En la ciudad de México, un 20 de agosto de 1914
¡Con los crímenes registrados en la capital,
Nerón se horrorizaría!
Álvaro Obregón
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Hace una centuria, concretamente el 20 de agosto de 1914, al ver desfilar por sus céntricas calles y avenidas al nutrido Ejército Constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza, la capital del país fue testigo de la restauración de la Constitución de Liberal y las Leyes de Reforma.
Atrás quedaban los aciagos días de terror, desencadenados desde la Decena Trágica, alentada por el sanguinario Victoriano Huerta y su cohorte de ambiciosos y ladinos aduladores que, con el apoyo del desmedido embajador estadunidense, dieron muerte a la democracia conferida por el voto popular en la figura del presidente Francisco I. Madero y su compañero de fórmula, el vicepresidente José María Pino Suárez, el 22 de febrero de 1913.
A partir de ese momento, la ciudad fue escenario de los más abyectos crímenes que se hayan registrado en la historia de la capital, de ellos fueron víctimas indiscriminadas tanto los humildes trabajadores que luchaban por la restauración de las garantías individuales que habían sido suspendidas fácticamente por el poder de las armas, como representantes populares del valor del senador Belisario Domínguez y el grupo de diputados que fueron mártires de la ley fuga, demócratas fervientes cuyo único delito estribó en oponerse a las felonías perpetradas por Huerta y sus secuaces.
La entrada triunfante del Ejército Constitucionalista a la capital del país representó para sus habitantes el anhelado triunfo de la institucionalidad sobre un régimen espurio y dictatorial, fincado en la traición y en la sangre inocente de muchos capitalinos, para quienes la destrucción del Reloj Chino y los muros derruidos por los obuses o salpicados por la metralla, eran los mudos testigos de la barbarie que impuso Huerta, El Chacal, como era conocido por quienes lo padecieron o lo adularon.
Desde su estado natal, el gobernador de Coahuila —Carranza— se levantó en contra del golpista Huerta y supo aglutinar en torno a la defensa de la Constitución, un frente opositor que, bajo su serena conducción, pudo superar divergencias de fondo y de mando que, a pesar de haber aflorado en diversos momentos de los avances militares y las adhesiones políticas, permitieron que el 13 de agosto de 1914 el huertismo transigiera con el imparable movimiento revolucionario en el poblado de Teoloyucan en donde pactó la rendición y entrega de la ciudad.
Un día más tarde, Obregón —el llamado General Invencible— ocupó la capital del país y dispuso los preparativos para recibir al jefe del Ejército Constitucionalista, Carranza, y a su Estado Mayor, con el honor y decoro inherentes a la restitución del orden constitucional. Durante esos días, el sonorense pudo constatar en las calles de la ciudad las fechorías cometidas en contra de la población durante la usurpación huertista, crímenes que, como expresara el curtido militar sonorense, horrorizarían por su barbarie al propio emperador Nerón.
