Tras proclamar las leyes reglamentarias
Todos los cambios, aun los más ansiados,
llevan consigo cierta melancolía.
Anatole France
José Fonseca
Al proclamar las leyes reglamentarias de la reforma energética, culmina la tarea legislativa y un excepcional ejercicio de política, porque la política es negociar, y negociar significa también ceder.
Algunos se quejan porque apenas proclamadas las leyes reglamentarias el gobierno peñista ha empezado a tomar acciones. Es lo mejor, porque el reto de la reforma energética y de las otras reformas será traducirlas en políticas y acciones públicas.
El gran reto será empezar a mover en la dirección prevista la pesada estructura del gobierno federal. Que el enorme elefante empiece a moverse; cuando tome carrera, entonces ya nada podrá detenerlo.
Mas también será un gran reto superar los miedos que despiertan los cambios reales, no cosméticos, que las reformas peñistas introdujeron en la política, en la economía y, sobre todo, en la relación del Estado con los poderes fácticos que durante doce años tuvieron un día de campo.
Como dijo un empresario: “vivíamos en Disneylandia”, para describir la neoliberal desregulación que en términos reales significó una retirada del Estado de la regulación de las actividades económicas de la nación.
La desregulación fue una tendencia que poco a poco ha desacreditado la realidad, una apuesta que fracasó, porque si bien mantuvo la estabilidad macroeconómica —estabilidad que se ha prolongado por ya casi 18 años—, también es un hecho que la desigualdad y la pobreza no sólo no se redujeron, sino que, en los vaivenes de las turbulencias globales, se incrementaron.
En estricto rigor, muchas de las reformas impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto le devuelven al Estado la potestad universalmente aceptada de regular los agentes económicos.
Eso, claro, ha provocado disgusto de muchos sectores. Así se explican algunas de las críticas, las cuales, sin duda, van a arreciar, sobre todo en los próximos meses de intensa actividad electoral.
Por eso los funcionarios todos tienen poco margen para errores. Los más insignificantes serán magnificados. Es un forcejeo que se prolongará por uno o dos años más.
Y, como siempre, después de los reclamos iniciales, los agentes económicos se adaptarán al nuevo ambiente, más regulado.
jfonseca@cafepolitico.com