En medio del drama
Félix Fuentes Medina
La pobreza extrema en naciones al sur del Río Bravo y del norte de África intensifica la migración al llamado Primer Mundo y es principal consecuencia de la globalización, fenómeno que enriquece a unos cuantos y atrinchera en la inopia a miles de millones de humanos.
El presidente Barack Obama dijo la semana pasada que a Estados Unidos le llega gente de todo el mundo y culpó a los republicanos de bloquear la ley migratoria de su país.
Es el punto clave del drama mundial: corrientes de derecha se enriquecen mediante empresas trasnacionales, exprimen a las masas del globo terráqueo y persiguen a los desempleados.
La familia texana de los Bush es ejemplo del imperialismo globalizador. Acumuló fortunas con el petróleo y se lanzó en pos de mantos del Medio Oriente, donde fraguó la guerra de Irak, masacró a millones de inocentes y ahorcó a Saddam Hussein, mandatario de la nación mancillada.
Obama no va a doblegar la oligarquía de su país, pero solicitó a su Congreso 3 millones 700 mil dólares: mil 800 millones para cuidados de salud de niños migrantes y mil 900 millones para servicios de migración y control de aduanas.
Obama se suma a los migrantes ilegales llegados a Estados Unidos, pero no puede evitar la persecución republicana criminal, así sea contra niños huérfanos. El secretario de Seguridad Nacional, el hombre de color Jeh Johnson, es el encargado de las deportaciones y, según dijo a una televisora, “Estados Unidos está haciendo ahora mismo varias cosas”.
Sabemos lo que quiso decir. Primero lanzar a los miles de menores de edad fuera del imperio yanqui y, a la vez, cerrar todos los accesos de la frontera con México.
Para el gobierno de nuestro país es un problema de extrema crueldad. Ante la presión yanqui detiene en el sureste a adultos y menores para en seguida deportarlos a través del Instituto Nacional de Migración.
De siempre, la frontera con Guatemala y Belice ha estado en el abandono total. Por allí ingresan centroamericanos y de otras nacionalidades en lancha, a nado o a pie. Se exponen a ser extorsionados por policías locales y federales, sin faltar los de migración.
La mayoría procede de Honduras, por desempleo y hambre. Gente de ese país, de El Salvador y Guatemala también huye de la Mara Salvatrucha, alrededor de 70 mil pandilleros que secuestran, asesinan y asaltan pueblos enteros.
Todos quieren llegar al paraíso estadounidense. Muchos lo logran, pero la mayoría se queda en el lado mexicano, al cabo de cinco o más intentos. Unos se enrolan en el narcotráfico y otros se convierten en delincuentes comunes.
México se llena de centroamericanos que traen a sus hijos y los abandonan cuando son perseguidos. De Honduras salen tres mil menores cada mes, empujados por sus familias, a hacer sus vidas como puedan.
Es un problema estremecedor. Estados Unidos cierra sus fronteras, México las mantiene abiertas y está en medio del drama.
Migración debiera convencer a los migrantes, en lo posible, de que no podrán entrar a Estados Unidos y sus vidas están en peligro. Sería mejor que facilitar el tren La Bestia y alentar a tantos desesperados.