Patricia Gutiérrez-Otero

¿Hemos sido alguna vez un país independiente? Los historiadores pueden respondernos y enseñarnos mucho sobre nuestra supuesta independencia y sobre quiénes se independizaron de España. ¿Fue el México constituido por etnias y razas diversas, sometidas unas a otras en estamentos bien delineados; o fue el México de los criollos deseosos de no depender de la Corona ni pagar tributos o de no servir a Napoleón en vez de al rey Fernando? ¿Quiénes gozaron de esta independencia de los reyes de España?
No depender de un poder externo no vuelve independientes a todos los miembros de un Estado, al contrario puede exacerbar las situaciones de sojuzgamiento que se dan en su interior. Esto, a mi parecer, es lo que sucedió en México. Grupúsculos en el poder lo mantuvieron, lo afianzaron, lo agravaron contra aquellos a quienes nadie defendía, las clases y etnias más bajas de la sociedad. Sobre la primera Constitución del México independiente, llamada de Apatzingán y en la que participó José María Morelos, éste escribió en 1815, poco antes de ser ejecutado: “Con el transcurso del tiempo, recibirá modificaciones y mejoras a medida que nos ilustre y nos enseñe la experiencia; pero nunca nos desviaremos una sola línea de los principios esenciales que constituyen la verdadera libertad civil”. (Carta a James Madison, presidente de Estados Unidos). Esta constitución poco ha sido respetada. El poder en turno y los poderes fácticos la han sabido sortear, ignorar, manipular y hasta cambiar a su antojo.
No depender de un poder externo no vuelve independientes a todos los miembros de un Estado, pero, además, parece que la oligarquía mexicana ha querido ser a imagen y semejanza de las élites del exterior, en las que proyecta su ideal del yo, y lucha para estar a su altura, para parecerse a ellas, no importa a quien pisotee al interior de su país; no importa que tenga que cambiar la base misma de la convivencia social que es la Constitución, aunque vaya contra las libertades civiles. Esa ha sido parte de nuestra historia, eso nos ha formado y nos hace permanecer casi inertes a las últimas reformas realizadas a la Constitución; reformas que van en contra de la mayoría mexicana, y que disponen todo a beneficio de unos cuantos ligados con los grupos de poder extranjeros.
No me gusta pensar que un pequeño grupo, G8 u otro, decide por la vida y destino de siete mil millones de personas, pero como veo las cosas en la geoeconomía mundial a México se le destina a proveer bienes primarios y a ser un país maquilador. La pequeña y mediana industria está sufriendo una embestida brutal. La economía sigue estancada. No hay liquidez monetaria. Nos hacen depender de los bancos como contemporáneas tiendas de raya; nos controlan a través de ellos y de las redes sociales (véase el amparo que lanzó Marcelo Ebrard contra los artículos 189 y 190 de la reforma a las telecomunicaciones: tenemosmarcelo.com/amparo). El petróleo que nos ha sostenido durante decenios ahora se pone en manos extranjeras. El autoritarismo avanza.
¿Independencia? Todo indica que estamos en un neocolonialismo en la era de la globalización económica y en manos de élites que siempre han estado a la cabeza de un México que no ha podido construir democracia. Ahora la oligarquía sirve el país en bandeja de oro negro a sus patronos externos.
Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se revisen a fondo y dialógicamente todas las reformas impuestas por el gobierno, que se respete la Ley de Víctimas, que se retiren los artículos 189 y 190 de la Ley de Telecomunicaciones.