A un mes
Mireille Roccatti
Cuando el lector tenga a la vista este texto, estaremos a un mes de la presentación del II Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto; la ocasión es importante por muchos motivos, estimo que es el momento de recuperar la esencia de este acto de gobierno republicano.
La obligación del titular del Ejecutivo federal de informar a su pueblo, a los gobernados, a los ciudadanos, por conducto de sus representantes electos y que conforman el Poder Legislativo. Ante el Congreso, asiste a informar del estado que guarda la administración el presidente de la republica, en un acto de rendición de cuentas del ejercicio del mandato del cual fue investido por el pueblo.
En la historia de México, este evento pleno de ejercicio republicano se realizó con apego al mandato legal y constituyó en la época juarista ejemplo de colaboración y control entre poderes, llevando a tope los equilibrios entre poderes, sin simulaciones, ni subordinaciones de los legisladores al Ejecutivo. Posteriormente, vino el vasallaje porfirista y luego en el siglo pasado, al imponerse un presidencialismo fuerte en el texto constitucional de 1917, combinado con la real politik de un partido casi único, en donde la mayoría parlamentaria y el presidente en turno pertenecían a la misma formación política, se desvirtuó casi totalmente.
Algunos años debe tener el lector que recuerde la liturgia creada por los últimos regímenes revolucionarios, e incluso la necedad de aferrarse a ese ceremonial desgastado por los últimos gobiernos neoliberales del viejo PRI.
El Informe anual del presidente de la república, en el siglo pasado, se desarrollaba en un ambiente faraónico, donde el tlatoani tenía a bien dirigirse a la nación, para hacerle conocer todas las acciones de gobierno emprendidas, las obras públicas realizadas, los desvelos y fatigas que por el bien de su pueblo había realizado el “señor presidente”; en el maratónico acto, que solía durar horas interminables, se enumeraban hasta el número de semáforos, metros de banquetas y jardineras construidas por el gobierno, la lectura del farragoso documento se veía constantemente interrumpido por los aplausos del “todo México” reunido en el recinto parlamentario.
El evento, antes y después de la lectura del Informe, preveía que el presidente condescendiera a alternar con las masas, y a bordo de un auto convertible, recibiera los vítores y aplausos de los acarreados de la clase obrera, los campesinos y clases populares corporativamente organizados por el partido oficial, sin descontar la clase patronal, aunque ésta acudía presurosa al besamanos posterior que tenía lugar en Palacio Nacional.
Los últimos años del siglo XX y los primeros del actual nos permitieron testimoniar una descomposición de este acto de rendición de cuentas, en el cual, pendularmente, como somos los mexicanos, algunos actores políticos lo trastocaron en abuso de su fuero legislativo, y con total impunidad se dedicaron a insultar, faltar al respeto e incluso vejar al titular del Ejecutivo federal en turno, hasta el extremo de negarle el acceso al interior del palacio legislativo.
En esta ocasión, esperemos que tanto el presidente de la república, como los legisladores, actúen con sobriedad y seriedad republicana, que honren sus cargos y que el pueblo de México escuche los avances, logros y resultados de estos primeros 19 meses de gobierno, y que después, los legisladores examinen, critiquen, cuestionen y en su caso resalten las acciones de política pública.
El régimen del presidente Enrique Peña Nieto estará en posibilidad de informar de la concreción de las legislaciones secundarias de importantes reformas constitucionales en materia de telecomunicaciones y energética, principalmente. Lo hará en un marco de polarización respecto de sus alcances y contenidos, pero seguramente evitará un tono triunfalista. Podrá también informar de avances en materia de seguridad, de importantes logros en construcción de infraestructura. En el caso del sector agroalimentario, de un aumento en la producción, de la disminución de un 40% de la balanza comercial agroalimentaria, de un crecimiento sectorial superior al promedio nacional.
Es quizá en el parte del desempeño económico donde se encontrarán los resultados más magros, aunque çéestos superen el promedio ponderado de las últimas tres décadas, sólo que juegan en su contra las expectativas generadas al inicio de su gobierno. Y poco hemos de vivir si no vemos y escuchamos, por un lado, los aplausos fáciles y, por otro, las críticas irreductibles sin fundamentos ni argumentos. Pero conviene tener presente, que todo lo que se opone, sostiene.