Sara Rosalía
A Julio Cortázar lo bromeaban llamándole el escritor más grande del mundo porque una afección lo hacía seguir creciendo como un eterno adolescente. Cuando Fuentes va a conocerlo, le pide al joven que le franquea la puerta: pibe, háblale a tu padre y el escritor tiene que identificarse como Julio Cortázar. Era tan traga-años que sus amigos le apodaban Dorian Gray.
Nació en Bruselas (el 26 de agosto de 1914) y sus padres lo llevaron a su patria, Argentina, a los cuatro años. En 1981 aceptó la nacionalidad francesa que le ofreció el Presidente Mitterrand y el escritor dijo que la aceptaba para hacer que se escuchara más la voz de los latinoamericanos.
Amaba el jazz y el boxeo
Amaba el jazz. Su cuento más célebre es El perseguidor en que se evoca, con el nombre de Johnny Carter, a Charlie Parker, su jazzista favorito. Decía que una leyenda cuenta que Dios le dio el ánimo vital al mundo al soplar en el pico de un pajarito, Cortázar supone que si el que lo hizo hubiera sido Louis Armstrong, el mundo sería mucho mejor. Cuando murió Cortázar, García Márquez lo evocó en un texto que tituló: el argentino que todos queríamos. Ahí recordó, que una noche iban en una viaje largo en tren, García Márquez, Fuentes y Cortázar. Rendidos de cansancio a eso de la una de la mañana decidieron irse a dormir, pero a Fuentes se le ocurrió preguntarle algo a Cortázar sobre el jazz y cuenta el colombiano que se fueron a dormir a las once la mañana.
También le gustaba el box y como prueba, entre otros, su cuento sobre Mantequilla Nápoles, pero su frase más memorable, creo, es aquella que dice que cuando vio boxear a Luis Ángel Firpo comprendió lo que era la antimateria, porque cuando el contrario trataba de golpearlo, el cuerpo de Firpo que estaba, ya no estaba ahí. Así que uno ya no sabe si lo que le gustaba era el boxeo o la Filosofía o mejor dicho más que la Metafísica, la Patafísica, la de Alfred Jarry. Cortázar sostenía, lo que se convirtió en su frase más famosa, que la novela se gana por puntos y el cuento por knockout. Decía también que el cuento era una carrera contra el reloj.
Julio Denis
Sus primeros escritos, poesía y una obra de teatro, las firmó con el seudónimo de Julio Denis, porque su padre, del mismo nombre, no quería que lo avergonzara.Era hipocondríaco, cuenta que apenas se mencionaba un viaje lo primero que empacaba eran sus medicinas. El cuento en que a un personaje le salen conejos por la boca surgió a raíz de que sentía que tenía pelos en la garganta, aunque los médicos nunca encontraron nada. Padecía la obsesión de buscar cucarachas en la comida, esta afección la exorcizó cuando escribió “Circe”.
El tema del doble
El tema del doble le obsesionaba. En “Lejana”, una novia va a Budapest y al cruzarse en un puente con una pordiosera se convierte en ella. En otro, un visitante a un acuario contempla a un ajolote y de repente, ya es el ajolote que ve al visitante. En uno más, un joven se accidenta en Roma para descubrir al final que es un guerrero mexicano muerto en la guerra florida.
Aseguraba Cortázar que sus cuentos fantásticos tenían una base científica y no entendía cómo un habitante del siglo XX ignoraba la teoría de la relatividad de Einstein. Sus teorías del tiempo, que parecen tener una deuda con Bergson, aseguraba que tenían que ver con la ciencia y no sólo con la filosofía.
Su lenguaje es siempre coloquial, muy argentino. Se burla de los suplementos culturales de su país que considera pedantes y porque lo mencionan tanto le pone a su gato el nombre de “T. W Adorno”. Cuando se va a embarcar a Europa, desde la borda le grita a los amigos que lovan a despedir: muchachos, maten a Borges. De hecho, admira a Borges y explica que el grito quiso decir que deben superarlo en el valor literario.
Admiraba, y mucho, a Lezama Lima. De hecho, su ensayo fue el punto de arranque del reconocimiento del cubano y fue responsable, junto con Carlos Monsiváis, de la edición mexicana, la de Editorial Era, de Paradiso.
Era lector de Julio Verne y fue maestro, de joven, de literatura francesa. Fue traductor de la Unesco.
El se sentía condenado a muerte, pero su última esposa, la fotógrafa Carol Dunlop, muere antes que él. Se dice que la lituana UgnéKarvelis, que también fue su pareja, influyó en él sus ideas políticas. Su esposa de toda la vida fue la traductora Aurora Bernárdez y cuando enfermó Cortázar de leucemia, ella, ya muerta Carol Dunlop, lo cuidó y el escritor la nombró su heredera.
