En este Día de la Raza: ¿qué tanto conocemos de las sociedades multiculturales? La Conferencia Mundial sobre los Pueblos Indígenas de los pasados 22 y 23 de septiembre, en el marco del 69 periodo de sesiones de las Naciones Unidas, los presidentes Evo Morales (Bolivia), Enrique Peña Nieto (México), el senador Luis Evelis (Colombia) y la premio nobel de la paz Rigoberta Menchú, disertaron sobre la importancia que tiene el reconocimiento de los pueblos indígenas en el mundo y la necesidad de la inclusión en los temas de importancia como la vida, la madre tierra, la paz, el racismo, la discriminación, las políticas enfocadas a la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, entre otros puntos. Esta reunión no ha sido la primera a nivel internacional; los trabajos empezaron en 1982 con la conformación de la Subcomisión  de Prevención de Discriminaciones  y Protección de las Minorías, compuesta por cinco miembros que provenían de cada región geopolítica del mundo. El resultado de este primer acercamiento internacional fue la elaboración de la Declaración sobre los derechos de las poblaciones indígenas. Gracias a los esfuerzos de los valientes que buscaron ser escuchados en los foros nacionales e internacionales, o desde las trincheras de su comunidad, podría decirse que hoy en día gozan de más garantías y derechos como personas. Sin embargo, en términos macroeconómicos, las regiones multiculturales constituyen una tercera parte de los grupos más pobres del mundo y viven en condiciones alarmantes de pobreza. En el informe de las Naciones Unidas State of the World’s Indigenous Peoples se afirma que los índices de pobreza entre los indígenas son mucho más altos que entre el resto de la población; en varios países de América Latina tenemos los siguientes ejemplos: Paraguay, 7.9 veces; Panamá, 5.9, México, 3.3, y Guatemala, 2.8. Además, la esperanza de vida de los pueblos indígenas es hasta 20 años inferior a la de las personas no indígenas. Para el caso de nuestro México, el panorama no ha sido alentador; según datos del Banco Mundial de 2005 a 2012, México no ha mejorado en cuanto al puesto que ocupa en los países más pobres, ocupando el penoso lugar número 64 (2012) apenas por encima de países como Honduras, Haití, el Congo y Guatemala,  pero por debajo de países como Armenia, Comoras, Iraq, Laos, Mongolia y otros tantos que padecen más que nosotros. La ayuda del gobierno llega tarde y es insuficiente: aunque la actual gobernanza y la SEDESOL implementan programas como atención a jornaleros agrícolas, desarrollo de zonas prioritarias, abasto rural/Diconsa y Fondo Nacional para el Fomento a las Artesanías, como país no tenemos sexenios, sino cientos de años de rezago en programas, en donde la clase política sólo se ha ocupado de generar un descontento social por la explotación de las zonas marginadas a través de las promesas de campaña que han llevado a la decadencia a las zonas autóctonas. No estoy afirmando que la federación no atienda las problemáticas ni los temas propios de las comunidades, sino que nos restan los años presentes y cientos más para mejorar la calidad de vida y reconocer en plenitud la identidad de nuestros pueblos indígenas.

“Si los pueblos indígenas alcanzan su libertad, su libre determinación, pero sobre todo su autodeterminación, entonces todas las normas internacionales se van a dignificar en políticas públicas a nivel nacional”, Rigoberta Menchú.