La complejidad de la crisis que en la actualidad experimentan Ucrania y Rusia sólo es una muestra de las paradojas de la post modernidad que vivimos en este momento. No debe subestimarse este suceso internacional, en apariencia lejano para nosotros, por lo cual es necesario poseer un contexto adecuado que permita su análisis.
Ucrania vive un periodo de inestabilidad política, económica y militar que se ha intensificado desde hace diez meses. Producto de su debilidad económica, intentó adherirse a la Unión Europea lo cual no pudo concretar. La oposición rusa a las pretensiones europeístas de Ucrania es parte del origen de esta crisis.
Hay que considerar que Rusia, el pasado mes de marzo, finalizó la anexión de la ahora denominada República de Crimea. Esta acción —muy criticada por el foro internacional incluida la diplomacia mexicana—, ha motivado el desplazamiento de alrededor de siete mil doscientos tártaros.
El gobierno del nuevo presidente Poroschenko, a pesar de contar con el respaldo de la Unión Europea, ha debido sortear enfrentamientos bélicos promovidos por milicianos rebeldes apoyados por Moscú, en las ciudades de Donestsk, Lugansk, Slaviansk, Kramatursk y Mariupol. Rusia también ha desplegado sus tropas en la frontera con Ucrania e incluso ha sido acusada de incursionar en este territorio.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reporta que han perecido 2 mil 600 personas, cifra que no considera a las 298 víctimas del accidente del avión MH17 de Malaysia Airlines acaecido en julio pasado. La ONU ha denunciado también que los opositores al gobierno de Ucrania, han estado involucrados en asesinatos, torturas y malos tratos.
A pesar de este escenario, es poco probable que la Corte Penal Internacional llegue a tomar cartas en el asunto. Esto debido a que Rusia y Ucrania no han firmado el Estatuto de Roma, con base en el cual podrían invocar la jurisdicción de ese organismo internacional.
Cualquier postura que adopten Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU, tendrá que ser amplia e inteligentemente sopesada considerando además una importante arista: la débil recuperación económica —especialmente la europea— luego de la grave crisis financiera de 2008.
En el ámbito económico, Ucrania es el tercer exportador mundial de maíz y trigo, mientras que Rusia posee un importante papel en el mercado del gas y los energéticos, de gran relevancia para Europa central.
No obstante, la moneda rusa ha tenido una importante devaluación y su economía enfrenta importantes sanciones impuestas por Estados Unidos sin contar con las que la Unión Europea se apresta a imponer. Ucrania, por otra parte, es un país que requiere de ayuda financiera internacional para enfrentar un serio problema para el cumplimiento de sus pagos.
Rusia ha cortado el gas a Ucrania y esto, eventualmente, afectará a Alemania y diversos países de Europa del Este. Estos países cuentan con capacidad limitada para almacenar gas para su propio consumo, lo cual motivaría el incremento en su precio. Una potencial alza internacional en el precio del gas podría tener efectos adversos en México, pues —a pesar del discurso reformista que vivimos—, seguimos siendo importadores de ese producto.
Por último, si bien no deben descartarse, existirán presiones para elevar los precios del maíz y el trigo en los mercados internacionales. Muchos países de América Latina deben ponderar prudentemente estas potenciales amenazas que incidirían en el corto plazo en su panorama económico.
@CarlosAFlores