Bernardo González Solano

Aunque el conocido político, diplomático y estudioso de la política internacional estadounidense, de origen alemán, Henry Alfred Kissinger (cuyo nombre original fue Heinz Alfred Kissinger, nacido en Fürth, Alemania, el 27 de mayo de 1923) no es un personaje de mis preferencias, no dejo de reconocer que es una de las figuras políticas y de la diplomacia más memorables de la historia de Estados Unidos de América, tanto como controvertida, no solo por el escándalo de su inmerecido Premio Nobel de la Paz sino por muchas de sus actuaciones oficiales como Secretario de Estado con Richard Milhous Nixon y Gerald Ford. Amén que a los 91 años de edad continúa en activo.

En la reciente reunión de la Asamblea General de la ONU estuvo presente e incluso se entrevistó con el presidente de México, Enrique Peña Nieto coincidiendo con el anuncio de que nuestro país tomaría parte en alguna próxima misión “humanitaria” de los Cascos Azules. Varios de sus libros son más que memorias de un viejo diplomático.

Su más reciente título, World Order —aún no traducido al español—, publicado por Penguin Press este mismo año, pontifica urbi et orbi:”junto a una interdependencia sin precedentes” (entre países), “el caos amenaza” el orden mundial, parodiando el nombre de su propio libro. Razona su dicho con la globalización de la economía mundial que, sin duda, se ha acompañado de amenazas que traspasan las viejas fronteras. Dice: “La propagación de las armas de destrucción masiva, la desintegración de Estados, las consecuencias de la destrucción medioambiental, la persistencia de conductas genocidas y la difusión de las nuevas tecnologías”. Explica: en forma intrincada se dan, al mismo tiempo, la prosperidad y los problemas mundiales, con los nuevos y abundantes conflictos geopolíticos entre los Estados-naciones tradicionales.  En síntesis, lo que Kissinger predice en su obra es cómo se está descomponiendo el “orden mundial” aunque no adelante cómo terminará la inevitable volatilidad geopolítica del planeta que nubla el horizonte. Lo peor es que la principal fuerza de esa volatilidad es el deterioro del (des)orden del mapamundi propiciado por la caída de su propio país, Estados Unidos de América, lo que ha provocado un imparable “vacío de poder”, sin que “ningún país ni grupo de países pueda llenarlo a corto plazo”.

El hecho es que la Casa Blanca demuestra menos voluntad y menos poder de influencia, sobre todo cuando sería necesario un liderazgo internacional. Pertenece al pasado la capacidad del Tío Sam para organizar y disponer la agenda mundial; y nadie desarrolla alguna estrategia para intentar recuperar esa capacidad. De tal forma, los conflictos internacionales del momento se complican aún más. Caso concreto, la aparición del Estado Islámico (EI), su resucitado “califato”, y el avance de la yihad islámica en Irak y en Siria, y la medrosa coalición internacional que el presidente Barack Hussein Obama trata de cohesionar para enfrentarse al terrorismo del EI. Empresa que puede ser la última gran jugada del primer mandatario negro de la Unión Americana.

El triunfo electoral de Obama en 2009, que encarnó el “sueño global del americano bueno”, del presidente pacifista, ahora está empantanado en el legendario “sheriff” mundial que amenaza a los yihadistas de no tener un lugar seguro en toda la Tierra si atentan contra un solo estadounidense.

Por su parte, el Frente al-Nosra, la rama siria de Al Qaeda, amenazó el domingo 28 de septiembre, con llevar a cabo represalias en todo el mundo a los países de la coalición dirigida por Washington que desde hace semanas bombardea blancos yihadistas tanto en Irak como en Siria.

Con motivo del 13 aniversario de los atentados de Al Qaeda contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, el pasado 11 de septiembre el presidente Obama, en una declaración sin precedente, declaró la guerra al Estado Islámico al que continuó llamando Estado Islámico en Irak y Levante (EILL): “Si ustedes amenazan a América, no tendrán ningún refugio seguro” dijo y afirmó que la organización terrorista “no tenía nada de islámico porque ninguna religión convocaría a la matanza de inocentes”…”Si se le deja hacer, el EI será un peligro creciente más allá de la región, incluyendo el territorio estadounidense”…(pues estos terroristas) actúan con brutalidad única”. El mensaje era claro. No reaccionar con toda la fuerza necesaria volvería a poner en peligro la seguridad de la Unión Americana.

Obama precisó que esta operación militar, en un territorio donde Estados Unidos se ha empantanado durante más de una década, sería “diferente” (porque)…”no implicaremos tropas terrestres, esta acción contra-terrorista se realizará utilizando nuestra fuerza aérea para apoyar a las tropas locales en la línea de combate”. La orden presidencial y la opinión pública estadounidense (el 71% apoya la acción armada en contra del EI) se movilizaron después de que todo mundo conoció los videos de la decapitación de dos periodistas de Estados Unidos. Asimismo, en un gesto que recordó antiguos arrebatos, Obama pidió al Congreso de su país aportarle un apoyo político general: “En un mundo incierto, el liderazgo estadounidense es la única constante (por lo que les pido) no rechazar la misión de Estados Unidos como estabilizador y defensor de los valores de la libertad”.

