conocido como Abu Bakr al Bagdadi y de ahora en adelante califa Ibrahim), declaró el domingo 29 de junio la “reinstauración” de un califato islámico. En un documento titulado “Esta es la promesa de Alá“, difundido a través de las redes sociales, a partir del primer día del mes de Ramadán—el ayuno musulmán—, el autoproclamado califa ordenó el renacimiento de un califato que se extiende desde la provincia de Alepo, en el norte de Siria, hasta la de Diyala, al este de Irak, en la frontera de Irán. “Musulmanes…rechacen la democracia, el laicismo, el nacionalismo y las otras basuras de Occidente. Retornen a su religión”, exhortó el portavoz del EI, Abu Mohammed al-Adnani, al tiempo que previno que es “deber” de todos los musulmanes de la Tierra prestar juramento de fidelidad al nuevo califa Ibrahim, sucesor del profeta Mahoma en el ejercicio del poder político.
El último califato en la historia fue abolido hace 90 años –1924- por Kemal Ataturk, fundador de la Turquía moderna, y desde entonces su resurgimiento ha sido el sueño de todos los musulmanes radicales. Tal era el objetivo visionario del difunto Osama bin Laden (responsable de los ataques terroristas contra las torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001) y de su organización Al Qaeda, pero su errática lista de atentados en varias partes del mundo convirtieron ese proyecto político en una entelequia. Ahora, por primera vez en tantos años, una organización yihadista (Yihad: Guerra Santa; según Samir Khalid Samir, el término deriva de la raíz j-h-d, que en árabe evoca la idea de esfuerzo, en general bélico; cuando el Corán utiliza el término yihad siempre lo hace en un contexto de la lucha de los creyentes por Dios), cuenta con “un territorio concreto” donde proclama el retorno al sistema político-religioso del siglo VII. De tal suerte, Abu Bakr al Bagdadi pasa a ser “imán y califa de todos los musulmanes”, es decir, jefe a la vez político y religioso. Pero, la exigencia de vasallaje a todas las entidades actuales –emiratos, repúblicas islámicas, reinos, etcétera–, abre un nuevo frente interno de lucha de musulmanes contra musulmanes, que puede ser fatal para el yihadismo mundial pese a su aceptación en el caladero de los radicales, facilitada por la Internet.
¿Cuál sería, entonces, la diferencia entre el califa Ibrahim y la monarquía absoluta de los Saud en Arabia Saudí? Los integristas suníes del EI son fanáticos de la Sharía (Ley Islámica) y de aplicarla en forma más radical de como lo hace Riad, hoy por hoy la más severa del mundo islámico. Además, su utilización incluiría el yihadismo mundial; lo que “legitimaría” al califato para “ordenar ataques en cualquier parte de la Tierra” donde crea que están amenazados los intereses del Islam. Algo infernal.
Al proclamar el califato, el Estado Islámico demuestra que está allí para durar, pese a las maniobras políticas y militares por desahuciarlo. En efecto, el ejército iraquí, después de las derrotas que sufrió a mediados de junio, se ha empeñado en reconquistar ciertos sectores que pasaron a control de los yihadistas, sobre todo la ciudad de Tikrit, mientras que la refinería de Baiji, muy importante para surtir de gasolinas las estaciones de servicio del nuevo califato, permanece en manos del gobierno pese a los ataques terroristas.
Se trata igualmente de demostrar a la población de las zonas suníes que la fuerza dominante en el seno de la rebelión es el EI. Los enemigos del primer ministro Nuri Al-Maliki le ganaron la delantera, pese a que el miércoles 2 de julio, el dirigente chiíta decretó una amnistía para los implicados en actos contra el gobierno. Gesto que se interpretó como un intento de conciliación destinado a salir de la parálisis política persistente que impide la formación de un nuevo gobierno. La primera sesión del Parlamento –recién formado aunque no cuenta con gran mayoría oficiosa–, supuestamente elegido para nombrar a un nuevo ejecutivo, fracasó: de nueva cuenta, los políticos iraquíes demostraron, la amplitud de sus desacuerdos, intercambiando insultos o simplemente abandonando la sala. El Congreso no pudo formar nuevo gobierno, no obstante los exhortos de EUA por hacerlo incluyendo a todos los grupos. Para tratar de socavar la alianza en el seno de la heteróclita coalición que reuniría a los yihadistas del EI –rebeldes suníes, miembros de tribus y de ex soldados del ejército de Sadam Hussein–, Maliki anunció una amnistía para todos los que estuvieran “implicados en actos contra el Estado”, excepto asesinos. La Casa Blanca perdió la confianza en el renuente gobernante, que no admite renunciar a lo que considera su legítimo derecho: dirigir la administración iraquí pese a ser criticado por sus formas autocráticas del poder y de marginar a la minoría suní.
