Los michoacanos fueron el blanco terrorista
Teodoro Barajas Rodríguez
Septiembre es el mes patrio, las efemérides se distribuyen a lo largo de sus treinta días, en los últimos años se agregó un hecho infame que no se borrará de la memoria de quienes habitamos Morelia, ciudad de una densa memoria histórica, el acto terrorista de aquel 15 de septiembre de 2008 que cegó vidas y congeló la algarabía tradicional.
La alarma cundió por las calles y avenidas de la antigua Valladolid y esa noche se rasgó por el efecto de dos granadas que los homicidas hicieron estallar, una en la plaza Melchor Ocampo, la otra en el cruce de las avenidas Francisco I. Madero y Andrés Quintana Roo, los ciudadanos inermes fueron el blanco terrorista, no tenían la vida blindada, no tenían nada que ver con las mentes que odian, aquéllos que cual buitres se alimentan de la muerte.
Esa noche de 2008 todo el festejo transcurría, las arengas del entonces gobernador Leonel Godoy Rangel se pronunciaban como lo marcan los usos y costumbres, a un costado suyo estuvo quien le sucedería al frente del Poder Ejecutivo, Fausto Vallejo Figueroa, entonces alcalde, en el balcón de Palacio de Gobierno frente a la señorial y barroca catedral; la muchedumbre gritaba los vivas, al escucharse el tañir de las campanas por mano del gobernador los estruendos asesinos sonaban paralelamente, entonces vino el caos, la confusión y la sangre.
Hace seis años del atentado, en este caso como muchos en nuestro país no hubo castigo, no tenemos dato algunos de quiénes fueron detenidos, pervive la opacidad que sirve de combustible a la impunidad.
Se habló de siete muertos y más de 130 heridos. Un día después se canceló el desfile tradicional pero las alarmas permanecieron encendidas, el Centro Histórico de Morelia sitiado por la milicia, la tranquilidad inexistente, el horror se mezclaba con la indignación. No hay fin que justifique aquella barbarie que se inscribió en la historia reciente.
Ya pasaron algunos años, pero no se debe olvidar aquel trance porque pone de relieve la importancia de la paz, la civilidad y concordia, elementos que esa noche de espanto fueron diluidos por las manos asesinas.
Septiembre es el mes de la patria, un lapso apropiado para sembrar valores cívicos en un tiempo en el cual se requieren con urgencia, aunque todo el año es un buen marco para hacerlo, la evocación de la insurgencia encabezada por don Miguel Hidalgo, la continuación a través del Generalísimo José María Morelos y Pavón quien sentara las bases fundacionales del Estado mexicano, el hombre más grande nacido en Valladolid, hoy Morelia.
El tema nos hace recordar una frase de Milan Kundera: la historia es la lucha del olvido contra la memoria.
