Desde hace 150 años
Todas las historias de todos los pueblos son simbólicas…
Son la manifestación visible de una realidad escondida.
Octavio Paz
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Concebido hace 150 años por el arquitecto Louis Bolland, para el efímero imperio de Maximiliano, nuestro Paseo de la Reforma es, además de la principal avenida de la ciudad, el más notable escenario de nuestro extraordinario patrimonio estatuario y el testimonio más espectacular de acciones e iniciativas ciudadanas, las cuales han enriquecido y generado una de las más relevantes demostraciones de participación social en pro del espacio público de la urbe.
En 1877, gracias a la iniciativa de don Antonio Escandón, se inauguró el monumento a Colón; conjunto escultórico de extraordinario equilibrio y sobriedad, complemento urbano de la estatua de Carlos IV, el famoso Caballito de Manuel Tolsá, ubicada en 1852 al inicio del Paseo Nuevo (hoy de Bucareli).
Diez años más tarde, el 21 de agosto de 1887, se inauguró el monumento a Cuauhtémoc, obra del arquitecto Francisco Jiménez y del escultor Miguel Noreña, el cual fue reubicado en 1949 en la confluencia de Reforma e Insurgentes, y como resultado de una consulta ciudadana volvió a ser reubicada en su emplazamiento original en 2004.
En septiembre de 1887, los diarios El Partido Liberal y El Monitor Republicano publicaron la iniciativa del historiador Francisco Sosa, en la que propone colocar en el Paseo de la Reforma “estatuas que honren la memoria de personas relevantes de la historia nacional”.
En febrero del siguiente año, se develaron las estatuas de don Leandro Valle y de Ignacio Ramírez, comenzando así un proceso de consulta que culminó en 1895 con la inauguración oficial del conjunto de 32 efigies de héroes políticos y militares, sometidos a la opinión de la sociedad por los gobiernos de los estados.
A fines de septiembre de 1891, las estatuas de Izcóatl y Ahuízotl, fundidas por Casarín, fueron ubicadas al inicio del Paseo de la Reforma. La corrosión del bronce las enverdeció, lo que provocó que se les conociera como los Indios Verdes. Las protestas generadas obligaron, en 1902 —año en que se iniciaron los trabajos del Monumento a la Independencia— a reubicarlas en el Canal de Santa Anita. En 1920 se les desplazó a la entrada de la carretera Panamericana, y en 1976 al Parque del Mestizaje, donde actualmente se encuentran.
Algo similar le ocurrió a la Flechadora del Norte —la popular Diana— inaugurada el 10 de octubre de 1942, alterada por las “buenas conciencias” en 1946, desmantelada en 1974, colocada en la Plaza Ródano de 1976 a 1992, y finalmente rescatada para el Paseo de la Reforma en 1992.
Como se acredita, el Paseo de la Reforma resume esas “manifestaciones visibles de una realidad escondida”, a la que el poeta Octavio Paz se refiere cuando afirma que la historia es universalmente simbólica: nuestro patrimonio estatuario da prueba de ello.