A través de relatos-testimonios escritos por veinte voces literarias latinoamericanas, se dio a conocer una radiografía para describir la forma en que la “muerte” vive en su continente y cómo es su relación con ella.
Estos veinte relatos señalan en particular como muchas personas sacralizan y desacralizan la vida y la muerte con la misma ilusión de engañar a una y a otra, adentrándose en esos predios para seguir sus huellas y ponerle su verdadero rostro, el de la vida.
La escritora Andrea Jeftanovic, autora de “Hasta que se apaguen las estrellas” apuntó que en la historia de Chile, de México ahora, y de Latinoamérica en general, hemos tenido que lidiar con nuestra historia de cuerpos sin sepultura, de fantasmas perturbadores que denuncian desde su ausencia la violencia de los estados y el poder.
En tanto. la escritora mexicana Laia Jufresa explico que “Cuando se habla de muerte aparece México. Primero por sus raíces culturales al acercarse a ella en un sentir singular recogido en clásicos como Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Y, segundo, porque en los últimos días, y años, el país vive una relación cotidiana con un tipo de muerte en particular”.
Apuntó, que son muertos no nombrados, gente que ya no está. Una situación que ha influido en la escritura, aunque, se lamenta Jufresa, autora de El esquinista, que “hay algunos libros notables y también hay mucha basura que, son pretexto de retratar la realidad, coloca la violencia en un pedestal, trabaja con estereotipos y deja de ocuparse de la labor narrativa que es generar mundos propios que se sostengan independientemente de cuánto se parezcan a este”.
Para el escritor peruano, Carlos Yushimito, autor de “El peso inevitable de las palomas” comentó que más que el acto nuevo, “lloramos siempre una rotura o una discontinuidad de lo precedente, del mismo modo que, al leer, nos afecta sobre todo aquello que llega al borde de algo, lo que decía Borges que era la experiencia estética: la inminencia de una revelación que no se produce”.
El también escritor mexicano-boliviano Sebastián Antezana, autor de Si contarlo está en tu poder”, explico que “ficcionalizar la muerte requiere de equilibrio y mucha edición”, agrega, “es complejo por todas las implicaciones que trae la idea de muerte y su condición de punto de encuentro de pulsiones y tensiones varias, pero no más complejo que, digamos, escribir una escena de sexo o un buen diálogo”.
Por otro lado, sobre el tema “doloroso”, explica el boliviano Maximiliano Barrientos, autor de Moscas, “un escritor no necesariamente tiene que haber pasado por una experiencia traumática, pero sí tiene que estar ligado a esta ya sea por el miedo o por la obsesión. A veces el miedo de perder a las personas amadas es un motor narrativo más poderoso que el luto de la pérdida real. Hay que escribir sobre aquello que late en la cabeza, no importa qué tipo de voz sea la que suena”.


