El hombre del alba/I-II

Roberto García Bonilla

Hace cien años, nació Efrén Huerta Romo, en Silao, Guanajuato, el 18 de junio de 1914; su padre fue el abogado José Merced Huerta y su madre Sara Romo.

Emiliano Delgadillo Martínez precisa que sus amigos instaron al poeta a cambiar Efrén por Efraín, quien se traslada con su familia a León, Guanajuato, a los 10 años, donde se desempeña como repartidor de periódicos, aprovecha la circunstancia y se hace lector de Excélsior.

Primeros años

Ya en Querétaro, un año después inicia su instrucción primaria y más tarde ingresa a la Academia de Bellas Artes de esa ciudad. El rumbo de su vida cambiaría por completo cuando se trasladó a la ciudad de México a lo 16 años; en 1931 encuentra a compañeros que se convertirán en colegas y acompañantes de muchas empresas literarias, entre ellos Octavio Paz (1914-1998) Rafael Solana (1915-1992) y Alberto Quintero Álvarez (1914-1944), con quienes más tarde fundó la revista Taller Poético (1936-1938) al lado de José Revueltas (1914-1976). Ingresa al anexo de la Escuela Nacional Preparatoria en San Ildefonso.

Su vocación como poeta se revela en la nómina de poetas que lee: la Generación del 98, los modernistas, los Contemporáneos; el libro central del joven Huerta es Zozobra (1919) de Ramón López Velarde; también frecuenta a los poetas malditos. Y entre los narradores sigue a Dostoivski, Proust, Andreiev, Mann.

Izquierda y activismo social

En 1933 conoce a una joven estudiante de letras que se convertirá en su primera esposa, Mireya Bravo con quien se casará en 1941. Su filiación de izquierda y su activismo social que formaron parte subyacente de su preocupación por los oprimidos —y que a su vez dio lugar a una de sus interrogantes en su poesía— se advirtió desde los días en que se integró a la organización marxista Gran Partido Socialista del Centro de Querétaro, poco después ingresa al Partido Comunista Mexicano.

En 1933 participa en la Convención Estudiantil Pro-Cárdenas y un año después inicia sus estudios de derecho; como otros de sus colegas, al mismo tiempo asiste como oyente a las clases de Filosofía y Letras. Suspende su formación como abogado; entretanto hacia el otoño de 1934 concluye su primer poemario Absoluto amor (1935), cubierto de un lirismo que lo emparenta al Jaime Sabines (1926-1999) de Horal (1950) en temática, aunque se distancian en estilo: Sabines sonoridad rítmica; Huerta es más agreste y dolorido. Recuérdense, por ejemplo, el segmento “Los de amor” los Poemas prohibidos y de amor (1973) —una vez más republicados (Siglo XXI Editores, 2014)— que también incluyen esa suerte de kaikus mexicanos, lo celebratorios “poemínimos”.

Su militancia política pervivirá a lo largo de su vida; en 1936 publica “Sobre el XIII Congreso Nacional de Estudiantes. Resoluciones fundamentales” en Diario del Sureste que pertenece a El Nacional (diario gubernamental) donde publicó en las sucesivas décadas.

 

La ciudad de México

La poesía de Huerta abarca alrededor de una veintena de títulos. Martí Soler reunió la poesía del autor de Los hombres del alba y se publicó en la serie mayor de Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica (1988); recién se ha republicado su Poesía completa (FCE, 2014) agregándosele el “Corrido de la enamorada” con aliento de corrido con el excepcional oído del habla coloquial y una parodia a las divas del cine y a los militares revolucionarios.

La obra de Huerta es prolífica; ejerció el periodismo cerca de medio siglo y además de comentar temas coyunturales y ahondar en la decadencia y catástrofe de la humanidad y, en particular, de su país, el poeta fue crítico de cine. La rebeldía social de Huerta encuentra, entre otras bifurcaciones, a un cronista y analista —sin títulos onerosos— de la realidad nacional.

Uno de los temas de la poesía de Huerta es la ciudad de México; incluso, además, del sobre nombre, el Cocodrilo, fue llamado el poeta de la ciudad. Paz al referirse a su generación y a su amigó señaló “A mi generación le tocó vivir el crecimiento de nuestra ciudad, hasta en menos de cuarenta años verla convertida en lo que ahora es: una realidad que desafía a la realidad… Con nosotros comienza, en México, la poesía de la ciudad moderna. En ese comienzo Efraín Huerta tuvo y tiene un sitio central”.

En nuestro imaginario permanecen, sin saberlo, acaso, poemas como “Declaración de amor”, “Declaración de odio”, así como los “Cantos de abandono” pertenecientes a Los hombres del alba (1944) y los posteriores “Buenos días a Diana Cazadora” y “Avenida Juárez” de Estrella en alto (1956).

En Efraín Huerta. Iconografía encontramos instantes de una vida en imágenes, el itinerario cronológico de un poeta y una pequeña crónica de la época de artistas y personajes que rodearon al creador del “cocodrilismo” (1950); su familia —sus hijas Andrea Mireya (1943), Eugenia (1945) y su hijo el poeta David (1949)— sus amigos, sitios que el poeta frecuentó y conoció dentro y fuera del país; las portadas de las primeras ediciones de los libros del poeta creador de Cuadernos del Cocodrilo (1957-1961) que se contrajera matrimonio por segunda vez con la poeta Thelma Nava con quien procreó dos hijas: Thelma (1959) y Raquel (1963).

La investigación iconográfica de Emiliano Delgadillo Martínez es puntual por el equilibrio entre el autor, su contexto y los diferentes ámbitos itinerantes del poeta; la cronología es concisa, confiere un amplio horizonte a las imágenes, y el prólogo, sobre todo, sitúa a poeta en nuestra república de las letras.

 

Efraín Huerta. Iconografía —investigación iconográfica

de Emiliano Delgadillo Martínez—, México, FCE, 2014.