Hito de reflexión histórica

 

 

Muero bendiciendo a la Revolución.

Álvaro Obregón Salido

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Víctima de la incuria derivada del abandono del civismo como materia sustantiva de la educación pública, el monumento inaugurado el 17 de julio de 1935 por el general Lázaro Cárdenas para conmemorar el asesinato del general Álvaro Obregón, en 1928, es motivo de su remozamiento por parte del gobierno de la ciudad, a fin de recuperar este espacio público a favor de la memoria colectiva de la capital.

La Autoridad del Espacio Público de la ciudad, en una acción conjunta con el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, labora actualmente en el proceso de rescate del Parque de la Bombilla y el Monumento a Obregón, enclavados en el histórico barrio de San Sebastián Chimalistac.

La necesidad para atender obras del Convento del Carmen, ubicado en el vecino barrio de San Ángel, obligó en 1856 al padre Checa, provincial de esa institución, a vender una franja de las huertas del convento, operación inmobiliaria registrada ante notario el 25 de julio de ese año, venta que facilitó la apertura de un “buen camino para comunicarse con Coyoacán y con México” y la edificación de “casas magníficas” de “personas conocidas y de representación”, tal y como relata don Francisco Fernández del Castillo en sus Apuntes para una historia de San Ángel, escritos en 1913.

Parte fundamental del patrimonio intangible de esta zona de la ciudad la constituyen las Fiestas del Carmen, celebradas desde la época colonial con profusión de flores cultivadas en jardines extraordinarios —como el de la Casa Prado—, que desde hace 176 años engalanan la popular Feria de las Flores.

A fines de la segunda década del siglo pasado, en Chimalistac se ubicó el restaurante campestre La Bombilla, popular establecimiento en el que José León Toral asesinó, el 17 de julio de 1928, al reelecto Obregón, homenajeado ahí en el marco de la tradicional feria en por el triunfo electoral obtenido días antes.

Al inicio de su periodo presidencial, el general Lázaro Cárdenas encargó al escultor duranguense Ignacio Asúnsolo edificar en ese lugar un monumento en honor al General Invencible. La simple construcción que hasta 1980 albergó en su interior el brazo perdido por el militar en la batalla de Celaya, se ornamentó con estatuas de granito gris que representan La Agricultura, La Industrial, el Pueblo en armas y el Pueblo en paz, aportes sustantivos del sonorense a la Revolución Mexicana, lamentablemente traicionada por la ambición reeleccionista del sólido militar.

Por todo ello, resulta plausible recuperar para la memoria urbana de los capitalinos este hito de reflexión histórica que recuerda en sus muros la caída de quien antes de ser tentado por la codicia, ante su primer embate contra la muerte, bendijera, plenamente convencido, la Revolución iniciada al llamado a la no reelección esgrimida por don Francisco I. Madero, y nuevamente traicionada.