“Según él, pertenece a una izquierda que, a fuerza de ser sinceros, en México prácticamente no existe”
Aspira al liderazgo oficial del PRD
Yazmín Alessandrini
Antes que “El Peje”, existió él. Las sucias artimañas de las que una y otra vez ha echado mano el tabasqueño para enturbiar la vida institucional del país las aprendió (y perfeccionó) de él. Se escuda en su dizque apacible y conciliador discurso, que complementa con la supuesta placidez de su lenguaje corporal… pero en el fondo, durante las últimas tres décadas él se ha encargado de frenar y obstaculizar toda intentona que redunde en verdaderos avances democráticos para México.
Sí, me refiero a don Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, señalado por muchos como “el líder moral” del PRD. Sí, el mismo que siendo un niñó fue mecido en las cunas y jugueteó en los jardines de la residencia oficial de Los Pinos cuando su señor padre, don Lázaro Cárdenas del Río, pilar indiscutible del PRI, fue presidente de la república (1934-1940).
Así es, la cuna de “El Tatita” fue laqueada con pintura tricolor, pero ahora, según él, pertenece a una izquierda que, a fuerza de ser sinceros, en México prácticamente no existe porque sus figuras de preponderancia prácticamente fueron paridas, forjadas e impulsadas al amparo del priismo. Pero como muchos otros, don Cuauhtémoc le apostó a la amnesia crónica que padecemos el grueso de los mexicanos y desde principios de la década de los noventa se dice pilar de una izquierda a la que en lugar de liderearla moralmente se dedica a chantajear y a manipular cuando las cosas no resultan a su conveniencia.
Como ahora, que el partido del sol azteca atraviesa probablemente la peor de sus crisis (porque ha tenido varias) de su todavía muy joven vida partidista. Y es que, sacando raja (no es el único, por cierto) del horrorífico caso Iguala, “el líder moral” del PRD en lugar de hacer bola y apoyar a la cúpula de su partido, ha aprovechado el ascendente que todavía mantiene con algunos medios de comunicación para señalar al guanajuatense Carlos Navarrete Ruiz, quien apenas asumió el cargo como presidente nacional del PRD el pasado 5 de octubre, como el culpable y el responsable (son dos cosas distintas) del tremendo cisma que en estos momentos sufre el partido amarillo y que amenza con demolerlo hasta sus cimientos. Qué triste que para don Cuauhtémoc no exista el bien común y que su filosofía siempre sea “primero yo, después yo y al final yo”.
No nos engañemos, Cárdenas Solórzano no pretende que Navarrete Ruiz y su equipo sean defenestrados de la dirigencia nacional perredista para que sean otros los que lleguen y pongan orden. Nada de eso. Él aspira a ser nuevamente el líder oficial del PRD, aprovechando el río revuelto ocasionado por el pantano de trampas y corrupción en el que está hundido el perredismo gracias a Ángel Aguirre, José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda.
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