La enfermedad sigue siendo la misma

Yazmín Alessandrini

No nos engañemos, el actual infierno que se vive en Michoacán no es culpa de ningún partido político, como lo señaló a mediados de semana el senador priista por Hidalgo Omar Fayad. Los responsables del inaudito nivel de corrupción (detonante principal de cánceres como el narcotráfico, la violencia, la inseguridad, el desempleo y hasta la expulsion de migrantes) que se respira en aquella entidad que fuera cuna del prócer José María Morelos y Pavón, cierto, no son ni el PAN, ni el PRD, ni el PRI…

Los culpables, no le demos más vuelta al asunto, son los individuos. Sí, los hombres. Los perversos, los corruptos, los ambiciosos, los mentirosos, los delincuentes y ésos, permítanme señalarlo, no llegaron para hacer de las suyas en Michoacán hace unas cuantas semanas, o hace siete meses, o de un par de años a la fecha. Estos desdichados le apostaron a la implosión del estado mínimo hace un par de décadas. Y le apostaron por una simple y sencilla razón (bueno, dos): el poder y el dinero o el dinero y el poder, aquí el orden de los factores no altera el producto.

Las dos más recientes, el aseguramiento de El Gerber (Rodrigo Vallejo Mora, hijo del exgobernador Fausto Vallejo) y el auto de formal prisión contra Jesús Martínez Pasalagua, exdiputado federal priista y líder transportista en Michoacán, ambos señalados de hablarle al oído a Servando Gómez, La Tuta, líder del cártel de Los Caballeros Templarios; sólo abonan a la inmediatez de la coyuntura, como las rayas más recientes de un tigre que de mucho tiempo atrás se alimenta con la misma comida. Al final del día sólo cambian los nombres, sólo cambian los rostros. Pero la enfermedad sigue siendo la misma.

¿Cuándo comenzó todo esto? Es la pregunta de los 64 mil. Como todo mal grave, siempre hay un punto de infección y el del cáncer michoacano lo podemos encontrar muy seguramente durante el sexenio de Víctor Manuel Tinoco Rubí (1996-2002), cuando irrumpe en la escena el llamado cártel de El Milenio o de Los Valencia, que con la complacencia y complicidad de los hermanos García Torres (Antonio y Jorge Eduardo), secretario de Gobierno y procurador estatal, sentaron sus reales en territorio michoacano. Posteriormente aparecerían Los Zetas (brazo armado del cártel de El Golfo), La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios y La Tercera Hermandad, quienes se asentarían y consolidarían ante el disimulo y tolerancia de Lázaro Cárdenas Batel, Leonel Godoy Rangel y Fausto Zapata.

¿Cambiará en algo con las detenciones de Arquímedes Oseguera, Jesús Martínez Pasalagua, Jesús Reyna, Omar Soto y las que vengan?; ¿servirá de algo llamar a declarar a El Gerber y desenmascarar, de una buena vez, sus mentiras, las de su padre y colaboradores?; ¿volverán a vivir en paz y tranquilidad los michoacanos?

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