Periodismo acosador

 

 

 

No busquemos solemnes definiciones de la libertad;

la libertad es sólo esto: responsabilidad.

George Bernard Shaw

José Fonseca

La transición a la democracia ya ocurrió, ha dicho José Woldenberg. Negarlo es cosa de necios. Con la democracia llegó su protagonista principal: la libertad de expresión.

La libertad de expresión se ejerce sin limitaciones desde hace más de 18 años, pero ha sido en la última década cuando se ha practicado con la libertad propia de todas las democracias.

Quizá es tiempo para que todos quienes ejercemos la libertad de expresión nos detengamos a reflexionar, respiremos hondo y decidamos si no estamos olvidando la responsabilidad.

Vale recordar que el ejercicio de la libertad de expresión no es inocuo si olvidamos el ingrediente de la responsabilidad.

Hace más de diez años, la revista The New Yorker publicó un ejercicio académico que involucró a reporteros y editores. Se le planteó a un reportero la hipotética situación de que viviera durante la Segunda Guerra Mundial y que cayera en sus manos la información que daba horas y días de salidas de algunos de los convoyes que llevaban hombres y equipo bélico a Europa. Si publicara la información y se enterara el enemigo, los convoyes fueran interceptados y hundidos varios barcos con la pérdida de muchas vidas, ¿no sentiría alguna responsabilidad?

No, respondió el reportero, la responsabilidad sería de quienes ordenaron que salieran los barcos el día y a la hora que lo hicieron. La nota es la nota, explicó.

Aquí, en la ciudad de México, hace dos semanas se acusó a un niño de diez años por acoso escolar, el famoso bullying. Los padres de familia pidieron su expulsión. Los medios cubrieron ampliamente el caso, mostrando a la madre llorosa por lo ocurrido.

Las autoridades educativas decidieron cambiar de escuela al niño y darle ayuda sicológica. Los medios puntualmente dieron seguimiento al caso, al extremo que procuraron averiguar a qué plantel cambiaron al niño. Hasta ahí fueron para conocer la reacción de los padres de familia de la nueva escuela. El resultado fue el normal. Exigieron que no se le admitiera. Y ha empezado un calvario para el niño, para su madre y para la familia.

Es muy periodística la nota, sin duda, pero uno debe preguntarse si la persecución de una nota vale la pena dañar a toda una familia. Más importante aún, ¿vale una nota dañar la vida de un niño de diez años, una vida que apenas empieza?

Aunque sea muy periodístico el seguimiento, ¿en qué momento los reporteros nos convertimos en acosadores de un niño de diez años?

Es sólo una reflexión, a la cual nos llevó aquella frase que escuchamos del viejo reportero de televisión Dan Rather, quien dijo en una conferencia en España: “Todos los países están importando lo peor de la práctica del periodismo de Estados Unidos: el periodismo espectáculo”.

Vale la pena repensar nuestro rol, pero sobre todo, vale la pena reflexionar cuál es nuestra responsabilidad, nuestra profesional rendición de cuentas.

 

                                                                                  jfonseca@cafepolitico.com