Iguala

Muy rara vez el razonamiento puede

superar los prejuicios.

Tylon Edwards

 

José Fonseca

La tragedia de Iguala, ocurrida justo cuando se pone en marcha el proceso legal para las elecciones de 2014, sólo ha conseguido nublar la acostumbrada lucidez de un gran sector de quienes contribuyen a formar la opinión pública desde los medios.

Cierto, es un acto de barbarie, cuyas víctimas fueron estudiantes normalistas, habitualmente los más jóvenes, porque son a quienes se envía a toda marcha y manifestación. El sólo pensar que hayan sido asesinados angustia la conciencia nacional.

Pero la angustia y la desesperación, digámoslo francamente, también son objeto de lucro para muchas agrupaciones sociales y políticas, las cuales vieron en la tragedia de Iguala la ocasión de cobrarse agravios, reales o imaginarios, y la derrota que para tantos, no sólo para los partidos, significó el triunfo del PRI en la elección presidencial de 2012.

Se cobra con ferocidad el agravio del aumento de impuestos que nos significó la reforma hacendaria. Y se exacerban las dificultades del gobierno peñista para aumentar el ritmo de crecimiento económico con análisis sesgados que soslayan el contexto económico internacional. Se cobran la derrota ideológica que significó que el PRI recuperara la Presidencia.

Tras las críticas, además del prejuicio antipriista, están los intereses políticos y económicos a quienes les disgusta que el gobierno de México pueda tener la fortaleza como para cambiar el rumbo. Muchos preferirían otra vez un Estado débil, porque en un Estado débil siempre ganan las elites económicas y políticas.

Los prejuicios de muchos analistas reflejan lo que algunos, con ingenio, han llamado el estrés postraumático de la elite nacional. Por eso cada resbalón del gobierno peñista lo festejan.

No sabemos si será exitoso el cambio de rumbo del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Hay muchas variables a nivel nacional e internacional que pueden influir en el resultado del proyecto sexenal.

Aunque los aferrados se ofendan, pienso que vale la pena dar la batalla para reducir la desigualdad y la pobreza de millones de mexicanos. Vale la pena intentar que la sociedad mexicana recupere lo que perdió hace muchos años: ser una sociedad de oportunidades para quienes estén dispuestos a esforzarse, una sociedad con movilidad social.

Da mucha tristeza que tantos, por prejuicios ideológicos, actúen como aquél a quien no importa quemar su casa, con tal de que se queme la del vecino.

 

                                                                                  jfonseca@cafepolitico.com