BELLAS ARTES
Sir Richard Attenborough (1923-2014)
Mario Saavedra
Hijo de un maestro y rector universitario, Richard Attenborough (Leicester, Inglaterra, 1923) estudió y fortaleció su vocación en la Real Academia de Arte Dramático de Londres, antes de debutar como actor en la famosa cinta Sangre, sudor y lágrimas, de David Lean y Noël Coward, en 1943. Tras combatir en la Segunda Guerra Mundial en la RAF, en una convulsa experiencia que irremediablemente marcaría su actividad artística y creativa ulterior, a su regreso sería contratado, en exclusiva, por los hermanos Roy y John Boulting, para su compañía la Carta Film Productions, en la que se convirtió en una maravillosa escuela de formación actoral sobre todo en el terreno de la comedia.
Actor prolífico y versátil, con esa recia personalidad muy en la línea de la interpretación inglesa, hizo a lo largo de su extendida carrera cerca de setenta películas de muy diversa manufactura, en su mayoría en Inglaterra y Estados Unidos, dentro del mercado anglosajón, con títulos interesantes en su haber como por ejemplo El amargo silencio,de Guy Green, en 1959; o La gran evasión,de John Sturges, en 1962; o El Yang-tsé en llamas,de Robert Wisé, en 1966; o El estrangulador de Rillington Place, de Richard Fleischer, de 1970; o El factor humano, de Otto Preminger, de 1978. En una brillante carrera cinematográfica que cubrió prácticamente más de seis décadas, con un palpable interés en todos los apartados y registros del quehacer fílmico que vio desarrollarse y con el cual contribuyó de manera notable, la industria británica tuvo siempre en Attenborough a uno de sus más entusiastas promotores.
Primera gran apuesta
A comienzos de los sesenta creó, con el actor y director Bryan Forbes, una productora con la que harían varios proyectos conjuntos. Periodo en el que por otra parte echó a andar su segunda pero no menos firme vocación paralela como realizador, debutó en 1969 con la sátira musical Oh! What a lovery war —a partir de una obra teatral homónima de Joan Littlewood—, con la invaluable fortuna de descubrir además que por esta vía podía ir explayando, con mayores claridad y soltura, sus hondas preocupaciones en torno a los llamados grandes temas que difícilmente podían encontrar cauce de expresión a través de proyectos ajenos donde sólo aportaba su ya probado talento histriónico. Así vendrían grandes y desiguales producciones como El joven Winston, de 1972, sobre los años de juventud del Winston Churchill, y Un puente lejano, de 1977, en torno a la para él especialmente dolorosa derrota aliada en Holanda durante la II Guerra Mundial.
Su primera gran puesta de unánime reconocimiento internacional, con importantes premios, fue Gandhi, de 1982, personal biografía del líder de la no-violencia hindú, que por sus amplias proporciones e impecable manufactura se erige como uno de los más ambiciosos grandes murales históricos del quehacer fílmico, de notable cuidado en todos los rubros artísticos y técnicos. Con Ben Kingsley en una soberbia caracterización de Mahatma Gandhi, y actuaciones no menos destacadas de Candice Bergen, Edward Fox, John Gielgud, Trevor Howard, Martin Sheen y un joven Daniel Day-Lewis, entre otros nombres de prestigio dentro de un reparto estelar, entre otros de los varios rubros reconocidos se contó la banda sonora del célebre músico hindú desaparecido Ravi Shankar (en coautoría con George Fenton), una esteticista fotografía de Billy Williams y Ronnie Taylor, y por supuesto el bien documentado y espléndidamente escrito guión de John Briley. La consagración definitiva de Sir Richard Attenborough, Gandhi arrasó en la entrega de los Oscar de su año, obteniendo un total de nueve premios, de las diez categorías —las más importantes— en que fue nominado, entre ellas, las de Mejor Película y Mejor Director.
Después de los más convencionales y relajados Magic y A chorus line, policiaco y musical de 1978 y 1985, respectivamente, no menos interesante resulta en cambio su drama Grita libertad, de 1987, sobre la situación de marginación de la población negra en Sudáfrica. A partir del estrecho vínculo de amistad surgido entre el relevante activista de color Steve Biko y el periodista de raza blanca Donald Woods (por cierto, autor de la novela fuente), interpretados de manera formidable por Kevin Kline y Denzel Washington, este actor y director se detiene con agudeza en este semillero de la lucha contra el apartheid, volviendo a mostrar su honesto interés por los derechos humanos y los movimientos sociales tras su consolidación.
Chile, dulce y manteca
Sin dejar de aparecer como actor principal o secundario en películas de diferente manufactura (los dos Parque Jurásico de Steven Spielberg y el Hamlet de Kenneth Branagh, por ejemplo), Richard Attenborough es autor también del libre biográfico Chaplin de 1992 y el hermoso largometraje de época shadowlands de 1993 (con Anthony Hopkins y Debra Winger), dentro de una amplia e irregular filmografía donde hay —para todos los gustos— de chile, de dulce y de manteca. De este importante personaje del quehacer cinematográfico del siglo XX nos queda, sin embargo, su capacidad desborda de trabajo, y por su profundo amor por un arte que se nutrió con sus apuestas múltiples y diversas. ¡Descanse en paz!
