No llegaron “solitos” hasta Iztapalapa
Yazmín Alessandrini
El martes pasado amanecimos con la noticia de que la llamada “pareja imperial” de Iguala, el exalcalde José Luis Abarca Velázquez y su esposa María de los Ángeles Pineda Villa, finalmente fueron localizados, arrestados y llevados a declarar a la Subprocuraduría en Investigación de Delincuencia Organizada para aclarar su situación con respecto a 43 normalistas de Ayotzinapa que desde el 26 de septiembre pasado no aparecen por ningún lado.
Este par, junto con su cómplice, Noemí Berumen Rodríguez, encargada de ocultarlos en una vivienda ubicada en la delegación Iztapalapa de la ciudad de México, representa un muy interesante muestrario que a fuerza de ambición y corrupción, ha dado lugar a una muy sui géneris subespecie a la que urge extinguir si queremos que algún día la injusticia y la impunidad se erradiquen en nuestro país.
Una vez capturado este par y su cómplice, hemos visto cómo muchísimos miembros de la clase política, principalmente aquellos pertenecientes al PRD, han comenzado a mover las piezas de su tablero, sobre todo las mediáticas, para amortiguar la caída que les representará tener vínculos (personales o políticos) con tan deleznables sujetos. Sin embargo, busquen o no los favores de los medios de comunicación y los empleados de éstos, evidentemente ninguno podrá evitar su debacle si Abarca y Pineda cantan lo que saben y que hasta el momento han callado.
Aquí bien vale, como lo destacó la diputada perredista Lizbeth Rosas Montero, dejar de lado la teoría de que este par de sinvergüenzas actuaba en solitario. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que en casos de esta índole la red de complicidades e impunidad permea incluso en las esferas más elevadas. Lo que verdaderamente le conviene al PRD, y lo digo sin involucrar los argumentos electoreros y panfletarios a los que están acostumbrados a recurrir, es que su cúpula nacional recurra al sentido común y que aquellos miembros de partido del sol azteca que tengan vínculos con los Abarca actúen con honestidad y no para curarse en salud o salvar el pellejo, sino para aportar indicios sólidos, tangibles y verdaderos que lleven a la localización de los 43 normalistas desaparecidos.
Porque, seamos sinceros, los Abarca no llegaron solitos hasta Iztapalapa, donde fueron capturados el martes pasado. Bien valdría ubicar a aquéllos quienes pudieron ayudarles para salir de Guerrero y ubicarse en una vivienda de aquella demarcación considerada un bastión perredista y que (¡sorpresa, sorpresa!) es gobernada por un solaztequista: Jesús Valencia, por lo que ya no cabe que nuestras autoridades apunten sus indagatorias a otra parte a la simple voz de un “yo no fui”, “yo no lo conozco”, “yo no sabía”.
Si la detención de este par de pillos defenestrará a personajes importantes de la política, que así sea.
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