Entrevista a Eugenio Lira Rugarcía/Secretario general de la CEM
Nora Rodríguez Aceves
Un antiguo estratega decía que para enfrentar situaciones complejas se requieren “múltiples operaciones conjuntas”, es decir, llevar a cabo muchas cosas, ordenadamente y en equipo.
Por eso, es esperanzadora la iniciativa formulada por el Presidente de la República, partidos políticos y organizaciones de la sociedad, de sumar esfuerzos para emprender cambios de fondo que fortalezcan a las instituciones y garanticen el pleno Estado de derecho. Todos podemos contribuir con lo que a cada uno le es propio y le corresponde. En nuestro mensaje Por México ¡actuemos!, los obispos recordábamos que el país es de todos, y que entre todos debemos sacarlo adelante haciéndonos más participativos, señala Monseñor Eugenio Lira Rugarcía, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
En materia de violencia y seguridad, “como muchos mexicanos, los obispos sentimos dolor y preocupación por la situación de nuestro país, que, teniendo tantas riquezas naturales, grandes valores en la mayoría de su gente y muchas oportunidades, se encuentra aquejado por diversas formas de injusticia, inequidad, miseria, indiferencia, corrupción, impunidad, inseguridad y violencia, que causan tanto sufrimiento a numerosas personas, familias y comunidades, y que retrasan el progreso que todos merecemos”.
A la pregunta expresa de si este acuerdo contra la violencia sería suficiente para restablecer la paz en el país, el también vocero oficial del Episcopado Mexicano asegura a Siempre! “para enfrentar situaciones complejas se requieren múltiples operaciones conjuntas”.
En este sentido, la propuesta de establecer un Acuerdo Nacional de Seguridad y la de crear un Sistema Nacional para Combatir la Corrupción y la Impunidad “son algunas de esas múltiples operaciones conjuntas. A estas deben sumarse otras, como la elaboración de leyes justas, un sólido sistema de inteligencia y de seguridad, una adecuada impartición de justicia y un verdadero sistema carcelario. Favorecer el desarrollo de la familia, célula de la sociedad. Promover una educación universal de calidad e integral, que incluya la formación en valores, entre los que destaca el aprecio, respeto, promoción y defensa de la vida, dignidad, derechos y deberes de toda persona. Favorecer la creación de fuentes de trabajo que ofrezcan oportunidades de laborales dignas y bien remuneradas, con responsabilidad social y ambiental. Un adecuado sistema de salud y de seguridad social. Información veraz y oportuna, que haga posible la toma de buenas decisiones y la participación democrática”.
En ese mismo sentido, el obispo auxiliar de Puebla considera que la causa de fondo de la violencia y la inseguridad como en los casos de Igual y Tlatlaya, “es el olvido de la verdad acerca de la persona; el valor de su vida, su dignidad, sus derechos y sus deberes. Cuando esto pasa, la gente es capaz de explotar, asaltar, robar, secuestrar, traficar, torturar y matar a otros seres humanos, como si fueran «cosas». Cuando se olvida que la persona tiene dignidad y derechos, las leyes no son justas, la acción judicial es ineficaz, el sistema carcelario es inseguro y perjudicial; los intereses egoístas prevalecen sobre el bien, la verdad y la justicia; la corrupción y la impunidad se adueñan de quienes deberían velar por la justicia y la seguridad”.
De ahí que Monseñor Lira vea “un ambiente tenso y muy complejo. Pero también veo a la sociedad harta de esta situación y deseosa de contribuir a que las cosas mejoren. Y esto, me parece, es una gran oportunidad que las autoridades y los líderes sociales deben aprovechar para unir esfuerzos en la construcción de un México unido en la diversidad y próspero para todos. Hay mucha gente buena ¡es la mayoría! Además, quienes creemos en Dios, sabemos que Él no nos deja, y que con su ayuda y nuestro esfuerzo podemos superar cualquier obstáculo”.
Aunque, destaca, que a corto y mediano plazo “no puedo negar que veo una situación muy compleja. Pero los escenarios pueden ser muchos. El futuro no está escrito; nosotros lo escribimos. Si nos unimos en la legítima diversidad y trabajamos juntos poniendo cada uno de su parte lo que nos corresponde en la construcción de un México en el que toda persona sea reconocida, valorada, respetada, promovida y defendida, creo que podemos esperar un futuro mejor para todos”.
Por eso a lo que se compromete la Iglesia para contribuir a la restauración del tejido social es, “a los clérigos -que también somos ciudadanos- nos corresponde vivir con coherencia nuestra fe, celebrarla y anunciarla, conscientes de que el Evangelio es la proclamación más clara de los derechos humanos. Esta convicción nos impulsa a seguir difundiendo la doctrina social de la Iglesia, a orar por todos, a seguir brindando educación y ayuda a los grupos más vulnerables de la sociedad: pobres, migrantes, tóxicodependientes, niños por nacer, enfermos, ancianos y menores abandonados, víctimas de la violencia, familias con problemas”.