Abdiel Hernández
Lo que explica la dinámica mundial hoy, puede que en el corto plazo ya no lo haga. ¿Qué se puede decir entonces en un proceso de larga duración? En el que una serie de acontecimientos modifican estructuras tan antañas como el mismo sistema en el que se encuentran.
Fue suficiente una movida de piezas en el escenario mundial para comprender que no basta tener el ejército más poderoso del mundo y un complejo técnico-científico que lo acompañe, si no se cuenta con un plan que permita potencializar ese poderío; o si ello se ve limitado por las acciones que su rival desempeña con recursos no tan amplios, pero si con una capacidad creativa fundada en la estrategia.
La visita de Estado del presidente ruso Vladimir Putin a América Latina, en plena efervescencia mundialista, pone en jaque, después de casi dos siglos de vigencia, a la Doctrina Monroe (América para los Estadounidenses). No fue necesaria la movilización de un ejército o la incorporación de otros Estados o regiones para poner en duda la supremacía estadounidense, no sólo en lo que construyó como su área de influencia histórica, que es el Sur de su frontera geográfica, sino que también su posición de gendarme del mundo, inaugurada por George Bush padre en 1991.
La responsabilidad que se adjudica el gobierno estadounidense como representante de la hegemonía, a partir de entonces, la ha fundado más en su dominio militar que en el económico, el cual no deja, para nada, de ser importante, pero ha ocasionado que su poderío se vaya desgastando a ritmos acelerados y con asombrosa notoriedad, aun así no pierde su papel de privilegiado en el concierto internacional; para mantener su posición de dominio el gobierno estadounidense se ve obligado a obtener por todos los medios y de todos los lugares posibles, recursos estratégicos, que coadyuven a su papel de hegemonía, pero sobre todo, asegurarlos de América Latina; de no nutrir su complejo técnico-científico-militar-industrial, no podría mantenerse como el centro económico del mundo, por eso el uso de la fuerza, justificada o no por sus doctrinas, es una constante.
La forma de “cooperar” estadounidense se ha enmarcado históricamente en otorgar financiamientos impagables a través de su brazo financiero representado por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y sus compañías transnacionales, obligando a los gobiernos a adoptar reformas que permitan la fácil entrada del capital trasnacional, por un lado; en el otro, mediante su brazo militar, interviniendo de forma directa o indirecta, apoyando la implantación de dictaduras o financiando campañas para imponer presidentes favorables a sus designios, fabricando sistemas electorales ad hoc. Esta forma de coerción económica y militar ha llevado a los Estados Unidos a extender su frontera de control, a prácticamente todos los rincones del mundo; como se sabe, es capaz de responder a una agresión a sus intereses de forma inmediata.
El dominio total impuesto que creo un sistema de dependencia de los países del Norte, que solo han visto que lo único que crece son los niveles de desigualdad, trajo como consecuencia la búsqueda de alternativas al control estadounidense. El ascenso de gobiernos de representación popular en América Latina y el respaldo que siguen teniendo por parte de su población, son la muestra de la urgente necesidad en la región por darle un golpe de timón al rumbo de pobreza al que habían sido dirigidas sus naciones hasta entonces.
Hoy, se pueden observar más y diversas formas de cooperación en el mundo; la forma tradicional, enmarcada en la subordinación de uno sobre otro y que era uno de los fundamentos del viejo sistema, más allá de cuestionarse se comienza a transformar. Así, en aquellos lugares en los que se vio surgir el poderío estadounidense, ahora se observa que está en franca retirada. No hay más vigencia de la Doctrina Monroe.
Lo que inicia Vladimir Putin y consolida el presidente chino Xi Jinping, al visitar a naciones que su homólogo ruso no, como Venezuela, cierra una estrategia geopolítica euroasiática, más que simplemente rusa o china en América Latina. Ello marca la apertura a un mundo que ya no desea tener a Estados Unidos como su estandarte. Es muy temprano para decir que el sistema mundial entró ya a un orden multipolar, que se tiene que construir, no solo en las relaciones de poder, sino también el las formas de pensar. Para ello, es necesario comprender que las nuevas Relaciones Internacionales no están fundadas en estructuras de dominación/subordinación, sino en una nueva forma de cooperación, que sea incluyente y que resuelva la crisis multidimensional en la que se encuentra el moderno sistema mundial, sólo así se dirá que se ha avanzado en la construcción de un nuevo orden.
De esta manera se observa que, la creación de nuevas prácticas de financiamiento, como la basada en divisas de los países que conforman el BRICS, aunado a la construcción de un Canal Interoceánico en Nicaragua, o de cooperación energética, son el principio para mostrar una nueva forma de cooperación. Pero que resulta aún insuficiente.
No habrá que olvidar que los acontecimientos deben también leerse en una coyuntura más amplia; el conflicto ucraniano que distancia a Rusia de la Unión Europea, para favorecer a los intereses energéticos estadounidenses que representa USAID en la nación europea, le da el impulso que le faltaba a los acuerdos que Vladimir Putin concretó en su gira en Latinoamérica. No fue de la noche a la mañana la creación de una alianza euroasiática/latinoamericana, las relaciones de subordinación impulsadas por EEUU en todas partes llevó naturalmente a acercar a estas dos regiones. Por ello, pese a tener Rusia menos elementos militares que los Estados Unidos, pudo crear alianzas en el terreno que, desde el siglo XIX, utilizó la Nación norteamericana como su área de influencia natural.
En este mismo orden de ideas, y aún pese a las sanciones impuestas a Rusia, tanto empresarios europeos como estadounidenses, insisten en que romper las relaciones con la potencia euroasiática sería catastrófico. Por ello, algunos sectores no le han hecho caso al mandato estadounidense, ejemplo de ello es que, en recientes fechas, la empresa petrolera ExxonMobil concretó su alianza con los rusos comenzando a perforar en el pozo del Mar de Kara. La explotación de los recursos en el Ártico ruso no es un asunto comercial, es de importancia geoestratégica, el llamado boom petrolero norteamericano no podrá sostenerse solamente con la explotación de las lutitas, es necesario para ellos hacerse de TODOS los territorios ricos en hidrocarburos, en donde sea que estén.
Si bien, a Rusia, que cuenta con las mayores reservas de gas en el mundo, no se le dejó de percibir como el principal enemigo estadounidense, y se le ha ido cercando paulatinamente mediante la intervención militar atlántica en puntos estratégicos, se confirma que la Guerra Fría sigue latente, por otros medios. Los estados latinoamericanos deben comprender que en el juego de intereses geopolíticos, pueden, por un lado ser utilizados como herramienta de cambio y de dominio, o por el otro conformar un bloque que permita una nueva forma de entendimiento entre las naciones. Latinoamérica está ante la posibilidad de comenzar a cerrar los espacios que nutren el poderío hegemónico, pero también tiene de frente, un horizonte que abre la posibilidad histórica para cambiar el rumbo de las Relaciones Internacionales y para ello, parafraseando a Rafael Correa, presidente de Ecuador, “América Latina no pedirá permiso a Estados Unidos” ni a alguien más.
Investigador y Catedrático de la FES Aragón