Abdiel Hernández*

La ideología triunfante después de las guerras mundiales, el liberalismo, está presente en casi todos los rincones del mundo. La democracia, el desarrollo y la seguridad se han convertido en elementos indispensables para legitimar el actual sistema; en torno a ellos giran las relaciones de poder en este mundo en disputa, el cual, también se encuentra en un proceso de reconfiguración a gran escala.

Una de las características de este cambio es, según el Fondo Monetario Internacional, el hecho de que China haya desplazado a Estados Unidos como  potencia económica. China representa el 16,479% del PIB mundial medido en Paridad de Poder Adquisitivo, frente al 16,277% de Estados Unidos, con un pronóstico de crecimiento aún mayor para los chinos en los próximos cinco años. Este crecimiento de China, data desde 1979 y trae consigo el aumento de la necesidad de materias primas y de recursos energéticos. China, entonces, se convierte en uno de los principales competidores (enemigo) de Estados Unidos por el control y el acceso a los principales recursos estratégicos, aunque se debe de aclarar que las maniobras para conseguirlos entre uno y otro son distintas.

Lo que sucede en Hong Kong es el umbral de la transición de un régimen a otro. La “Primavera asiática”, por nombrarlo de alguna manera, es la reproducción de las revoluciones de color ejemplificadas en la revolución naranja, de las rosas, de los tulipanes o de la primavera árabe.

En este contexto, la democracia como concepto toma especial interés; en Hong Kong se piden elecciones libres, lo que supone el ejercicio libre de la democracia, observemos el papel que juega el National Democratic Institute para apoyar a la autonomía de Hong Kong. Este hecho refuerza la visión de una China antidemocrática, que no se le puede confrontar directa o abiertamente como a otros países.

El ataque territorial del Estado chino parece claramente una estrategia de balcanización, y las puntas de lanza son, desde Hong Kong, Taipei, Tibet hasta Xinjiang. Recordemos que desde 1949 China ha participado en más de 20 disputas territoriales con sus vecinos, y cada uno de ellos comparte el discurso de independencia y democracia. Una de las grandes características que enmarcan estos sucesos, desde Tiananmen, hasta Ucrania, no es la represión en sí, ni el financiamiento externo,  sino el uso de la información por parte de los medios de comunicación masiva en el mundo, principalmente los occidentales.

Aunque los deseos de independencia han estado presentes en los distintos espacios políticos, su consumación no es siempre un hecho. Los ejemplos de los movimientos de color o las revoluciones de flores distan mucho de favorecer una verdadera independencia de los espacios subordinados, pero sí lo hacen con aquellas fuerzas que los patrocinan.

El objetivo, para quienes implementan, financian y patrocinan estas llamadas revoluciones, es llevar al poder nacional a un personaje que será elegido por sufragio universal directo, legítimo y con un respaldo de la mayoría de los países democráticos del mundo; es decir, tendrá una carta democrática que lo certificará tanto a nivel interno como externo en el poder y lo definirá como gobernante garante de los grandes valores universales occidentales. El punto aquí, es ¿qué se entiende por democracia?¿Significa contar con la aceptación de un régimen permisible a la hegemonía mundial?

Una de las consecuencias de la segunda guerra mundial es la subordinación de Japón a Estados Unidos, hecho que se materializó en términos militares en una alianza de defensa entre ambos países con el fin de expandir el alcance de la cooperación entre sus ejércitos eliminando los límites geográficos existentes. Esto significa que la carrera por el control del Pacífico es algo vigente desde la primera guerra mundial hasta nuestros días. A pesar del constante aumento del gasto militar chino y de la creación de la Organización de Cooperación Shangai que comparte el liderazgo con Rusia, en Japón existen tan solo en la Isla de Okinawa 37 bases militares estadounidenses, por ejemplo.

La dominación del espectro completo no implica únicamente posicionarse en espacios estratégicos, sino también desestabilizar o eliminar a quien se considera competidor y enemigo, en este caso a China; la guerra que se está llevando a cabo en el Pacífico es de posiciones territoriales, y que tiene como objetivo, al igual que la primera y segunda guerras mundiales, la repartición del mundo. No será de sorprender si en las siguientes semanas la preocupación de Occidente vaya más allá de lo que sucede en Medio Oriente en torno al Estado Islámico. Se puede comprender entonces que, de la misma manera que el Medio Oriente se proclamó como una región de vital importancia para los intereses de Estados Unidos, hoy se confirma el mismo hecho, pero para la región del Pacífico.

Napoleón decía “cuando China despierte el mundo temblará”. Ahora el gran coloso está en franca disputa por el control territorial y de todos aquellos que le permitan continuar satisfaciendo sus necesidades materiales.

El primero de octubre de 2014 se cumplieron 65 años de la República Popular China, y uno de sus grandes logros fue recuperar de los británicos a Hong Kong. Y este triunfo lo amarrarán los chinos con todas sus fuerzas a pesar de todo.

*Catedrático UNAM