Entrega energética

Raúl Jiménez Vázquez

Pese al alud de declaraciones triunfalistas hechas por sus promotores, en muchos sectores de la población impera una duda razonable respecto a la pertinencia de la reforma energética, la cual jamás sugerida ni debatida durante los comicios presidenciales de 2012.

Tal inquietud deriva, entre otras fuentes, del hecho de que ni antes, ni durante, ni después, de la aprobación de la reforma constitucional y sus leyes reglamentarias se ha demostrado ante la opinión pública que esta apertura radical de los sectores petrolero y eléctrico está inscrita dentro de un plan o programa de gobierno objetivo, coherente, nutrido de todas las variables, procesos y consecuencias multifactoriales, y estructurado a la luz del enfoque de sistemas y técnicas del pensamiento complejo.

Consecuentemente, más allá de la mera creencia fundamentalista en las bondades inmanentes del mercado y la reiteración farragosa del mantra que dice que la reforma energética nos conducirá súbitamente a la tierra de promisión, nadie ha exhibido evidencia empírica alguna que permita apreciar que detrás de tan trascendental decisión política existió siquiera un elemental ejercicio de planeación estratégica.

Así, se desconocen en plenitud aspectos capitales para poder constatar la genuina conveniencia de la retractación de las históricas medidas nacionalizadoras que en su momento instrumentaron los presidentes Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos, esto es: I) no se sabe cuáles son los objetivos de corto, mediano y largo plazo de la reforma energética, II) no se ha explicado la forma y términos en que dichos objetivos se articularán con los derechos humanos, el proyecto de nación, la soberanía nacional, la seguridad nacional, la seguridad energética de los mexicanos, la rectoría del Estado, la economía mixta, el sistema nacional de planeación democrática del desarrollo, el plan nacional de desarrollo, la ecología y la biodiversidad, III) no se ha mostrado una sola corrida financiera en la que se precisen los beneficios tangibles que supuestamente acarreará el flujo de inversiones extranjeras, IV) tampoco se ha dicho qué sucederá si tales beneficios no se materializan, V) si ello llegare a ocurrir, se ignora si existe una fórmula de salida, un posible “plan B” que permita la recuperación del control directo de nuestros recursos naturales, V) asimismo, se desconocen los escenarios prospectivos concernientes a los imponderables de la geopolítica y demás cisnes negros planteados por el analista estadounidense Nicholas Taleb.

Todo lo anterior evidencia que los recursos energéticos propiedad de la nación fueron entregados a trompa y talega a poderosas empresas trasnacionales, esto es, a la ligera, sin haber mediado los mínimos elementos de racionalidad política y económica. Esta circunstancia, aunada a una manifiesta carencia de visión estratégica centrada en la defensa de los intereses nacionales, tiene al país hundido en un pozo de incertidumbre en torno al presente y al futuro colectivo.