Inédito en nuestra historia

Mireille Roccatti

El Segundo Informe del presidente Enrique Peña Nieto permitió una fotografía que hace pocos años hubiese sido impensable: el Ejecutivo federal aparece flanqueado por los presidentes de las cámaras de Diputados y de Senadores, lo cual obedece al mandato legal, sólo que en esta ocasión ambos legisladores son militantes del opositor Partido de la Revolución Democrática.

El arribo de Silvano Aureoles y de Miguel Barbosa a la presidencia de sus respectivas cámaras responde a la Ley Orgánica del Congreso y al cumplimiento de los compromisos políticos asumidos por las tres fuerzas políticas mayoritarias para procesar una agenda legislativa espejo de la acordada en el Pacto por México.

Ese ejercicio de política inédito en nuestra historia reciente permitió una serie de acuerdos básicos en puntos de confluencia comunes, y los logros cristalizaron en once reformas constitucionales y sus correspondientes legislaciones secundarias; esto, debe resaltarse, fue posible por la participación de una parte del PRD, e incluso el impulso inicial, hasta donde ha trascendido, se originó en la corriente que se conoce comúnmente como la de los Chuchos, quienes detentan actualmente el control del aparato partidista.

La denominación de esa corriente o tribu, como han sido bautizadas, responde al nombre de pila de sus principales dirigentes: Jesús Ortega y Jesús Zambrano, su actual presidente. Este último ha transitado de una participación ultraizquierdista como lo fue la de los Enfermos en el Sinaloa de los años setenta, su posterior actuar en el movimiento de guerrilla urbana y su posicionamiento actual en una izquierda capaz de construir acuerdos con el poder.

La fundación del PRD nació de la fusión de renegados priistas, militantes del PSUM, provenientes a su vez del antiguo PCM y miembros de muchas otras organizaciones partidarias ubicadas a la izquierda del espectro ideológico, que en su momento pulularon con vida efímera. Esta nueva organización realizó una función de crisol, en la cual se fusionaron y nuclearon todas las capillas y facciones que reivindicaban una militancia socialista y los restos de una corriente nacionalista-revolucionaria-cardenista, que abandonó el partido oficial por la pérdida de posiciones en los equilibrios sexenales.

Esa amalgama constituye su fuerza y a la vez es su debilidad. Reconocidas las corrientes como formas de organización en el interior del partido, una vez huérfano de los primeros caudillismos, la original cardenista y la lópezobradorista, hoy día la tribu mayoritaria chuchista controla el aparatachik y ha impuesto su línea, no sin luchas intestinas en el interior, lo que permitió la construcción de acuerdos con el nuevo gobierno y el PAN.

Lo anterior, sin olvidar que, un poco antes, esta misma corriente construyó acuerdos con el PAN, para enfrentar electoralmente al PRI y ganar nominalmente las gubernaturas de Sinaloa, Oaxaca, Guerrero y Puebla, aunque, paradójicamente, en todos los casos los candidatos fueron expriistas.

El caso es que actualmente las denominadas izquierdas se perciben nuevamente divididas y enfrentadas. En el interior del PRD, lo que queda del cardenismo no logró su objetivo de regresarlo a la Presidencia del partido, en donde excepto el trato discutible y discutido de “líder moral” ha perdido influencia práctica, por lo que en las próximas elecciones que se celebrarán el próximo domingo, conducido el proceso por el nuevo INE, seguramente, alcanzará la presidencia del partido otro miembro de los Chuchos, y se reeditaran los conflictos postelectorales de su pasado reciente y, como siempre, se arreglaran con reparto de posiciones en el aparato y candidaturas para el 2015.

Por otra parte, la fundación de Morena evidenciará la fuerza real de Andrés Manuel López Obrador, quien casi seguramente colocará su partido como tercera fuerza política, dado que la sangría de militantes del PRD dejará a éstos con un poco más que el cascarón. Hablar del PT es una pérdida de tiempo.

Para muchos, le sigue haciendo falta al país una izquierda moderna, pensante, dialoguista, que comunique con mayores segmentos sociales, que defienda valores y principios, una oposición responsable; porque, en general, no se acepta un pragmatismo logrero que sólo beneficia a las reducidas camarillas de la partidocracia.