Jaime Luis Albores Téllez
El poeta Mario Caderón presenta un libro que hace reflexionar al lector sobre la vida del ser humano y su realidad en cuanto a su entorno individual y el medio social. Digo esto porque lo primero que pensé —por la información que nos da el autor— y desde un punto de vista muy personal, que el ser humano es un observador de todo lo que pasa a su alrededor y depende de qué tanto se involucre con los hechos y sus acciones. Quiero decir que la capacidad de todo individuo de ser un observador depende exactamente del desapego o distancia que tome de los resultados de sus acciones, pues creo que mientras esté inmerso en los resultados de cada acción no podrá ser un observador de su vida y de su entorno. Y en cuanto el individuo logra ese desapego deja de involucrarse, de sentirse el hacedor de los resultados favorables o no, es como si fuera o se convirtiera en un espectador de lo que sucede en el teatro de la vida, incluyéndose así mismo. Mario Calderón dice: “Ha de considerarse el mundo como una obra de arte, una novela o una totalidad”. Y con esto podemos pensar que el destino de los humanos está predeterminado, al igual que cuando se empieza a escribir una novela y se conoce el final o cómo podría terminar. Y nos da un ejemplo: “Se advierte que los aztecas consideraban al mundo o a la historia como una totalidad o una novela, cada persona tenía el valor que le adjudicaba su nombre, era semejante a una ficha en un tablero de ajedrez donde actuaba según el contenido de la palabra con que era nombrado”. Es el caso de los nombres de los últimos reyes aztecas: Cuitláhuac y Cuauhtémoc. Cuitláhuac procede del verbo cuitlahuia que significa “el que cuida”. Se observa relación perfecta entre nombre y obra, ya que este personaje fue seleccionado para cuidar el destino del pueblo azteca al fallecer Moctezuma. Se contempla también que, cuando se pensó en Cuauhtémoc para elegirlo como rey, ya existía una gran conciencia de derrota; se escogió a Cuauhtémoc porque simbolizaba “águila que desciende”. Y nos podemos preguntar, ¿si ya sabía su destino Cuauhtémoc, podría modificar algo o simplemente fue un observador de su vida? Y por los hechos históricos todo parece ser que Cuauhtémoc fue un observador de su propia vida y de su entorno. Donde él nunca fue el hacedor, o el dueño de su destino por decirlo de alguna forma, sino un actor o personaje que cumplió bien su papel en dicha obra. Y esta información es impactante porque podemos pensar que la vida de todo ser humano está predeterminada por Dios o el Universo y que de alguna forma podemos conocer el futuro, el pasado y el presente de un individuo y su entorno social. Mario Calderón nos da la fórmula para conocer la estructura de la realidad en el presente, pasado y futuro: nos dice que debemos convertirnos en observadores, tomar conciencia de nuestro entorno y de sí mismos, pero además esta fórmula la sustenta científicamente, cuando dice: “La relación se realizará con un conjunto de teorías actuales desarrolladas por reconocidos científicos como Carl Jung, Wolfang Pauli, David Bohm, David Peat, Rupert Sheldrake y Benoit Mandelbrot, son la Teoría de la Sincronicidad, la Teoría de la Totalidad y el Orden Implicado, la Teoría de la Resonancia Mórfica y la Teoría de los Objetos Fractales”.
Es un libro magnífico, pues nos dice muy claramente cómo podemos leer nuestro entorno de una forma sistemática y comprobable para conocer el presente, pasado y futuro de un individuo, y tomar conciencia de nuestra vida aquí en la Tierra. Por cierto, este libro me hizo recordar a un Gurú que vivió en India hasta la edad de ochenta y cinco años, Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, quien dijo en un discurso pronunciado el tres de julio de mil novecientos ochenta y seis: “El mundo le está enseñando al hombre innumerables lecciones todo el tiempo. Cada uno debe tratar de descubrir por sí mismo el secreto de su vida y la Conciencia Universal que es inherente a él”.
Y el escritor Marco Tulio Aguilera Garramuño, escribió: “Así como suena. El hombre te mira, mira lo que está a tu alrededor, y comienza a decirte detalles sobre tu vida, sobre tu futuro. En mi caso acertó en todo, sin conocerme. ¿Cómo lo hizo? Mirando qué objetos había a mis espaldas en el restaurante, contando no sé qué espacios. Dice que él ha descubierto que la realidad tiene una estructura y que esa estructura está relacionada con lo que te rodea en cada momento de tu vida. De modo que leyendo lo que había tras de mí en el restaurante, supo más de mí que la mayoría de mis vecinos”.
Mario Calderón, La estructura de la realidad derivada de la literatura. Ediciones Eternos Malabares, México, 2013; 168 pp.


