México requiere una izquierda moderna;

la del presente está erosionada,

maltrecha, entre la improvisación y la conveniencia

que le vuelve proclive a perder.

 

La ética partidaria está de vacaciones

Teodoro Barajas Rodríguez

El PRD hace mucho tiempo dejó de lado los movimientos sociales, distante de los primeros años en que confrontó el salinato, aquella etapa fue aciaga porque la lucha fue desigual, se estilaba la cultura del fraude electoral, la persecución sufrida en el antiguo régimen fue evidente, acaso ello fortaleció su agenda programática. En la actualidad es un partido común.

El sol azteca fue durante años un feudo de caudillos más que de estructuras, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador fueron en diferentes lapsos los hombres fuertes del perredismo, posteriormente los liderazgos se descafeinaron para que irrumpiera con fuerza la corriente Nueva Izquierda, propietaria de casi toda la burocracia desde hace años.

Los sucesos trágicos de Iguala con los 43 estudiantes desaparecidos también arreciaron la crisis del PRD, José Luis Abarca fue militante distinguido, el alcalde que presuntamente diseñó la infamia por todos conocida, Ángel Aguirre el gobernador con licencia llegó al Ejecutivo vía la franquicia perredista aunque su formación fue en el PRI.

Carlos Navarrete, actual dirigente nacional no respondió ni bien ni a tiempo ante la tragedia de los normalistas de Ayotzinapa, ofreció disculpas y escurrió el bulto, en su debut se puso a regatear la permanencia de Aguirre Rivero, peor, imposible.

Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el dirigente histórico del PRD, pidió la renuncia de Carlos Navarrete y todo el Comité Ejecutivo Nacional, como asunto del recuento de daños que sacudió las estructuras de su partido por el caso de Guerrero, cuyos números aún no terminan de contabilizarse.

Es conveniente redefinir la dirección del PRD, la izquierda representada con esas siglas se ha descafeinado, se ha decolorado, ha optado por las causas netamente electorales para desdeñar principios y valores. Se alía al PAN si es conveniente a sus intereses, firma pactos para legitimar a sus antiguos contrincantes, en diversas latitudes del país, como en el norte, no pasa de campañas testimoniales.

Carlos Navarrete aceptó el diálogo público con Cuauhtémoc Cárdenas, a petición del segundo, tras desechar la idea de renunciar a la dirección del perredismo, se anticipa el caudal de reproches, finalmente ha sido la tónica de esa organización desde siempre.

El PRD fue en su primer momento un aliado de los movimientos sociales, causas populares, de allí su vinculación con grupos heterogéneos, actualmente algunos de sus gobiernos se enemistaron y confrontaron con sus antiguos simpatizantes como sucedió en Guerrero.

Es evidente que en la actualidad la ética partidaria se fue de vacaciones, a ese destino la han enviado todos los partidos, les resulta un estorbo, ninguno de los membretes o franquicias están exentos del lodo derivado de escándalos.

México requiere una izquierda moderna a la altura de las circunstancias actuales porque la del presente está erosionada, maltrecha, entre la improvisación y la conveniencia que le vuelve proclive a perder.