Patricia Gutiérrez-Otero
Así como el actual gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, en 2010 llegó a ocupar ese puesto impulsado por una coalición partidista: PAN, PRD, Convergencia y Nueva Alianza, aunque sus raíces están en el PRI, ahora una unión de diversos sectores poblanos se unen para pedir, entre otros puntos, su rotunda destitución.
A través de difíciles y esforzadas pláticas, el Sindicato de la Unión Nacional de Trabajadores de Puebla (UNTP), el Frente Amplio Social (FAS), el Frente Poblano Contra la Represión, el Sindicato de Telefonistas, los Sindicatos de Hospitales, las Organizaciones Sociales, los Gremios Campesinos, los Detractores de Megaproyectos que se construyen en el Estado, los Detractores de los Proyectos de Muerte en la Sierra, los Detractores del Gasoducto, los Detractores de la Privatización del Agua, el partido Morena, el Proyecto Integral Morelos (PIM) afectados por las nuevas leyes votadas al vapor, etcétera, lograron, después de cambiar fechas y acuerdos varias veces, llegar a acuerdos mínimos para unir de diez mil a quince mil personas de diversos sectores socioeconómicos contra un político, su camarilla y el tipo de Estado al que representa.
Los abusos de poder se habían acumulado a lo largo de estos cuatro años. Iniciando con despilfarros en uno de los estados más pobres de la República, así como con mano especialmente dura contra los medios de comunicación y contra sus opositores lo que desembocó en la dramática “Ley bala” que hace un mes causó la muerte cerebral de un adolescente de 13 años. Quizás es más que anecdótico recordar que el abuelo del flamante gobernador Rafael Moreno Valle, General cuyo nombre lleva, fue gobernador del Estado de Puebla y Secretario de Salubridad y Asistencia durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz. El autoritarismo del Partido Revolucionario Institucional, y otras malas mañas, se bebe en la leche materna.
A lo anecdótico se suma lo simbólico, capaz de unir a grupos e individuos que defienden diversas causas y por diferentes razones. En estos momentos en que poco nos conmueve y mueve, la inocencia en potencia que hay en un niño inerme, económicamente pobre, desheredado social, logró que muchos grupos opositores al gobierno (lo que normalmente se llama ser de izquierda) se movilizaran a pesar de sus tantas diferencias y que marcharan juntos hasta el centro de la ciudad.
Unirse para conseguir fines comunes es algo indispensable en México; algo que todavía podría revertir el proceso prometeico al que quieren catapultarnos las reformas peñistas sin querer darse cuenta que es de noche y que ni él ni nadie sabe hacia dónde apunta este movimiento triunfalista de un fuego que puede encender, pero también incendiar y exterminar.
Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se revisen a fondo y dialógicamente todas las reformas impuestas por el gobierno, que las izquierdas se unan en mínimos comunes.
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