Las armas nucleares son consideradas armas de destrucción en masa, categoría en que también se incluye a las armas químicas y las armas biológicas, no obstante las claras diferencias que existen entre cada una de ellas. De las tres, sin embargo, las armas nucleares han sido usadas una sola vez en el campo de batalla, concretamente el 6 y el 8 de agosto de 1945, cuando Estados Unidos lanzó sendos artefactos contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy es sabido que Japón, enemigo de Estados Unidos en la contienda, estaba por capitular, pese a lo cual Washington decidió atacar con armas nucleares al país asiático. Se especula que si bien era un acto innecesario, en realidad esta acción tenía un destinatario distinto de Japón: la Unión Soviética, rival y antagonista de los estadunidenses, que emergía fortalecido al haber soportado gran parte de la conflagración, y que, posteriormente, avanzó sobre Alemania, posibilitando el retiro germano del propio territorio soviético y de Europa Oriental.
Estados Unidos vislumbraba que pese a la destrucción material y humana que padecía la URSS, ésta tenía aspiraciones de liderazgo a nivel global, por lo que era importante que Washington dejara en claro a los soviéticos, que contaba con un arma dotada, además de capacidades destructivas, de una notable relevancia política.
Así, en los años que siguieron a la culminación de la segunda guerra mundial, la URSS se las arregló para hacerse del secreto atómico, lo que consiguió en 1949. A partir de ahí se generó un “equilibrio de terror” amparado en el efecto disuasivo de las armas nucleares. Estados Unidos sabía que, si recurría a las armas nucleares para enfrentar a la URSS, ésta se encontraba en condiciones de contraatacar con capacidades letales similares.
Las armas nucleares que poseían Estados Unidos y la URSS eran vistas, entonces, como un símbolo de poder y estatus. Por ello, la posibilidad de que otras naciones buscaran adquirirlas era plausible. Estados Unidos, de hecho, apoyó a la Gran Bretaña para que contara con su propio arsenal nuclear. Francia, no queriendo depender de la protección de Washington, pese a ser aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), optó por desarrollar su propio programa nuclear.
Un poco después, la República Popular China se convirtió en potencia nuclear a fin de contar con capacidades disuasivas propias frente a sus vecinos. En 1974, India, con quien Beijing había sostenido una contienda en 1962 que fue humillante para Nueva Delhi, efectuó su primer ensayo nuclear. Hacia 1998 Paquistán, con quien India ha mantenido diversos conflictos y desencuentros prácticamente desde 1947, hizo diversos ensayos nucleares para mostrar al mundo que ya era una potencia nuclear. El caso de Israel es especial, porque Tel Aviv no afirma ni niega que tenga capacidades nucleares.
Sin embargo, desde los años 60, los propios servicios de inteligencia de la Unión Americana descubrieron las instalaciones de Dimona, que albergan al programa nuclear israelí. Por último, el país que de manera más reciente ha concretado un programa nuclear es Corea del Norte.
Como se observa en el cuadro anexo, son nueve los países reconocidos como potencias nucleares en el mundo del siglo XXI. Se estima que el inventario total de cabezas nucleares, desplegadas o no que hay en el mundo. ronda las 16 300, suficientes para destruir al planeta decenas de veces.
¿Cuál es el estatus de las armas nucleares en posesión de estos nueve países? Las reducciones más significativas han ocurrido en Estados Unidos y Rusia, debido a las negociaciones bilaterales efectuadas al amparo del Tratado sobre las Medidas para la Reducción Futura y la Limitación de las Armas Ofensivas Estratégicas (también conocido como el “nuevo tratado START”). Empero, en la década actual, las reducciones de los dos países proceden con notable lentitud, a diferencia de lo visto anteriormente. Asimismo, las dos naciones cuentan con amplios programas de modernización para las armas nucleares restantes, incluyendo sistemas vectores e instalaciones para su producción.
En el cuadro anexo se observa que las armas nucleares que poseen los restantes siete países son menores respecto a Washington y Moscú, si bien todas esas naciones están desarrollando nuevos sistemas de armamento nuclear o al menos han dado a conocer sus intenciones de hacerlo a la brevedad. De hecho, la República Popular China, India y Paquistán abiertamente realizan un proceso de ampliación de sus capacidades nucleares. Israel está a la espera de la suerte que pueda correr el programa nuclear iraní.
Otro hecho a destacar es que Estados Unidos y Rusia se han tornado menos transparentes a propósito de la difusión de los datos sobre las reducciones de sus arsenales y sobre sus programas nucleares en general. Si bien Moscú proporciona información a Estados Unidos, en virtud de los compromisos adquiridos en el tratado START, no lo hace ante el resto de la comunidad internacional. Washington, por su parte, ha dejado de divulgar información detallada sobre los arsenales nucleares chino y ruso, aparentemente en un esfuerzo por mejorar las relaciones con esas naciones.
Lo cierto es que tan preocupante como la existente de 16 300 cabezas nucleares, lo es también la posibilidad de que pudiese ocurrir un incidente que desencadenaría una catástrofe. Concretamente se piensa en lo ocurrido en la Planta Nuclear de Fukushima, con motivo del terremoto de más de 9 grados que sacudió a Japón el 11 de marzo de 2011.
Las averías que sufrió esa planta destinada a la generación de electricidad (esto es, se trata del empleo de la energía nuclear con fines pacíficos) arrojan dudas sobre la posibilidad de que algo similar ocurra con los arsenales en posesión de los nueve países referidos. Un fenómeno natural, un acto terrorista, una avería, plantean un escenario de miles de víctimas a quienes la comunidad internacional no podría apoyar ni rescatar, debido al riesgo que implica para las personas exponerse a la radiactividad.
De ahí que diversos organismos humanitarios, tanto intergubernamentales como no gubernamentales, bajo el liderazgo de México y Noruega, busquen avanzar en la desnuclearización más allá del significado que ello tendría en materia de desarme, y están apoyando fuertemente el argumento de que una catástrofe nuclear haría inviable atender la crisis humanitaria que sobrevendría a continuación. Gran planteamiento, sin duda, ante el cual será muy interesante escuchar lo que los países que poseen armas nucleares tienen que decir.