Un gobierno muy preocupado por la gente

 

José Elías Romero Apis

Los recientes sucesos en Puebla nos ponen de manifiesto, una vez más, que los gobiernos que están bien alumbrados por la eficiencia y por su desempeño muchas veces son el blanco de infundios armados para desprestigiarlos. La historia política de México y de muchos países es rica en todo ello.

Así, en lo que se trató de aparentar como una manifestación de ideas que, en realidad, fue una explosión de violencia y de ataque a la autoridad y al orden, se esconde la mano de una urdimbre de rebeldía insana y peligrosa. Ella llevó a la lesión de muchos y a la muerte capitalizada, si no es que provocada deliberadamente, por aquéllos que prefieren lo faccioso que lo juicioso.

Un importante instrumento o fuente de poder es la fuerza. Ésta puede ser ejercida dentro o fuera de la ley y puede ser ejercida por el propio gobernante o en contra del gobernante.

Cuando es ejercida por el gobernante y con apego al sistema legal caben dos posibilidades. La primera es que se haga con ciertas dosis de tolerancia, en cuyo caso se llama “estado de orden” o, por el contrario, que se haga de manera legal pero con dosis de intolerancia, caso denominado “estado de represión”.

Cuando es ejercida por el gobernante pero fuera de los preceptos de la ley caben, a su vez, dos posibilidades. Una de ellas es que el exceso tenga un maquillaje compuesto por una finalidad de alteza y, entonces, se estará en presencia de una “dictadura” o bien que ni siquiera Se haya tomado la molestia de inventarle un alto propósito ni justificación o pretexto alguno, dando lugar a una “tiranía”.

El gobierno poblano que encabeza Rafael Moreno Valle es un gobierno muy preocupado por la gente. Me consta de manera directa porque he seguido su trayectoria con detenimiento y cercanía. Ha sido muy aplicada en todo aquello que se empareja con el humanismo. El empleo, la salud, el agua, la seguridad, la justicia, la educación. Vamos, incluso ha llegado a cuestiones tan casuísticas como la de haber expedido una ley de reinserción de infractores, única por su vanguardia, que produce el beneficio de reinsertar en el mundo de la familia y del trabajo a todos aquellos delincuentes no peligrosos que habían sido condenados a destruir su vida en las mazmorras de nuestros inútiles sistemas penitenciarios.

Hace algunas décadas, desde muchos lugares del planeta se veía América Latina como un conjunto de naciones inmersas en una mascarada democrática, con elecciones simuladas, con vulneraciones constitucionales, con gobiernos de facto, con fracturas del Estado de derecho, con sometimientos de la soberanía, con desinterés por la pobreza y con postergación del desarrollo.

No debiéramos olvidarnos de que es el mundo de la libertad el que, por desgracia, también nos acerca a los fenómenos de la inconformidad ilegítima y violenta. Muchas veces cuando los pueblos creen estar más cerca de la democracia y de la libertad es cuando están, sin siquiera advertirlo, más cerca de la dictadura o de la tiranía.

 

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