Desde las 7.00 a las 22.00 horas locales, los residentes mayores de 16 años en Escocia participarán este jueves en el referéndum para decidir si se independiza o sigue siendo parte de Reino Unido, luego de 300 años de pertenecer a él; una situación política que ha generado polémica en los británicos, pero además en toda Europa y Estados Unidos por las consecuencias geoestratégicas que se prevén.
Gane el “sí” o gane el “no”, los escoceses cambiarán con el referéndum de la faz del Reino Unido: Escocia se declarará independiente o se transfigurará con una mayor autonomía. La cita promete relaciones entre el país de los escoceses y sus vecinos del sur, que cambiaron una decena de veces en mil 400 años. Desde hace tres siglos, Escocia está unida a Reino Unido por el Acta de Unión de 1707.
La victoria del “sí” supondría un éxito personal del presidente regional de Escocia, Alex Salmond, amante de las apuestas; el jefe del gobierno regional será el más beneficiado sea cual sea el resultado que arrojen las urnas. El economista, de 59 años, ha sabido despertar una empatía con los escoceses, de los que, desde hace 20 años, sólo un tercio compartían su sueño “de un nuevo país entre los 20 más ricos del mundo”.
Salmond no se conformó con imponer al gobierno central su referéndum, también lo forzó a prometer que concederá nuevas prerrogativas, sobre todo fiscales, al Parlamento regional en caso de que entre las papeletas haya más “no”; los dirigentes de los partidos conservador, laborista y liberal-demócrata ya han hecho el juramento.
De ser más los “sí” que los “no”, la independencia se proclamaría el 24 de marzo de 2016 y Escocia entraría en una negociación de 18 meses con Gran Bretaña para decidir la repartición del petróleo en el Mar del Norte. Escocia también tendría que resolver su pertenencia a la Unión Europea y, aunado a eso, el destino de la principal base de submarinos nucleares.
Sin embargo, Escocia seguirá siendo una monarquía e Isabel II su reina, como lo es todavía de Australia o Canadá y los escoceses añadirían la nacionalidad escocesa a la británica.
Según el gobierno escocés, que promueve la independencia, el país seguirá usando la libra esterlina, aunque Londres insiste en que no aceptará una unión monetaria por lo que tendrían que crear un sistema monetario o unirse a uno establecido, como el euro; desde un principio la campaña de independentistas han señalado que las promesas para Escocia son insuficientes.
“La mayoría de los juristas coinciden en que un Reino Unido sin Escocia sería un Estado que se mantendría como miembro de la Unión Europea y de la OTAN, y conservaría su sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU, incluso aunque deba cambiar de nombre” y bandera, considera el periodista y escritor Peter Riddell, “Pero estas son casi las únicas seguridades”.
El primer ministro británico, David Cameron, advirtió que se tratará de un “divorcio doloroso” más que de una “separación amistosa”; la suerte del jefe de gobierno británico, que espera ser elegido para un segundo mandato en mayo de 2015, no está asegurada, pero si gana el “sí”, los analistas consideran que las opciones de Cameron serían la dimisión, un voto de confianza o elecciones anticipadas.
“Si las cosas salen mal, el primer ministro debe hacer lo honorable”, advirtió el diputado tory Andrew Rosindell. Por su parte el constitucionalista Vernon Bogdanor indicó que “Los dirigentes políticos de todos los partidos van a pagar”, pero el “chivo expiatorio más probable sería el primer ministro”.
Ventaja del “no”
Los resultados se conocerán este viernes por la mañana. Una encuesta de Ipsos Mori publicada hoy revela una ventaja del 6% al no, un 53% frente al 47% del sí; un 4% conforma a los indecisos.
Se espera una multitud de votantes -se han formado grandes filas a las afueras de los lugares electorales-; los datos del voto por correo confirman esa percepción: un 80% de los 790 mil ciudadanos que pidieron votar a distancia ya ejercieron su derecho, que son apenas el 10% de la población aunque ocupan un tercio del territorio de Gran Bretaña.
