De cara al futuro

Miguel Barbosa Huerta

En el campo de la poesía, dicen algunos, existen versos que conmueven hasta las entrañas, capaces de desatar una lluvia de sentimientos. En el campo de la política, existen definiciones y acciones que expresan deseos y aspiraciones de una sociedad o de un pueblo.

Si un país se declara independiente, libre y soberano, es porque le antecede la consumación de años, tal vez de siglos, de lucha.

Cuando se estableció la igualdad entre los hombres y después entre los géneros o se decretó el fin de la esclavitud, son momentos fundacionales en la vida de una nación y de la propia humanidad. En sí mismas, las palabras tienen su peso, el cual se redimensiona en el contexto y en el tiempo en el que se dicen y se escriben.

Al decir que México es una república representativa, democrática, laica y federal, compuesta de estados libres y soberanos, tal y como puede leerse en nuestra Constitución Política, nos estamos refiriendo a una realidad y un deseo.

Una realidad, porque esta definición de apenas 14 palabras y 102 caracteres, que cabe en un mensaje de twitter, define los rasgos sustanciales de nuestro país.

Deseo, porque la nación mexicana se encuentra en un proceso de transformación acorde con el desarrollo de la sociedad, al contexto internacional y a las aspiraciones de sus ciudadanos.

En cuanto al federalismo, se trata de una decisión que tiene fuertes raíces históricas, jurídicas y sociales. No es una ocurrencia o un pensamiento descabellado, la idea de una federación obedece a la visión estratégica de los principales constructores de nuestro país.

Al iniciar México su vida independiente, en aquellos convulsos años cuando a sangre y fuego, se forjaba el sentido de nuestra nacionalidad, el territorio mexicano era vasto. Una extensión enorme que aún en la actualidad resulta difícil recorrer con todos los avances en los trasportes y la comunicaciones.

En la Constitución de 1824, en su artículo 4, se establecía que la nación mexicana adoptó para su gobierno la forma de república representativa popular y federal.

En su artículo 5, podía leerse que las partes de la federación son “los Estados y Territorios siguientes: el Estado de Chiapas, el de Chihuahua y Tejas, el de Durango, el de Guanajuato, el de México, el de Michoacán, el de Nuevo León, el de Oajaca, el de Puebla de los Ángeles; el de Querétaro, el de San Luis Potosí; el de Sonora y Sinaloa, el de Tabasco, el de Tamaulipas, el de Veracruz, el de Xalisco, el de Yucatán y el de Zacatecas: el territorio de la Alta California, el de la Baja California, el de Colima y el de Santa Fe de Nuevo México. Una ley constitucional fijará el carácter de Tlaxcala.”

Un poco más de una década después, 1835, los cimientos de la nación se tambalearon. Las visiones conservadoras asumieron el poder, para establecer un sistema centralista. Desaparecieron los estados y nacieron los departamentos.

Varios estudios históricos identifican que esta visión centralista se inspiró en el modelo francés de sus provincias y a la forma de organización napoleónicas.

Esta circunstancia fue uno de los factores de la inestabilidad política y social que en los años siguientes apareció en varias regiones del país, por los continuos conflictos entre el centro y las regiones que habían nacido como estados.

Entre otros conflictos destacan: Texas declaró su independencia y se presentaron tentaciones separatistas en Yucatán, Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila y Tabasco.

Años después, vinieron las invasiones, la pérdida de más de la mitad de territorio, los intentos de instalar un imperio y finalmente la restauración de una república. Hombres de una gran visión restauraron el sistema federal y dieron viabilidad a la nación.

La Constitución de 1857 expresa con claridad el carácter federal de nuestro país, el cual se reafirmó en la Constitución de 1917, cuando nos encontrábamos inmersos en el movimiento militar, social y político más importante del siglo XX.

Hace unos días se conmemoró el 40 aniversario de la Constitución de Quintana Roo y de Baja California Sur como estados libres y soberanos de nuestra república.

La pertenencia política a un país resulta importante, pero igual relevancia representa la existencia de una integración auténtica como una federación. Las disparidades regionales, los desequilibrios entre el norte y el sur, la intensa concentración en un puñado de metrópolis, como la ciudad de México, Monterrey, Guadalajara y recientemente Puebla, Tijuana y Cancún, así como los desequilibrios entre la aportación al producto interno bruto, la recaudación fiscal y la asignación anual de recursos presupuestales no favorecen nuestro sistema federal.

Es el momento de realizar una revisión profunda de nuestro sistema federal. Percibo en los titulares de los Poderes de la Unión, en los gobernadores y poderes estatales, la voluntad de abordar el tema del federalismo desde una perspectiva amplia y de cara al futuro. Una revisión necesaria para poder detonar el desarrollo y el bienestar para la población en todos los rincones del país.

@MBarbosaMX

Presidente de la Mesa Directiva

del Senado de la República.