Crimen organizado y gobierno

Teodoro Barajas Rodríguez

La influencia del crimen organizado en los círculos políticos es cada vez más elocuente, como lo reflejan los videos de personajes del ámbito público con Servando Gómez, La Tuta, o la presunción de vínculos del alcalde prófugo de Iguala, José Luis Abarca Velázquez con delincuentes de Guerrero.

Podíamos enumerar una amplia lista de los presuntos vínculos de políticos de diversos partidos con gente del hampa, la ficción derivada de la pluma de Mario Puzo plasmada en novelas como El Padrino o El último Don son argumentos inofensivos si los comparamos con la crueldad maridada con la descomposición que infecta nuestro país a manos de las bandas del narcotráfico.

Carlos Navarrete ofreció disculpas a los guerrerenses por haber impulsado en el PRD a la presidencia municipal de Iguala al ahora prófugo alcalde Abarca Velázquez, a quien lo señalan de ser autor intelectual de la desaparición y muerte de normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, además de tener relaciones peligrosas con sujetos del hampa.

Ha llegado el momento de la desconfianza más acentuada con respecto a la clase política, los partidos tienen la grave obligación de investigar a sus probables candidatos para que no resulte que son peones de ajedrez de los intereses inconfesables de la mafia.

Los últimos años en México han desatado tormentas mediáticas, videos que casi matan del ridículo a sus protagonistas, políticos en fuga como Julio Cesar Godoy quien fuera diputado del PRD; otros han sido filmados al ofrecer culto a Baco; en fin, ya casi todo es posible.

El próximo año de nueva cuenta se celebrarán elecciones federales, en algunas entidades también se elegirán autoridades locales, será una gran prueba para todos los actores involucrados porque el descrédito acumulado en los partidos es creciente porque cada día hay más motivos para ello, quienes serán los próximos candidatos deben estar lejos de las sospechas o de las ligas con personajes o grupos provenientes de la delincuencia.

El nivel de violencia en nuestro país es cada vez más alarmante, Guerrero es una muestra elocuente: tortura, desaparición, mutilación, todo un cuadro terrorífico coloreado por la impunidad que no deja de alimentarse de la inseguridad ante la inoperancia de las autoridades.

En un sistema democrático, los partidos políticos desempeñan un papel de suma importancia, son financiados por una exorbitante suma de recursos públicos, tienen la obligación de postular abanderados no sometidos o patrocinados por el crimen, que sean y parezcan decentes, de otra manera estaríamos enfilando al averno.