Oportunismo mediático
Yazmín Alessandrini
Continuando con la coyuntura del caso Iguala, donde seguimos sin saber sobre el más mínimo rastro para dar con el paradero de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa desaparecidos el 26 de septiembre, es de llamar poderosamente la atención cómo hasta los que no tienen vela en el entierro en este vergonzoso tema maliciosamente han sacado raja de la situación y de alguna manera u otra se han encargado de llevar agua para su molino, olvidándose por completo de lo más importante del asunto: encontrar con vida a 43 seres humanos cuyas familias llevan casi dos meses sin poder dormir porque no saben qué sucedió con ellos.
Desde políticos (federales, estatales y municipales), pasando por activistas, empresarios, corporaciones de todo giro, periodistas (aquí vendrían bien entrocomillarlos y decirles “periodisats”), personalidades de los mundos artístico, cultural y religioso… todos, prácticamente todos, han mostrado su lado más podrido para subirse descaradamente al deleznable tren del oportunismo.
¿Cómo es posible que una tragedia en la que van de por medio las vidas de casi medio centenar de personas pueda ser aprovechada de tal manera que acabe convertida en un circo mediático, político, derechohumanista, social? ¿Qué perfil de individuos y ciudadanos se requiere para despojar de toda sensibilidad y humanidad un hecho que, visto desde cualquier ángulo, presume aristas terroríficas y que, al convertirlo en un espectáculo de tres pistas, pone en evidencia que estamos todavía a un millón de años luz de ser una nación con instituciones dignas de toda nuestra confianza?
Algunos hablan chabacanamente de conceptos como la desaparición de poderes, otros “invitan” al cínico “gobernador” guerrerense a pedir licencia (según ellos para estabilizar el clima de inseguridad que permea en Guerrero, como si la renuncia de este flojo y su séquito de incompetentes verdaderamente pudiera servir de algo para encontrar a los estudiantes desaparecidos que, vaya usted a saber si, al momento que se encuentra leyendo esto, aún se encuentran con vida) y algunos más, haciendo gala de una desfachatez total, promueven la aprobación de una ley para que se investigue a todos los candidatos de todos los partidos y saber si son dignos de ser elegidos en las urnas por el electorado… ¿no se supone que en un mundo ideal, digo, los ciudadanos que incursionan en la política y aspiran a un cargo de elección popular de facto son individuos de conducta y reputación intachables?
Y los medios, bueno, ésos se cuecen aparte porque (sin generalizar), prácticamente los hemos visto transformarse frente a nuestros ojos en una horda de monstruos voraces hambrientos de rating, followers o trending topics.
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