Elena Preciado Gutiérrez

El poeta César Arístides elige al novelista y dramaturgo Thomas Bernhard (quien a su vez toma al músico Glen Gould, en una de sus novelas, para narrar una historia que termina en suicidio), para escribir un extenso y perturbador poema. ¿Qué tienen en común estos tres creadores? Su molestia por la gente, el gusto por el frío y la soledad, su debilidad física, pero sobre todo su misantropía. Glenn odiaba al público, Bernhard odiaba al ser humano y César, bueno, ya lo descubrirán ustedes al leer Thomas Bernhard despierta en su tumba sin nombre.
Bernhard es un autor complicado, intenso y diferente. No es fácil de leer para los acostumbrados a una historia convencional. Para él, el hombre es infeliz por naturaleza: “El ser humano es la infelicidad, decía una y otra vez, pensé, sólo un imbécil pretende lo contrario. Nacer es una infelicidad, decía, y, mientras vivimos, prolongamos esa infelicidad, sólo la muerte la interrumpe…” (El malogrado).
Con Thomas Bernhard despierta en su tumba sin nombre, César Arístides apuesta por generar sensaciones en cascada. Su libro te obliga a pensar, imaginar y, sobre todo, sentir: tristeza, molestia, ternura, desesperación, enojo, angustia, horror, sorpresa, miedo, asco, soledad…
La obra nos acerca a una poesía bien armada en su forma y cruel en el fondo. Está constituida por un largo poema de versos libres dividido en nueve partes, al inicio de cada una tenemos un soneto, en él se presenta la voz de César Arístides, el autor; en el poema libre, encontramos la voz de Thomas Bernhard, el cadáver.
El lenguaje es desgarrador, negativo, feo, triste. El uso de este lenguaje en manos de Arístides se vuelve una delicia rara. Podemos encontrar imágenes increíbles, turbadoras, pero que suenan y se ven como algo natural, por ejemplo “niños muertos tendidos con ropa vieja” (p. 73), “un ronquido es violoncelo con artritis” (p. 28) o “encuentra en terapia intensiva el allegro con brío” (p. 29).
La construcción tiene repeticiones o anáforas que generan un notable impacto visual y auditivo. Otra figura muy interesante del texto son los paralelismos: “el telón es la mañana silenciosa/ el temblor es maraña licenciosa/ el timón es migraña pesarosa (p. 38)”. Justo en los últimos versos de la página 48, y los primeros de la 49, tenemos un juego de palabras llamado anadiplosis: una increíble cadena de palabras iniciales y finales que, cuando se repite, llega a ser concatenación. También están los tropos llamados aliteraciones: “la lengua traga truenos trocados en tristezas”, (p. 68). Y en la página 56, el autor hace un juego de repetición para recrear una de las características principales de la escritura de Bernhard.
A continuación presento una breve y general idea del contenido, sobre las nueve partes del poema. Las cursivas corresponden a los sonetos y las redondas a los fragmentos del poema.
César Arístides narra que Thomas Berrnhard despierta en Viena, hace mucho frío y no sabe que está muerto. Despierta y tiene miedo. Recuerda a su madre, se aleja de la tumba, habla de los artistas, quizá recordando El malogrado. Hace mucho frío y hay una niña. Mira las nubes y les encuentra formas. Ve las ovejas y le recuerdan al pastor que mató a una mujer paralítica.
El autor explica que Bernhard estaba inmóvil y al levantarse le pregunta ¿dónde duerme la rabia y el consuelo?¿En dónde escondes el escaso anhelo que te queda? En ese momento es de mañana. Se ve a sí mismo en un niño en silla de ruedas, le recuerda la escuela. Nadie lo ayuda, ni le da la mano o lo quiere porque él es una enfermedad, una calamidad que debe evitarse. Funde lo más sublime y hermoso de la música (violines, violoncelos, pianos, partituras) con lo más bajo y sucio de un hospital (hígados podridos, pústulas, letrinas, costras).
El poeta le pide que regrese a su tumba. Habla del secuestro de una niña. Incluye elementos de teatro, los muertos se aburren, Bernhard se sienta en una banca. Aquí tenemos referencias directas a las obras Hormigón y Calera. Se levanta y dice que todo es mentira.
El autor le pregunta a su muerto ¿qué buscas? Bernhard cruza un río, dice que él no llora, que el olvido y el amor no existen, “olvido y amor son parte de las palabras estúpidas por tristes” (p. 46). Cuenta que en la aldea donde creció, un campesino mató a alguien. Piensa en Viena. Entra a un parque y nos cuenta de su infancia de abandono.
El autor le expresa el desdén de todos y el desperdicio que es anhelar algo. Sigue caminando, entra a una casa y se imagina cosas. No tiene cabeza.
El poeta cuenta que hay una casa que delira, que Thomas Bernhard está cansado y que ahora sí viene lo peor. Camina por la ciudad. El suicidio. Se queja de la vida, el miedo. Parece que la voz es ahora de César Arístides.
César Arístides le cuestiona por qué despertó. Camina por la floresta, les habla a las bancas, llega a una habitación y se acuesta en la cama. Parece como si muriera o descansara. Llueve, nada lo extraña.
El poeta le dice “te llaman, te buscan, te hablan y tú no haces caso”. Busca una banca, habla de la doncella de Corot, encuentran una procesión, llueve y hay un juicio.
César Arístides nos comenta que Thomas platica con los árboles y que aún es una vergüenza. Llama otra vez a su espíritu para que venga a su cuerpo. Es el atardecer, se encuentra a alguien que puede ser Glenn Gould, una bailarina o un fontanero, vuelve a la sepultura.
El autor lo describe al final como “un muerto con alas percudidas” (p. 109).
Es muy importante recordar que César Arístides escribe esta obra después de una exhaustiva lectura de la obra de Bernhard. Sin duda, este poema extenso, es también una buena ocasión para entrar en la obra de este novelista austriaco.

César Arístides, Thomas Bernhard despierta en su tumba sin nombre. Dirección de Literatura / UNAM, México, 2013; 112 pp.