Días más tarde,  el jueves 25 de septiembre, Obama instó en la sede de la ONU, en Nueva York, a todos los países del mundo, particularmente a los árabes, a unirse a la lucha para “desmantelar la red de la muerte” del EI, y recalcó que esta no es una “guerra contra el Islam”. La intervención del mandatario tuvo lugar un día después de que la coalición encabezada por Estados Unidos lanzara sus primeros ataques contra la organización de Abu Bakr al Bagdadi en territorio sirio. Minutos después de la intervención del primer presidente afroamericano en la “casa de cristal” neoyorquina, miembros del grupo terrorista Soldados del Califato, difundieron en un video la salvaje decapitación del ciudadano francés Hervé Pierre Gourdel en un lugar de Argelia.

La reciente reunión de la Asamblea General de la ONU tuvo lugar en medio de gran tensión por los distintos conflictos en curso en varios partes del mundo: sobre todo en Ucrania y en el Oriente Medio. Además, el  degollamiento de Hervé Gourdel por el grupo argelino Jound Al-Khilafa, movimiento disidente de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), recientemente afiliado a Daech (acrónimo en árabe del Estado Islámico), indignó a los diplomáticos reunidos en Nueva York.

François Hollande, el presidente francés que en las últimas semanas ha sido motivo de escándalo por sus fracasadas relaciones amorosas, volcadas en libro por su ofensiva ex primera dama, reaccionó en la tribuna de la ONU y dijo: “Frente a esta barbarie, a este terrorismo, ¿seguiremos como simples espectadores o debemos reaccionar en conjunto a favor de un justo orden internacional?”. Agregó: “Estoy persuadido, el peligro no concierne solamente a la región. Daech amenaza a todo el mundo”…”Es mi decisión…estamos comprometidos en un combate de larga duración, que debe ir hasta su término. Solo de esta manera el terrorismo será vencido”. Comprometido desde varios días antes en Irak, al lado de Estados Unidos, Francia pagaba cara su decisión de bombardear las posiciones del EI. Hollande, de acuerdo a la postura asumida por Francia de no “realizar ninguna negociación” en el caso de personas secuestradas por organizaciones terroristas, sabía los riesgos que se corrían, por lo que aclaró: “no cedemos al chantaje, a la presión y los actos de barbarie…La lucha contra el terrorismo debe, por tanto, no solo continuarse sino ampliarse…Si respondemos en forma débil, entonces los terroristas continuarán…Frente a la amenaza solo la fuerza del derecho y de las acciones militares constituyen una respuesta”.

Por otra parte, desde el domingo 14 de septiembre, cuando el EI hizo público otro abominable video con la decapitación del rehén escocés David Haines (advirtiendo que la siguiente víctima sería el taxista inglés Alan Henning), se esperaba que el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte se sumara a los bombardeos contra los yihadistas de la organización terrorista. Y así sucedió. El parlamento británico aprobó el viernes 26 la petición del primer ministro, David Cameron, para que su país tomara parte en los bombardeos contra posiciones yihadistas en Irak. La propuesta fue refrendada por 524 diputados y 43 en contra. La propuesta de Downing Street cuenta ahora con una “clara base legal” y atiende una petición de ayuda del gobierno de Irak. No se olvide que en agosto de 2013, Cameron perdió una votación en el Parlamento para intervenir en la guerra de Siria. Fue un duro revés, la primera vez desde 1782 en que un primer ministro inglés no lograba el apoyo del parlamento para ir a la guerra.

En fin, en la noche del viernes 26 de septiembre, la coalición internacional liderada por Estados Unidos—en la que toman parte países árabes como Jordania, Qatar, Arabia Saudí, Emiratos Arabes Unidos y Bahrein—, bombardearon campos de petróleo bajo control del EI, en la provincia nororiental siria de Deir al Zur, fronteriza con Irak. El blanco del ataque fue el yacimiento de Al Tank, en el este de la provincia y la zona petrolera del desierto de Quiria. El objetivo era cortar una de las fuentes principales de financiamiento del grupo terrorista que vende el petróleo de contrabando a los países fronterizos por medio de intermediarios.

EI cuenta con instalaciones prefabricadas y fácilmente transportables, capaces de producir diariamente el equivalente a dos millones de dólares (1.57 millones de euros) de ingresos. Este contrabando propicia que el Estado Islámico cuente con el dinero suficiente para mantener su califato y “contratar” a nuevos miembros tanto en los países árabes como en Europa. La guerra de Obama, va para largo. VALE.