Carlos A. Flores
Deberíamos tomar nota sobre tres problemas que enfrenta China, dadas las condiciones de fortalecimiento e intensidad que ha tomado nuestra relación bilateral, pero también en vista de que México —con una economía más vulnerable y con reformas estructurales que distan mucho de rendir sus frutos— se encuentra ante el dilema: crecimiento económico sí pero, ¿a qué precio?
A pesar del inminente estancamiento de la segunda economía mundial, la cual ha sostenido niveles de crecimiento de 7% anual —lo que es un logro tras la crisis económica de 2009—, sigue imperando la percepción de que China posee un dinamismo económico envidiable: tasas de inflación anual por debajo del 3%, niveles de desempleo del 4% anual, producto interno bruto per cápita que supera los 7 mil dólares anuales. ¿Qué puede empañar este lienzo de bonanza?
El primer problema tiene que ver con la cuestionable protección de los derechos humanos en China y sus esfuerzos por erradicar los notorios casos de corrupción de su clase política. Se sabe que la liberalización económica, en dicho país, no ha favorecido necesariamente el clima de libertades políticas de sus ciudadanos. Las recientes protestas estudiantiles en Hong Kong han llamado la atención por su exigencia de mayor apertura y democracia efectiva.
Por otra parte, China arrastra el serio problema de la contaminación de su medioambiente. Los siguientes datos pueden brindar contexto a la anterior aserción: anualmente mueren entre 350 mil y 500 mil chinos a consecuencia de la polución; Beijing, la capital del gigante, reporta una contaminación 16 veces mayor a la recomendada por la Organización Mundial de la Salud; 3 millones de sus hectáreas son inutilizables para cultivos agrícolas.
Finalmente, China envejece a pasos acelerados. A raíz de la revolución cultural, millones de agricultores migraron a las grandes ciudades. Este giro demográfico fue factor de prosperidad pero también incrementó —luego de treinta años de dinamismo— sus tasas de jubilación, al tiempo que propició que el crecimiento de su población activa se redujera a sólo el 1% anual.
Shanghái, con más de 20 millones de habitantes, deslumbrante joya de poderío económico e imaginación, es el espejo de una economía boyante pero lastimada por graves problemas. Miremos ahí nuestro futuro.
@CarlosAFlores