El cuarto jinete del Apocalipsis
Bernardo González Solano
El mundo tiene miedo. Para algunos, el cuarto jinete del Apocalipsis, el color bayo, el de la muerte, saltó de las desgraciadas tierras africanas a Europa, a Estados Unidos de América, y posiblemente a la parte austral del continente americano. Este jinete ya no galopa, sino se traslada a bordo de aviones que vuelan a la velocidad del sonido por todo el planeta. El equino apocalíptico siempre se representa con la palidez enfermiza de un cadáver, como si fuera infectado por el virus del ébola, para el que, hasta el momento, no hay cura ni vacuna efectiva. Sí, el mundo tiene miedo. Los muertos suman ya más de cuatro mil y los infectados son muchos miles más.
Solo en los últimos días, una vez que el criticado presidente de Estados Unidos Barack Obama ordenó el envío de soldados en misión de auxilio médico a los países africanos más infectados, otras capitales del primer mundo reaccionaron y han empezado a organizar la ayuda internacional para que el virus sea controlado. Como escribió el inolvidable Albert Camus en La peste: “siempre agarra desprevenidos a los políticos”, pero cuando empiezan a amontonarse los cadáveres no son mas que humo de la imaginación. Agregó: “hay los que tienen miedo y los que no tienen. Pero los más numerosos son los que todavía no han tenido tiempo de tenerlo”. El miedo es consustancial al ser humano y viaja más rápido incluso que la propia enfermedad. No obstante, es cierto que ya no vivimos en la Edad Media ni ante una peste que no pueda detenerse. Quizás, quizás…En 1918, al final de la I Guerra Mundial, el mundo sufrió la “gripe de España”, considerada la pandemia más devastadora de la historia humana, pues en solo un año mató entre 50 y 100 millones de personas.
Ojalá y en México no sintamos pavor por la llegada del cuarto jinete apocalíptico, el de la muerte, jineteado por el mortífero ébola. En el Hospital Presbiteriano de la Salud de Texas, en Dallas, uno de sus trabajadores dio positivo a la prueba del virus. En ese mismo hospital falleció en días pasados el liberiano Thomas E. Duncan víctima del ébola, según informó el doctor David Lakey, comisionado de salud texano, a primera hora del domingo 12. Muchos estadounidenses tienen miedo de contagiarse de ébola. En México se está a la expectativa y en otras partes del globo ya hay pavor.
Al momento de escribir este reportaje, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), han fallecido 4,033 de los 8,399 casos confirmados de contagiados por el ébola en siete países, incluyendo Estados Unidos y España. El país con el mayor número de muertos es Liberia, con 2,316 personas que han perdido la vida por el virus. Guinea: 778. La lista de víctimas incluye también ocho muertos en Nigeria y un único caso en Senegal.
Thomas Frieden, director del Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), cabeza de la lucha contra el ébola en Estados Unidos, declaró el jueves 2 de octubre en un evento del Banco Mundial, en Washington, que “en los 30 años que llevo trabajando en salud pública, lo único que es como esto es el sida. Tenemos que trabajar ahora para que no se convierta en el nuevo sida”.
Por otra parte, en el caso del ébola las áreas afectadas han cambiado. Era una enfermedad de zonas rurales y actualmente se volvió urbana, lo que implica mayor riesgo de contagio mucho mayor y también, mucha más población expuesta. Y para que nada falte, el ébola es mucho más contagioso que el sida.
Además, el problema del sida en cierto momento se agudizó porque la “culta izquierda” europea llegó a decir que el sida era un invento antigay del Vaticano. Ni duda, el peor virus es el de la idiotez, del fanatismo y el de la incultura.
Más allá de las noticias del día y de los nuevos casos que los medios de comunicación reportan, es necesario ir al fondo del problema de esta crisis sanitaria que en esta ocasión empezó en la zona rural de Guinea, luego se desplazó a las zonas urbanas de Liberia y Sierra Leona y de ahí ha dado el salto a otros continentes. En muchos sentidos el continente negro ha sido despreciado por el resto de la humanidad, ahora, Africa se cobra, por decirlo así, ese indigno olvido. Es exponencial la velocidad de expansión de la epidemia en esos países que no cuentan con verdaderos sistemas sanitarios, en un continente donde los controles en las fronteras son casi virtuales. El origen del virus del ébola es una grave falla sanitaria global, no muy diferente de otras de carácter económico, medioambientales, de derechos humanos o de (in) seguridad en el mundo globalizado.
