La seguridad del cálculo político
José Elías Romero Apis
La economía es una ciencia con principios propios y universales. De conocerla, Aristóteles de Estagira o Tomás de Aquino la hubieran catalogado entre las ciencias hipotéticas. Sus fórmulas primaria y secundaria siempre se construyen en forma de hipótesis. Si es A, puede ser B; si no es B, puede ser C. Pero, como todas las ciencias, puede contaminarse en la realidad por factores personales, temporales, locales o circunstanciales, entre muchos otros.
Para ser explícito, recurro al caso de un antiguo político, lo cual me contaron aunque no me consta porque, cuando esto sucedió, yo apenas era un niño.
Resulta que este gobernador había acumulado cierto capital, no importa si bien o mal habido. Lo importante es que empezó a prestar oídos a los agoreros de los desastres nacionales, lo cuales lo convencieron de que México no era un lugar seguro para guardar sus caudales. Y decidió invertir sus tesoros… ¡en Cuba!
En esos momentos, nadie hubiera podido refutar a los analistas económicos que afirmaran que el tabaco y el azúcar cubanos tenían más futuro bursátil que el maíz mexicano. Porque los economistas calculaban el mercado de derivados o de futuros pero no la decisión política del régimen isleño para virar hacia el comunismo y, con ello, a la estatización de la riqueza privada. La inversión fue mala porque se basó en la prosperidad, no en la seguridad.
De todo lo que tenía tan solo le quedó una hacienda que era una joya por su belleza, sus construcciones, sus instalaciones y su lujo. En sus momentos de gloria política, algún barbero le ofreció comprarla en una cantidad muy superior al real, digamos 10 veces su valor, con el agregado de pagarle al contado y de esperar pacientemente hasta que el virrey decidiera entregar la propiedad para que, mientras tanto, la disfrutara por el tiempo que quisiera.
La respuesta fue una rápida, absoluta y, hasta descortés, negativa. Pensó que no tenía caso deshacerse de tan atractiva heredad.
Esa decisión era un buen cómputo económico pero un pésimo cálculo político. Porque le llegó “la mala hora”. Para comenzar, fue defenestrado. Los amigos se alejaron y se escondieron. Las contralorías lo rodearon. Las fiscalías lo persiguieron. Las cuentas fueron intervenidas. La propiedad fue asegurada. Por si fuera poco, le fueron fincadas varias responsabilidades para resanar los daños que él y su pandilla causaron.
Para entonces, aquel antiguo oferente ya tan solo le ofrecería la décima parte del valor real. En sus manos, esa hacienda todavía era valiosa. En las manos del perseguido ya no valía nada.
Por eso, siempre hay que visitar la política antes de que ella nos visite a nosotros.
w989298@prodigy.net.mx
@jeromeroapis