El tramo final de la campaña ha desatado acusaciones de corrupción por ambas partes, así como la movilización del establishment de Londres para evitar que los escoceses se vayan. Las encuestas revelan que se acabarán quedando, pero los indiferenciados márgenes de casi todas ellas y el ascenso del sí en las últimas semanas de campaña hacen que el resultado sea impredecible.
El 97% de los escoceses que tenían derecho a registrarse, 4 millones 285 mil 323 personas se apuntaron en el registro electoral, por lo que se espera que la participación sea por encima del 90%, lo que dará mayor legitimidad a una decisión que, si se acaba tomando por un margen muy estrecho, provocará polémica dentro y fuera de Reino Unido.
Uno de los primeros en votar fue el ministro principal escocés, Alex Salmond, “Es un momento extraordinario. Es una oportunidad que solo se presenta una vez en la vida”, declaró luego del depósito de su papeleta en la urna. El ex primer ministro británico Gordon Brown también ha sido uno de los primeros en ejercer su voto.
Turistas respaldan un “si”
El referéndum sobre la independencia de Escocia atrajo también a grupos de turistas catalanes, vascos, corsos y canadienses que han mostrado interés en el histórico proceso electoral; por las calles de esta ciudad, un grupo de personas porta banderas catalanas, vascas, y corsas como un símbolo de solidaridad con el pueblo escocés, que marcharon hacia el parlamento de Holyrood.
Este referéndum “puede servir de ayuda y de empuje para que nos dejen hacer nuestra propia consulta en Cataluña”, señaló Iñaki Astaburuaga, quien también portaba la bandera vasca. Los independentistas están muy atentos al referéndum escocés porque consideran que una victoria del sí puede alejar algunas de las dudas que genera una Cataluña independiente, aunque Iñaki está convencido de que “Madrid no lo permitirá”.
Si el referéndum gana “sería un problema para Madrid que se niega totalmente” a una consulta el 9 de noviembre “porque si se perdiera Cataluña sería una pérdida económica y política importante”, indicó.
Otro participante, Xavier Suárez, comentó que se encuentra en Escocia para ser parte de “esta gran fiesta democrática”, Si los escoceses votan “sí el día de hoy, Europa tendrá que aceptar a un nuevo miembro en la Unión Europea”.
Un pequeño grupo de corsos agitaba la bandera de Córcega en señal de solidaridad hacia Escocia y en una muestra del nacionalismo corso; movimiento político que propone la secesión de la isla de Córcega de Francia para constituirse como estado soberano.
Un grupo de universitarios explicaban que apoyan la independencia “para quitarnos de encima el gobierno de Londres y sus políticas neoliberales” y que “Escocia es mucho más igualitaria que Inglaterra, o al menos eso nos gusta pensar. Aquí hay más sentido de justicia social”.
Así mismo, las encuestadoras han mostrado que los participantes en el referéndum toman una decisión de acuerdo a sus edades, la determinación de sus sexo y presencias políticas.
El grupo de edad más partidario a votar “sí” es el de los jóvenes de 25 a 34 años: un 57% votaría por la independencia, excluyendo a los indecisos, según la encuesta de ICM para The Guardian publicada el 12 de septiembre. Los más proclives al no son los mayores de 65, un 61% que votaría por quedarse en Reino Unido.
Las mujeres parecen más partidarias del “no”. Si se excluye a las electoras indecisas, un 55% votaría por permanecer en Reino Unido, según la encuesta de The Guardian. Entre los hombres, en cambio, según esa misma encuesta, gana el “sí” con un 52%.
En cuanto a preferencias políticas, los seguidores del partido conservador votarían firmemente por el “no”, un 97%; mientras que solo el 9% de los simpatizantes del nacionalista SNP votarían por la permanencia.
Excluidos los indecisos, 4 de cada 5 liberal-demócratas votaría por el no. Es entre los laboristas donde los votantes romperán más con la línea oficial del partido: casi uno de cada tres votantes del partido de Ed Miliband, según las diferentes encuestas, votará por la separación.
