En primer lugar, podemos decir que en regímenes democráticos son impensables instituciones no pluralistas, pues éstas deben ser el resultado de la inclusión y la participación del mayor número de actores posibles, en segundo lugar, las instituciones deben ser capaces de proveer tanto al gobierno como a la sociedad de cierta estabilidad política que garantice que exista gobernabilidad democrática y por último, es necesario contar con un marco institucional que dé certeza a la acción gubernamental bajo amplios criterios de calidad y eficiencia que permitan la continuidad de un buen gobierno.

Luego entonces, desde esta idea, en regímenes democráticamente organizados las instituciones juegan un papel fundamental que va más allá de la reglamentación de la organización política y la estructura del gobierno; pues es a través de las instituciones que los Estados se conservan, evolucionan y pueden alcanzar su máximo desarrollo, atendiendo además a la necesidad de reconocimiento de la pluralidad y la complejidad social.

Aún más, cuando observamos la realidad mundial tan cambiante el dilema acerca de la importancia que tiene o  debe tener la actuación de la sociedad, queda resuelto y demostrado a partir del aumento de su participación en los asuntos públicos y del crecimiento de una cultura política cada vez más ad-hoc dentro de un mundo globalizado, que en el caso de  América Latina se encuentra todavía en construcción, pero en el caso de otros países como los de Norteamérica y Europa está ya instituida.

La cuestión entonces se refiere a ¿cómo las instituciones políticas con esta serie de características globales incorporan a la sociedad y cómo deben en función de la participación social modificarse o adaptarse? Esta reflexión acerca de las instituciones, permite traer a cuenta su importancia y trascendencia en la vida pública como un elemento democrático a partir del cual se genera una mayor estabilidad en términos de gobernabilidad y una mayor eficiencia en la acción gubernamental para la solución de los problemas sociales.

Hoy por hoy los sistemas federales se presentan como una forma de combinar autogobiernos, gobiernos compartidos con unidad. Por tal motivo, el federalismo resulta ser una clara opción, este sistema permite la diversidad que no tienen los Estados unitarios. Se trata pues, de una forma de organización política que atiende a las divisiones étnicas, religiosas, sociales; e incluso a las divisiones políticas, pues implica el reconocimiento de múltiples intereses y valores; con el objetivo de reconciliar la unidad a partir de la diversidad.

A finales del siglo XIX solamente pocos países tenían estructuras federales como Estados Unidos, Suiza, Canadá y casos especiales como Alemania y algunos Estados latinoamericanos formalmente federales, sin embargo, en la actualidad alrededor del 40 por ciento de la humanidad vive en sistemas federales o casi federales en el mundo.

Se trata de comprender que el federalismo es un asunto de distribución y organización del poder como cualquier otro sistema político; pero destacando que su importancia radica en las formas en que se plantean esas relaciones de poder, que surgen desde el nacimiento de los estados federales a partir de la creación y aceptación del pacto entre varios estados y culmina con el establecimiento de la organización política que nace de dicho pacto; por lo tanto requiere de un marco jurídico y de instituciones bajo las cuales pueda desarrollarse.

De acuerdo a lo anterior, es importante mencionar que la trascendencia y complejidad que presentan los sistemas federales es precisamente su diseño institucional, el cual está conformado por la dualidad en la división de poderes que se entiende como múltiples territorialidades y por tanto una soberanía diferenciada. Desde una perspectiva  estructural resulta claro que un sistema en donde los asuntos públicos son decididos por los entes que conforman la unión está dotado permisiblemente de una mayor diversidad, y complejidad,  dado que pueden adoptar normas y políticas diferentes sobre muchas cuestiones para un  mismo Estado.

De forma general podemos decir que el federalismo es un pacto entre entidades distintas en lo particular, pero con rasgos similares en lo general, que se materializa con la aprobación y vigencia de una Constitución que es el ordenamiento supremo producto de ese pacto en donde se establecen normas para un mismo territorio y población y que distribuye competencias entre las entidades integrantes a fin de lograr objetivos comunes.

El federalismo tiene una gran capacidad para reflejar y acomodar la diversidad religiosa, étnica, ideológica, cultural o nacional mediante el establecimiento de un cuerpo político siempre y cuando sea capaz de adaptarse y evolucionar de acuerdo con sus propias necesidades, pues incluso en este tipo de sistemas la  igualdad puede presentarse como un conflicto más que una ventaja sí pensamos en que las federaciones son, dependiendo de su estructura y funcionamiento más o menos asimétricas constitucionalmente hablando.

En este contexto, el federalismo se muestra como respuesta a la crisis del Estado-nación con un nuevo razonamiento de organización social y política que  plantea que se garantice la convivencia mediante la articulación de la pluralidad en una unidad política común capaz de integrar a la diversidad en unidad.

Por lo que la esencia del federalismo está en la creación de instituciones y procesos que permitan alcanzar una unidad política que acomode, respete y mantenga la diversidad y contribuya a la solución de los grandes problemas sociales, dentro de un marco democrático que recupere la idea de autogobierno desde una perspectiva que vaya más allá de la idea de autogestión, referente puramente administrativo.

Profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.