Por medio del secretario de Estado, John Kerry, EUA ha insistido, una y otra vez, con los dirigentes iraquíes a formar “con toda la urgencia que la situación actual necesita” un nuevo gobierno de unión nacional, previniendo que “el tiempo juega contra ellos”. “La suerte de Irak está en juego en estos momentos”, insiste Washington.
Por su presencia que se ha desbordado en Líbano, probablemente en Jordania así como en Arabia Saudí, los representantes del novísimo califato constituyen una amenaza para la totalidad del Oriente Medio. Han hecho llamamientos para atacar los lugares sagrados de Arabia. Una respuesta al mensaje del Ramadán del rey saudí Abdalá bin Abdelaziz al-Saud (89 años), uno de los 37 hijos de Ibn Saud, el fundador de Arabia Saudita moderna, comprometiéndose a aplastar a los terroristas que amenazan a su país.
Al recibir hace pocos días al enviado de Barack Obama, el secretario de Estado, John Kerry, el anciano rey Abdalá prometió convencer a los dirigentes suníes de Irak participar en un gobierno de unión nacional, la única alternativa a una implosión del país. Por el momento, prefieren dejar que el EI avance para desembarazarse del primer ministro al-Maliki, que no ha dejado de marginarlos. La proclama el rey refuerza la atracción de la yihad con todos los candidatos a la guerra santa en Europa o en otros lugares. “No se necesita visa para agregarse a la caravana de Alá“, precisa el comunicado que anunció el nacimiento del califato, aunque su pretensión de romper las fronteras en el Oriente Medio todavía es una ilusión.
La crisis de Irak se agudiza porque Massud Barzani, presidente del Kurdistán iraquí, pretende organizar un referéndum sobre la posible independencia de esta región autónoma. A río revuelto… Estados Unidos se manifestó reticente a este proyecto. El portavoz de Obama, Josh Earnest, dijo: “Creemos que Irak es más fuerte si está unido”. Las circunstancias ayudan a los kurdos pues hasta el gobierno de Turquía parece resignado a una posible aparición de un Kurdistán independiente. Ahora podría hacerse realidad lo dispuesto por el Tratado de Sèvres de 1920, después de la Primera Guerra Mundial, en el que se preveía la creación de un Estado kurdo en Anatolia oriental y el norte del actual Irak.
Dadas las circunstancias, todo puede suceder. Por el momento, el ejército iraquí retomó la ofensiva contra los yihadistas y concentra sus esfuerzos sobre la ciudad de Tikrit. Los combates, muy indecisos, hacen estragos en la antigua ciudad natal de Sadam Hussein, pero, según fuentes oficiales de Bagdad, las existencias de armas pesadas, granadas y municiones están en su nivel más bajo. Sin embargo, la ayuda militar estadounidense no llega sino a cuentagotas para su antiguo protegido: 75 misiles aire-tierra AGM-114 Hellfire recién se entregaron con urgencia, agregándose a otros 200 ya enviados desde principios de mes y otros 300 desde el mes de enero; 600 deberían llegar en este mes de julio, según prometió el vicealmirante John Kirby, jefe de prensa del Pentágono. Envíos vitales, pero insuficientes. Maliki aprovecha la ocasión y denuncia la pusilanimidad de Washington: “Las entregas de armas estadounidenses son terriblemente lentas”, declaró el 26 de junio a la BBC. “Mejor nos hubiéramos dirigido a los ingleses, a los franceses o a los rusos. Con una cobertura aérea digna de este nombre, nada de esto hubiera sucedido”, se lamenta el mandatario iraquí. Sin duda, Obama reculó en Irak.
Mientras, Ibrahim Awad Ali al Badri al Samarrai, verdadero nombre del autoproclamado nuevo califa islámico, Abu Bakr al Bagdadi –por cuya cabeza EUA ofrece desde 2011 una recompensa de 10 millones de dólares–, puede comprar todas las armas que necesite, pues el Estado Islámico es la organización terrorista más acaudalada del planeta. Y puede aumentar más su riqueza. En su mensaje del Ramadán, Bagdadi prometió vengarse de las violaciones cometidas contra los musulmanes en todo el mundo. “Aterroricen a los enemigos de Alá y busquen la muerte en donde la encuentren. La vida material llegará a su fin y después durará eternamente”, exhorta a sus fieles. VALE.
