La diplomacia de ayer en debate con la diplomacia de hoy ante la decisión “unilateral” del presidente Enrique Peña Nieto de participar gradualmente en las operaciones internacionales del mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, claramente refleja la incapacidad de la elite  política de adaptarse a las condiciones que exige la post-globalización. Tanto nos quejamos de que nuestra política exterior no tiene rumbo, que carece de visión, que está llena de “ocurrencias”, que nos brincamos los principios constitucionales, que ya no hay diplomáticos reales (la percepción férrea de que lo de ayer es mejor que lo de ahora) y por fin, cuando alguien muestra un poco de sensibilidad internacional ante la máxima organización internacional, las Naciones Unidas, se le juzga arduamente. Cuidado. A lo mejor nuestra política exterior sí tiene rumbo, que no cumpla con el habitual proceder, es diferente. Ya se terminó la Guerra Fría, ahora somos testigos de otro escenario mundial que la academia aún no ha logrado conceptualizar. Por eso tratamos de aplicar las categorías del pasado a nuevas realidades sin obtener resultados precisos. Tenemos una cesta vacía de explicaciones y otra repleta de ilusiones.

EPN es autor de un cambio histórico al interior y al exterior de México. Además de las reformas, ahora vamos por la conquista de un espacio contundente en la máxima tribuna mundial: el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en donde Estados Unidos también puede ser un aliado y no necesariamente un patrón.

La decisión de EPN sobre la participación de México en las misiones de paz sólo se puede calificar como un claro compromiso internacional.  Esto es política internacional señores. Estamos caminando por donde nadie ha pisado antes, por no convenir, por tradición, por falta de visión, por cerrazón.

Al interior de México, EPN es criticado por romper con los principios de política exterior; al exterior, México es fuertemente criticado por su falta de compromiso internacional y de empatía ante los conflictos del mundo; varias naciones latinoamericanas participan en los cascos azules menos México por temor a pecar de intervencionista. Venezuela, Brasil, Honduras, El Salvador, Guatemala, Argentina, Paraguay, Uruguay, República Dominicana, Jamaica, Chile, Colombia, Ecuador y Perú son los países latinos que actualmente participan en diversas misiones de paz. Al decidir cooperar con los cascos azules, México no tendría motivo para descuidar las cuestiones internas: no vamos a mandar a toda la fuerza armada. Por ejemplo, El Salvador, Paraguay, Guinea, Mongolia, Francia, Nepal, Brazil, Nigeria, Croacia y Argentina participan actualmente con no más de 10 efectivos (civiles y militares) en la MINURSO, la misión de paz para el referéndum del Sahara Occidental. México participaría de manera gradual con los efectivos de acuerdo a nuestras necesidades, y no tendríamos participación en  todas las misiones de lleno, sólo en aquellas que podamos cubrir de acuerdo al perfil del personal enviado. Además, estamos sujetos a la autorización del Senado. México ha sido siempre un sólido puente de ayuda humanitaria, pertenecer a los cascos azules consolida tal principio.

Tal vez es tiempo de voltear los ojos al exterior y responder al llamado mundial para la paz. Eso también es parte del compromiso con México. Con esta decisión, lanzamos el mensaje de que somos pacifistas, valoramos la cooperación internacional, la ayuda humanitaria, y de que somos un país abierto al mundo, con una sociedad civil cada vez más informada y más perceptiva del acontecer internacional gracias a los medios de comunicación. Esta decisión ¿es realmente un retroceso histórico de la política exterior? Analicemos desde afuera de México y dejemos de lado la visión localista o municipalista de la política exterior por un instante.

Recordemos que la Organización de las Naciones Unidas surge después de las guerras mundiales, los conflictos bélicos más grandes jamás padecidos en la historia de la humanidad. Su fin último es resguardar la paz internacional. De allí que con el paso del tiempo, se ha creado y  se ha fomentado en todos los rincones del planeta una cultura no bélica. Y velar por la paz a nivel internacional no es una tarea fácil. Alguien tiene que mantener una actitud neutral, un observatorio juicioso sobre los conflictos en los países, un faro de luz en medio de las tinieblas. La ONU se ostenta como un vigilante permanente del mundo en donde todas las naciones soberanas tienen voz. Las Naciones Unidas es una organización internacional única y es lo más parecido a un gobierno mundial en donde la paz, la cooperación, la asistencia humanitaria, los derechos humanos son sus ejes rectores. Su esencia es la neutralidad.

