Merced a la Iglesia anglicana

Mireille Roccatti

La Iglesia anglicana recientemente dio un paso trascendental que, por inédito, resulta histórico hacia el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres, al aprobar la posibilidad de ordenar la primera mujer obispa en su estructura orgánica religiosa. La Iglesia anglicana es la más parecida en su liturgia a la católica romana mayoritaria en nuestro país, baste recordar que su origen radica en un cisma de la Iglesia romana, en virtud de que el entonces papa se negó a autorizar el divorcio del monarca inglés Enrique VIII de la española Catalina, hija de los Reyes Católicos, y desde entonces el rey inglés encabeza la Iglesia.

La trascendencia de este evento es de tal magnitud en el ámbito religioso y recuerda que en la antigüedad las mujeres no podían ni siquiera tocar la vestimenta de los sacerdotes, aunque otras historias milenarias afirman que la iglesia primitiva fundada por Jesucristo, las aceptaba en igualdad. Y hasta ahora, casi la totalidad de las iglesias niegan a las mujeres la capacidad de oficiar ritos religiosos.

Esta coyuntura nos ha hecho recordar una célebre obra teatral del hoy injustamente olvidado poeta y dramaturgo Rafael Solana Debiera haber obispas, que en los años sesenta se representó con gran éxito y se puso varias veces en escena. Y es que la presencia de las mujeres en todos los ámbitos de la vida pública resulta imprescindible.

Las mujeres desde siempre han compartido con los hombres los grandes eventos del desarrollo del la humanidad; a lo largo de la historia encontramos grandes mujeres que se destacaron por su obra desarrollada con valor y entrega, como Leonor de Aquitania que acompañó a su esposo, el rey de Francia a las Cruzadas; Isabel I de España o Isabel de Inglaterra, Catalina de Prusia, Victoria de Inglaterra, por citar algunas gobernantes.

Podemos citar en otros ámbitos a Juana de Arco o a nuestras Sor Juana Inés de la Cruz, Leona Vicario o Josefa Ortiz de Domínguez. La lista sería interminable, tanto a nivel mundial o sólo reducida a México.

La relevancia e importancia de la mujer en la sociedad en el devenir mismo de la humanidad y en casi todas las culturas ha sido variable, desde la existencia en la antigüedad de matriarcados, hasta relegarla a ser jurídicamente una “cosa”, como en la Roma antigua.

La cara más sombría de la discriminación contra la mujer es la violencia permitida o consentida socialmente, como acontece aún, en la cultura judeo cristiana occidental, en la que campea un machismo inaceptable, sin que obvie que en el mundo islámico u oriental, también las mujeres han sido ninguneadas, discriminadas y violentadas.

Pero la evolución histórico social ha ido cambiando, en las últimas décadas, a una aceptación y reconocimiento de las mujeres destacadas en la ciencia, la cultura, la academia y la vida laboral. En todo el mundo, los países han ido aceptando compromisos jurídicos de derecho internacional que los obliga a legislar para reconocer y proteger los derechos básicos de las mujeres.

El problema de fondo no es de leyes, ni se arregla con normatividad, lo que tenemos que cambiar es la cultura, especialmente en nuestro México, donde aún subyace una misoginia que se resiste a desaparecer. La realidad es terca y hoy observamos cómo las mujeres van conquistando sus propios espacios, por ejemplo, en las universidades públicas y en las privadas.Y

Y, por cierto, recordemos que la mítica y legendaria revista Siempre! la dirige una gran mujer.