Magdalena Galindo
Tengo para mí, que del mismo modo que en los sesentas y setentas el florecimiento de la literatura latinoamericana determinó que los autores de nuestra región fueran reconocidos en el mundo entero, también puede hablarse de que en la ciencia social latinoamericana se produjo en esas décadas otra especie de boom que incluyó a decenas de investigadores latinoamericanos que si no rompieron lazos con los teóricos de los países hegemónicos, sí se caracterizaron por pensar por cuenta propia en los fenómenos económicos, políticos y sociales de nuestros países, ya sin la dependencia ideológica que pesó durante siglos en los científicos de nuestras tierras. Sin duda, a esa generación de investigadores pertenece Arnaldo Córdova, cuyo pensamiento, expresado en libros, ensayos y notas periodísticas, conforma un cuerpo teórico de interpretación de la realidad latinoamericana y en especial de la mexicana que ha marcado un hito en la reflexión social de nuestro tiempo.
Académico acucioso, en todos sus textos se refleja un amplio conocimiento de la ciencia social, en el que se distinguen tres fuentes o corrientes principales. Por un lado, un trato cercano con los clásicos de la ciencia política, desde los muy antiguos precursores como Platón o Aristóteles, pasando por el verdadero fundador de la ciencia política, Maquiavelo, hasta los contemporáneos como Norberto Bobbio o Michelangelo Bovero. Y aquí hay que añadir que ese conocimiento no sólo se centraba en los teóricos de la ciencia política, sino se extendía a otras áreas sociales como el Derecho, donde, por ejemplo, destacaba Hans Kelsen. Junto a esta corriente, Córdova no sólo se afiliaba en el marxismo sino que poseía una sólida cultura marxista que abarcaba las obras del propio Marx y las de sus seguidores del siglo XX, como Lenin, György Lukács y, sobre todo, Antonio Gramsci a quien lo unía tanto su inclinación por los autores italianos, en la que tuvieron que ver sus estudios realizados precisamente en Italia, como el hecho de que Gramsci desarrolló su obra alrededor de los temas políticos, que eran precisamente el objeto de investigación de Córdova. La tercera corriente a la que acudió Arnaldo, con la misma obsesión de abarcar todas las lecturas, es el pensamiento político de los mexicanos, disperso en un abigarrado conjunto de documentos, memorias, ensayos, testimonios y hasta novelas. Con este amplísimo bagaje cultural, no se dedicó a tratar de encuadrar los acontecimientos de la historia de México en las categorías creadas por los prestigiados autores europeos, sino que utilizó su conocimiento para crear su propia interpretación de la lucha de clases y la conformación del Estado mexicano, utilizando sí las categorías de Marx, de Maquiavelo o de Gramsci, por mencionar algunos autores, pero adaptándolas con audacia, para mejor describir el fenómeno al que le dedicaba su atención.
Ciertamente La ideología de la Revolución Mexicana, primero de sus libros, publicado en 1972, es una obra mayor en cuanto constituye un examen exhaustivo del pensamiento, en todos sus matices y corrientes, que acompañó a la lucha revolucionaria y sobre todo de su función como ideología dominante y justificativa del nuevo orden surgido del movimiento armado. La visión crítica que permea todo el texto, sin embargo, no cae en el mecanicismo de considerar a la ideología sólo como una versión falsa de la realidad, inventada precisamente para justificar el autoritarismo del Estado y el dominio de la burguesía naciente, sino que visualiza las expresiones en su complejidad y sobre todo, a partir de los distintos momentos históricos y del papel que juegan las distintas fuerzas sociales en su conformación.
He de confesar, sin embargo, que sin negar la importancia de La ideología de la Revolución Mexicana, mi preferida, de las obras de Arnaldo es La formación del poder político en México, publicada también por la Editorial Era en 1972, porque ahí, Córdova, ya desembarazado del análisis puntual de los acontecimientos y los postulados de la Revolución y los revolucionarios, muestra en un texto breve, (99 páginas) su interpretación de la propia Revolución y de la conformación del poder.
Para Córdova, el movimiento armado es –y aquí puede verse cómo se vale y adapta con audacia las categorías tradicionales de la ciencia política- una revolución política (en contraste con la revolución social), pero una clase de revolución política hasta entonces inédita –dice- porque se trata de una revolución política populista.
Los exponentes revolucionarios de las clases medias mexicanas inventaron el populismo, no tanto en lucha contra el sistema oligárquico (para 1914 éste había ya sido aniquilado como poder político), como, precisamente, en lucha contra el movimiento campesino independiente que comandaban Villa y Zapata. El populismo mexicano, por ello, tuvo una entraña contrarrevolucionaria; se trataba de evitar que el movimiento de masas se transformara en una revolución social y “se dio el centavo para ganar el peso”, esto es, las reformas sociales para hacer efectivos los postulados de la revolución política. Los constitucionalistas heredaron al país la conciencia de que la revoluciónhabía sido hecha para resolver los problemas de las masas, para abatir la dictadura y sometera la “burguesía”; y sin embargo, se cuidaron muy bien de dar a entender que habrían deabolir la propiedad privada y que habrían de establecer un régimen sin clases.[1]
Independientemente de que se pueda discrepar de algunos de sus planteamientos o incluso de su caracterización específica del proceso, lo cierto es que ese ensayo es imprescindible para entender la estructura y las características del Estado mexicano, porque ahí Córdova identifica tanto los ejes fundamentales del Estado, como distingue los lineamientos jurídicos que constituyen su entramado, los momentos definitorios, las etapas de ese proceso histórico y en especial el sistema de relaciones entre las clases, el sometimiento de los sectores populares y las razones de la inclusión de algunas de las demandas de las masas.
En conjunto, pues, la obra de Arnaldo Córdova es una aportación fundamental para entender el pasado y el presente de México y no es exagerado decir que tal fue su influencia en los jóvenes investigadores de aquellos años, que después de los libros de Córdova se modificó el enfoque, el tipo de análisis, de las relaciones políticas, del Estado, de la acción de las clases en México.
[1] Arnaldo Córdova. La formación del poder político en México. México, Editorial Era, 1972. Pág. 32. (Col. Bolsillo Era)