Desde 1976, hace 38 años, cuando se descubrió por primera vez—y se bautizó con el nombre del río ébola, pequeño afluente del río Mongala que a su vez vierte sus aguas al río Congo—, el virus ha matado a más de 4,200 personas. Dicen los investigadores que ahora se trata del mismo virus que en los brotes anteriores de la República Democrática del Congo y Uganda. Entonces, ellos mismos se preguntan ¿por qué es especial este brote para convertirse en el peor de la historia?
En una entrevista, Ron Behrens, profesor principal de la London School of Hygiene & Tropical Medicine (LSHTM), manifestó: “Incluso a nivel de ADN se trata del mismo virus, pese a algunos polimorfismos” (cambios de ‘letra’ en el ADN, o más exactamente en el ARN, la molécula hermana que sirve de material genético al ébola). Behrens aclara: “Lo realmente diferente de este brote es que ha ocurrido en el oeste de Africa, y no solo en zonas rurales como los anteriores, sino en ciudades, donde la densidad de población es más alta; el virus actual no tiene una capacidad de contagio de persona a persona mayor de lo habitual; lo que hay ahora es más gente alrededor susceptible de ser infectada”.
Por su parte Peter Piot, director de la LSHTM—codescubridor del ébola—, tampoco oculta su sorpresa por los aspectos de este brote sin precedentes. El investigador escribe en el periódico on line The World Post —donde escriben personajes de primera línea, dirigido por la fundadora del Huffington Post, Arianna Huffington—: “Es la primera vez que países enteros se han visto afectados…Es la primera vez que las capitales con grandes poblaciones urbanas están implicadas y es la primera vez que el virus se diagnostica fuera de Africa: en los 38 años que llevo trabajando con el ébola, nunca pensé que el virus tomara estas dimensiones, convirtiéndose de un pequeño brote en una horrible crisis humanitaria”.
El ébola de hace casi 40 años causó poco más de 400 fallecimientos, lo que fue más que suficiente para llamar la atención de los epidemiólogos occidentales, sobre todo por la espantosa manera como morían los infectados con un cuadro hemorrágico generalizado de tal envergadura que a la sazón se describía como “el cuerpo estallando desde dentro”. Cuando Piot puso una muestra de sangre de una monja muerta en Yambuku, una pequeña aldea a la vera del río Ebola, bajo su microscopio en un laboratorio de Amberes, exclamó: “Qué demonios es esto?”. Era un virus grande y largo con forma de gusano. Y ahí empezó la historia del nuevo Apocalipsis viral. En tanto la crisis sanitaria de origen africano sigue su marcha, el hecho es que la epidemia de Africa occidental es la peor de la historia y está causando una matanza que no termina. Las vacunas podrían prepararse, dicen los laboratorios médicos que la fabrican, hasta enero del próximo año. Mientras, faltan recursos humanos. Es muy difícil que los técnicos viajen a Africa. No solo es cuestión de dinero.
El problema hay que encararlo con datos fríos en la mano. Tal y como está la situación, el número de infectados se multiplica por dos cada 15-20 días en Liberia— donde la presidenta, Ellen Johnson-Sirleaf (Premio Nobel de la Paz 2011)—, suspendió las elecciones parlamentarias que tendrían lugar el martes 14 de octubre, para evitar mayor propagación del virus del ébola en el país, el más afectado por la enfermedad—, y cada 30-40 días en Sierra Leona. Si los escenarios más pesimistas prevén hasta 1.4 millones de infectados a mediados de enero de 2015 (es decir en poco más de dos meses), ébola es una espantosa amenaza para todo el planeta. Solo ahora el resto del mundo apenas está reaccionando porque temen que la epidemia pueda enfermar a sus connacionales. Qué mezquinos.
Sin ánimo apocalíptico, cito una parte del crudo artículo del escritor español Manuel Vicent, titulado “Mono alfa”: “Lo más probable es que el final del reinado del Hombre sobre la Tierra no se deba a un fracaso del Universo ni siquiera a un aguacero de misiles nucleares, sino a un mosquito, a una pulga, a una bacteria, o al algo mucho más indigno…Cientos de miles de personas mueren de malaria cada año. Pero como en los bombardeos masivos sobre ciudades abiertas de cualquier guerra, también en las epidemias bacteriológicas siempre son los más inocentes y los más pobres los que más mueren. Puede que sea un virus muy humilde, aún desconocido, el encargado de poner de nuevo a un mono alfa en su trono como rey absoluto del planeta. Este y no otro será el que toque las trompetas del Juicio Final”. VALE.