Como niños en el kínder, dice la página informativa de los cascos azules, las naciones se confrontan entre sí, entran en guerra por diversos intereses o tienen procesos internos complicados, abusan de sus poblaciones, destrozan las instituciones, se fragmentan al interior y muchas veces lo hacen bajo el escudo de la no intervención, la soberanía y el autogobierno. La ONU funge como un hermano mayor que trata de separar a dos hermanos que se enemistan, analizando y estudiando el origen del problema para dar una solución pacífica. De allí la necesidad de tener presencia territorial en la zona del conflicto. Así surge el llamado “ejército de la ONU” con préstamos de personas de 122 Estados-miembro. Los soldados en préstamo, por ejemplo, no están bajo lealtad de la ONU sino de su propio país, portan el uniforme de su nación y sólo utilizan un distintivo casco color azul, del mismo tono del emblema de las Naciones Unidas. Así, los famosos “cascos azules” son los ojos, brazos, pies y manos de la ONU en las zonas del conflicto. Portan un arma para defensa personal pero no llevan consigo armamento de alto calibre. Su arma más potente es la neutralidad. Y no pueden operar sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU ni sin el permiso del país al que pertenecen. Su acción se limita a los objetivos de la misión creada y aprobada por el Consejo de Seguridad para una situación en particular. Los cascos azules también pueden conformarse de civiles (médicos, observadores políticos, electorales o en materia de derechos humanos, etc.) Sin lugar a dudas, y desde 1948 que se estableció la primera misión de paz para Israel, los cascos azules han sido blanco fácil de críticas así como de bombardeos. Muertos y desaparecidos, caídos al servicio del mundo, los cascos azules representan el sueño de la paz mundial.  También han tenido grandes fracasos y fallas. Pero el mundo los necesita, mejor con ellos que sin su presencia. Caray, qué debemos hacer para que el mundo sea un lugar menos violento. ¿Debemos permitir el abuso de derechos humanos o no, debemos intervenir o no, debemos tratar de detener la guerra o simplemente no meterse en los asuntos de los demás?

Actualmente hay 16 misiones acreditadas para los cascos azules, y no todas ellas son de carácter bélico: Afganistán, Sáhara Occidental, República Centroafricana, Mali, Haití, Congo, Ruanda, Israel-Siria, Chipre, Líbano, Etiopía, Kosovo, Liberia, Sudán del Sur, India-Pakistán y Costa de Marfil. Los cascos azules también pueden ser convocados para observar procesos políticos o resguardar un ambiente favorable para la reconstrucción de instituciones tras un conflicto bélico. Los cascos azules no son soldados al servicio estadounidense ni del capitalismo voraz. Su misión trasciende los ideales de la humanidad más allá de las fronteras porque portan la bandera de la paz.

Pertenecer a los cascos azules significa voltear a ver a otros países, preocuparse por sus conflictos. Es señal de estar comprometidos con la aldea global y sus malestares; es poner un granito de arena para que la paz se mundial se restablezca pronto. No estamos sordos ni ciegos ante los problemas de otras naciones. Queremos cooperar, vigilar, permanecer, evitar confrontaciones, intentar proteger, aportar, ayudar. Y México claramente manifestó la voluntad de sumarse a este esfuerzo colectivo internacional. Nos aplaudieron; México de pronto despertó ante lo que sucede en el mundo. Es tiempo de actuar, no nos podemos quedar sentados, eso quiso decir EPN. Esto es síntoma inequívoco de contar con visión 20/20 a nivel internacional, “es un compromiso histórico con las Naciones Unidas”. ¿De verdad esta decisión es una ocurrencia sin sentido? ¿Estamos caminando para atrás en materia de política exterior? Lo dudo bastante.